Colombia al ritmo de Raphael: 'Escándalo...'
Ahora lo que quedó en el ojo del huracán es cómo se financió su campaña
No logró establecerse muy bien cuáles son los gustos musicales del presidente colombiano, Gustavo Petro. Pero ya se va conociendo, dentro y fuera de Colombia, cómo es su estilo de gobierno y al ritmo que dilapida el poder con el que las urnas lo entronizaron el pasado 7 de agosto.
Aunque poco o nada se sabe si le va el vallenato, la salsa, alguna pieza de música llanera, interpretada por los hermanos Collazos, lo que sí se puede deducir es que Raphael («el niño de Linares», español si los hay, y de consolidado y longevo éxito en Colombia y en toda Iberoamérica) no le disgusta. Mucho menos aquel hit tan pegadizo, Escándalo.
Y es que esa pieza bien le serviría para musicalizar este, su peor momento desde la llegada al Palacio de Nariño (sede del Gobierno). El robo de 7 mil dólares en casa de su jefa de Gabinete, Laura Saravia, la denuncia de la niñera de esta, en cuanto a que fue acusada sin pruebas, sometida a un interrogatorio, en los sótanos del mismo Palacio, y sus teléfonos intervenidos, sin autorización judicial en ambos casos, desataron la que es, hasta aquí, peor crisis de la era Petro.
Todo se disparó cuando el semanario Semana dio a conocer el testimonio de Marelbys Mesa y se agravó días después cuando trascendieron las escuchas telefónicas entre Saravia y su exjefe político, Armando Benedetti, quien, por entonces, todavía ejercí como embajador en Venezuela.
Benedetti amenazó con dar a conocer quién y cómo se financió la campaña presidencial del actual mandatario
Allí, este «cacique» político de la costa caribe, que alguna vez fue liberal, después se transformó en uribista y más tarde apoyó al expresidente Juan Manuel Santos, y de golpe, una noche tarde, no se sabe bien en qué estado, lo sorprendió una luz incandescente del progresismo, se decidió por el «Cambio» y gritó: «Aquí hay un petrista de la primera hora…», amenazó con dar a conocer quién y cómo se financió la campaña presidencial del actual mandatario.
Esa conversación (una discusión subida de tono) la tuvo con la propia Saravia, y terminó poniendo a Petro y a su Gobierno contra las cuerdas, amén de la movilización de militantes que el miércoles pasado ganó las calles en apoyó al jefe de Estado.
El hijo de Petro, Nicolás, fue acusado de haber recibido dinero de narcotraficantes durante la campaña de su padre
Petro, por lo pronto, actuó como ya es costumbre. Como cuando, en marzo pasado, su hijo Nicolás fue acusado de haber recibido dinero de exnarcotraficantes durante la campaña de su padre. En ese momento, el presidente se justificó ante la prensa: «Yo no lo crié…» y le pidió a la Fiscalía que acelerara la investigación en contra de su hermano, Juan Fernando, y del propio Nicolás.
En esta ocasión, en este nuevo escándalo, decidió que tanto Saravia como Benedetti quedaran fuera del Gobierno. Renuncias que se suman a las de más de medio gabinete, acaecidas hace algunas semanas.
¿Cómo se financió la ampaña de Petro?
Ahora no se trata ya de su proyecto de bajar la tasa de criminalidad, dejando de considerar como delito el incesto o la calumnia, que llegó a convertirse en una delicia para los programas de humor. Ahora lo que quedó en el ojo del huracán es cómo se financió su campaña. Una suerte de Proceso 8000 (el que entre 1994 y 1998 tuviera en jaque al Gobierno de Ernesto Samper) en tiempos de la postverdad.
No es de extrañar que el expresidente apareciera entre los firmantes, junto a varios dirigentes políticos y personalidades referenciados en el grupo de Puebla, en apoyo a Petro y denunciando la existencia de «un golpe blando». No quedó muy claro si ese calificativo fue porque Benedetti dijo, al disculparse por lo ocurrido, que se había dejado «llevar por el trago». Tal vez si hubiese ingerido otras sustancias, como se deduce de las escuchas, podría habérselo titulado «un golpe duro».
Diez meses de Gobierno
El escándalo, en medio de un derretimiento de la imagen presidencial en las encuestas, bien podría ser tema para una telenovela o una serie, con Margarita Rosa Francisco (la excelente actriz colombiana de Gallito Ramírez y Café con aroma de mujer), interpretando a Meza, sería un éxito rotundo. Pero el tema reviste una gravedad institucional, de proporciones inusitadas cuando recién transcurrieron diez meses de Gobierno.
El coronel Oscar Dario Dávila, subjefe de seguridad del palacio presidencial, apareció muerto el miércoles pasado
No le falta nada al caso para asemejarse a otros del pasado sudamericano. El coronel Oscar Dario Dávila, subjefe de seguridad del palacio presidencial, apareció muerto el miércoles pasado, justo cuando entraba en lista para declarar ante la fiscalía sobre las escuchas telefónicas.
Un Petro mimetizado, por momentos, con Hugo Chávez, por otros, con el extinto expresidente argentino Néstor Kirchner, se va asimilando de a poco y sin pausa –a punta de sus dislates– con su colega argentino, Alberto Fernández, que anda por el poder sin referenciar tiempo y espacio.
No hay un virus al que temer en el seno de la Unasur, lejos de eso. obedece, sencillamente, a la carencia de proyecto, falta de ideas, y a esa costumbre de terminar llegando al poder a cualquier precio y a como dé lugar.
Además de tener en cuenta que en esa región del mundo un caso Nisman (el fiscal argentino que apareció muerto en su departamento un día antes de declarar ante el Congreso en enero de 2015) no se le niega a gobierno alguno.
«¿Cómo articular un proyecto de progreso, alternativo, con personajes como Benedetti o el senador (recientemente suspendido) Roy Barreras y sus respectivos pasados a cuestas?», se preguntaban algunos analistas cuando Petro era aún un candidato con inmensas posibilidades de llegar al Gobierno. La respuesta, y los resultados, están a la vista. Nada distinto a lo que viene ocurriendo, recurrentemente, en las últimas décadas, Ecuador, en Perú o en Argentina, por citar solo los ejemplos más notorios.
Por eso es que, con tanta recurrencia al escándalo, a veces el humor puede ser un excelente antídoto para poder seguir explicando la realidad, grotesca por momento, dura casi siempre. Al menos, en lo que a Sudamérica, respecta.
Y así, al ver lo que viene de ocurrir en Colombia, y todo lo que podría arrastrar todavía, sería mucho mejor imaginar al presidente y a su exembajador en Venezuela, escuchando, copa de por medio, aquel gran éxito de Garzón y Collazos que rezaba: «A mí deme un aguardiente/un aguardiente de caña…/a mí cánteme un bambuco de esos que llegan al alma…/ hay que orgulloso me siento de haber nacido en mi patria…» Después de todo, ambos pueden entonar la canción: «Soy colombiano» y ese, ese, es su escándalo.