Fundado en 1910

El presidente chino, Xi Jinping, llega a la sesión de clausura de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo ChinoEFE

Análisis Internacional

China y el nuevo desorden mundial

A medida que el poder de China ha ido creciendo es necesario determinar qué tipo de mundo quiere Pekín y qué tipo de orden global pretende construir

Que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, denominase el pasado martes a Xi Jinping, «dictador», durante un evento en California para recaudar fondos de su campaña de reelección, indica que su secretario de Estado, Antony Blinken, no se entendió muy bien con Pekín en su visita del día anterior para tratar de tender puentes.

Una mala noticia para el mundo, porque la creciente tensión entre China y EE.UU. es el principal motor de un mundo cada vez más peligroso.

Los analistas moderan algo más el lenguaje cuando se refieren a Xi y le dicen «autócrata», «autoritario» (como eufemismo), Biden le ha llamado abiertamente dictador. Por supuesto, el Gobierno chino ha protestado airadamente, calificando las palabras del presidente estadounidense de «extremadamente irresponsables» y de «provocación política».

Xi Jinping y el presidente de EE.UU. Joe Biden durante una reunión en Indonesia el 14 de noviembre de 2022Saul Loeb / AFP

A medida que el poder de China ha ido creciendo, los analistas occidentales tratan de determinar qué tipo de mundo quiere China y qué tipo de orden global pretende construir Pekín con su poder. Pero cada vez está más claro que, en lugar de intentar revisar en profundidad el orden existente o sustituirlo por algo distinto, los estrategas chinos se han propuesto sacar lo mejor del mundo tal y como es, o como pronto será.

En lugar de intentar salvar el sistema, Pekín se está preparando para su fracaso total

Los dirigentes chinos, de Xi para abajo, creen que la arquitectura global que se erigió tras la Segunda Guerra Mundial se está volviendo irrelevante y que los intentos de preservarla son inútiles. En lugar de intentar salvar el sistema, Pekín se está preparando para su fracaso total.

El optimismo de Kissinger en 2011, en su brillante análisis sobre China (Penguin/Random Hause, 2012, 2017), afirmaba que «las relaciones entre China y Estados Unidos no tienen que convertirse en un juego donde para que el uno gane el otro tenga que perder». Su profundo conocimiento del gigante asiático y su protagonismo en la diplomacia que acercó las relaciones de China y Occidente mostraba buenas expectativas.

Ahora el orden posterior a la Guerra Fría ha llegado a su fin. ¿Es una nueva guerra fría? Tal vez, pero muy distinta. ¿La globalización es un miembro amputado que aún creemos notar? Puede ser, pero sin duda no es ya esa globalización del mundo «unipolar», ni siquiera «bipolar» sino «multipolar» y es en ese gran sur global, donde se juega la partida.

Tengamos en cuenta que China es todo un continente, un mundo sin fin o como dice su tradición «un todo bajo el cielo». Por eso la interpretación de la realidad internacional que hacen los analistas de Pekín es digna de ser tomada en consideración, incluso puede ser más acertada que la narrativa de Washington. Al menos es importante tener en cuenta las aspiraciones de los países más poblados del mundo.

La estrategia estadounidense no funcionará si se limita a una búsqueda de actualizar un orden que se desvanece

Por eso, la estrategia estadounidense no funcionará si se limita a una búsqueda de actualizar un orden que se desvanece, impulsada por un deseo nostálgico de la simetría y la estabilidad de una época pasada.

China, por el contrario, se está preparando para un mundo dominado por el desorden, la asimetría y la fragmentación, un mundo que, en muchos sentidos, ya ha llegado.

Las muy diferentes respuestas de China y Estados Unidos a la invasión rusa de Ucrania pusieron de manifiesto la divergencia de pensamiento entre Pekín y Washington. En Washington, la opinión dominante es que las acciones de Rusia suponen un desafío al orden basado en normas, que debe reforzarse como respuesta.

En Pekín, la opinión dominante es que el conflicto muestra que el mundo está entrando en un periodo de desorden, que los países tendrán que tomar medidas para resistir. Esta perspectiva china es compartida por muchos países, especialmente en el Sur global, donde las afirmaciones occidentales de defender un orden basado en normas carecen de credibilidad. No se trata simplemente de que muchos gobiernos no hayan participado en la creación de estas normas y, por tanto, las consideren ilegítimas.

Xi dice que se están produciendo «cambios nunca vistos en un siglo». Una observación que para la China actual es uno de los principios rectores. Forma parte del pensamiento de Xi Jinping el nuevo «gran timonel» de la ideología oficial de China. Xi ve estos cambios como parte de una tendencia irreversible hacia la multipolaridad, a medida que Oriente asciende y Occidente declina, acelerada por la tecnología y los cambios demográficos.

Xi ve estos cambios como parte de una tendencia irreversible hacia la multipolaridad, a medida que Oriente asciende y Occidente declina

La idea central de Xi es que el mundo se define cada vez más por el desorden y no por el orden, una situación que, se remonta al siglo XIX, otra época caracterizada por la inestabilidad global y las amenazas a China. Tras la derrota de China a manos de las potencias occidentales en la Primera Guerra del Opio (1839), el diplomático Li Hongzhang (llamado «el Bismarck de China») y otros pensadores escribieron sobre «grandes cambios nunca vistos en más de 3.000 años».

Ellos observaban con preocupación que con la superioridad tecnológica y geopolítica de los occidentales habría un siglo de humillación para China. Pero Xi ve ahora los papeles invertidos. Es Occidente quien se encuentra en el lado equivocado y China tiene la oportunidad de emerger como gran potencia fuerte y estable.

Xi interpreta (combinando la retórica comunista con el darwinismo social) que la geopolítica actual es una «lucha por la supervivencia» entre superpotencias frágiles y replegadas por eso se hace inevitable un horizonte de «conflicto».