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Andrew Smith

La OTAN en Vilna o la difícil decisión de hacer lo que tiene que hacer

Desde la ocupación de Crimea en 2014, la OTAN y Occidente han elaborado una estrategia compleja y contradictoria para tratar de resolver el eterno problema de cómo encajar a Rusia en su marco de seguridad en el hemisferio norte y cómo contenerla en sus fronteras de 1991

El secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg y el jefe de la diplomacia europea Josep BorrellSimon Wohlfahrt / AFP

Ya lo decía Winston Churchill, «si estás atravesando el infierno, sigue adelante». Desde la implosión de la URSS en la Navidad de 1991, y sobre todo desde la ocupación de Crimea en 2014, la OTAN y Occidente han elaborado e implementado una estrategia compleja y contradictoria para tratar de resolver el eterno problema de cómo encajar a Rusia en su marco de seguridad en el hemisferio norte. Concretamente, como contener a Rusia en sus fronteras de 1991, a pesar de sus ambiciones históricas de recuperar el status de la antigua URSS, sin llegar a una confrontación directa con ella por el control de las exrepúblicas soviéticas al este de Europa y el Cáucaso.

Tras la «luna de miel» de Occidente con Yeltsin y el Putin de su primer mandato con la sistemática incorporación a la OTAN de todos los antiguos países del Pacto de Varsovia y las repúblicas bálticas concluidas entre 1991 y 2004, se entró de lleno en el marco estratégico del «extranjero cercano» o «patio trasero» de Moscú manteniendo una estudiada ambigüedad y sin extender la Alianza en este espacio.

Ivan Silayev con Boris YeltsinAFP

En las primeras crisis de Georgia, Moldova, Bielorusia y Ucrania, entre 2004 y 2014, la OTAN tuvo la fortuna que la asimetría de fuerzas en el escenario del conflicto aseguraban una confrontación breve y sin riesgo de escalada.

Las crisis seguían una pauta recurrente, eran breves y tras una acción de valentía de la república agredida se imponía la «correlación de fuerzas» y la derrota de la república exsoviética de turno. La derrota nunca era total pues las ambiciones de Moscú eran «contenidas» por ofensivas diplomáticas de urgencia y gestión de crisis de las potencias regionales presionando a las exrepúblicas a hacer concesiones a cambio de sobrevivir.

El ejemplo más claro es entre 2014 y 2022 en el cual una guerra entre la OTAN y Rusia se libraba por sus «valedores», Ucrania y las repúblicas pro rusas de Lugansk y Donetsk en el este del país aparentemente contenidas por los Acuerdos de Minsk I y Minsk II apadrinados por las potencias regionales europeas. Así pues la OTAN conseguía mantener su estrategia en el Este sin tener que extender garantías a las repúblicas agredidas con una combinación de retórica, sanciones y apaciguamiento.

En conflicto que se esperaba durara semanas, está durando años

La invasión rusa de Ucrania el 23 febrero de 2022 y la evolución del conflicto, es decir, la resistencia ucraniana y el fracaso de «putsch» ruso lo cambió todo. Un conflicto indirecto se convirtió en un conflicto directo y un conflicto que se esperaba durara semanas, está durando años.

La reacción inicial, tras comprobar que Ucrania se resistía al invasor ruso, fue aumentar la retórica, las sanciones y desplegando una ofensiva diplomática sin precedente. La novedad fue que tras las primeras dudas y ver que Moscú fracasaba en su objetivo de cambio de régimen en Kiev, la OTAN/Occidente abandonó el «apaciguamiento» y comenzó una asistencia militar y financiera escalonada para sostener la resistencia ucraniana para evitar una intervención directa. Está claro que Occidente tampoco podía abandonar a su cliente, sobre todo tras los fiascos de Afganistán e Irak.

Casas destruidas cerca de Leópolis, al oeste de Ucrania

Durante el curso de la guerra se pasó de una fase de resistencia a una serie de ofensivas y contraofensivas por ambas partes que consolidaron un frente relativamente estable hacia el invierno 2022/2023.

Moscú, a pesar de la fallida asonada de los mercenarios de Wagner, no parece dar señales de aminorar su empeño

Un frente estático y relativamente estable, pero como bien se demostró en la ofensiva rusa de noviembre a mayo en Bakhmut y desde el 8 de junio, la ofensiva ucraniana en el este de alto desgaste de material y efectivos. Una especie de frente occidental de la Primera Guerra Mundial en pleno siglo XXI.

Bombas de racimo urgentes

Rusia no gana y Ucrania no pierde y la guerra sigue ya en su segundo año. Moscú, a pesar de la fallida asonada de los mercenarios de Wagner, no parece dar señales de aminorar su empeño y Ucrania apuesta por la batalla decisiva que no se materializa por su propia debilidad, se está quedando sin munición de artillería y los rusos podrían aprovechar esos «huecos» en el frente, de ahí la urgencia de proporcionar bombas de racimo a Kiev para contener esas carencias mientras los trenes logísticos Occidentales resuelven el problema.

De todas formas, la guerra de atrición parece que continuara a corto y medio plazo. La asimetría de fuerzas no aboga por el éxito del más débil a largo plazo.

Quizás el régimen de Moscú y su resiliencia este a punto de quebrar, los incidentes del pasado 24 de junio muestran su aparente fragilidad. Pero eso sería apostar por un escenario poco probable y quizás un milagro. Occidente puede seguir enviando material de última generación, pero las posibilidades de expulsar a los rusos del Dombás o de Crimea con la correlación de fuerzas existente en los frentes y retaguardia es muy poco probable.

El presidente ruso Vladimir Putin durante su discurso en el Día de la Victoria

Así pues, llegamos a la Cumbre de Vilna de la OTAN en el punto crucial de esta fase de la guerra. ¿Seguiremos en esta fase? O ¿Entraremos en una nueva fase? ¿Continuará la escalada o se optará por continuar con la estrategia actual de alto riesgo bajo el manto de la contención?

Desde mayo de 2022, Kiev recibe más y más ayuda militar y financiera, aumentando su capacidad defensiva y ofensiva

A pesar de la simpatía y la empatía con Ucrania, la OTAN, con el presidente Biden al frente, han resistido escalar el conflicto y entrar en una nueva fase de confrontación directa. El resultado es que desde mayo de 2022 Kiev recibe más y más ayuda militar y financiera, aumentando su capacidad defensiva y ofensiva. En un principio misiles Javelin, Stinger y HIMARS, luego carros de combate, piezas de artilleria y BMRs, luego sistemas Patriot y misiles de medio alcance y drones, ahora bombas de racimo y aviones de combate.

Un soldado ucraniano vigila un cementerio de tanques y vehículos rusos destruidos, en las afueras de BorodyankaEFE

Cada aumento de ayuda y capacidad viene detrás del anterior cuando este no altera significativamente el campo de batalla y no logra romper el equilibrio estático del frente. Todo a un coste de bajas sustancial que por las diferencias demográficas afecta más a la víctima ucraniana que al agresor ruso.

¿Cuándo en el tiempo se decidirá que o el conflicto se transforma en un conflicto OTAN-Rusia, o se acepta una negociación o alto al fuego?

¿Cuántas rondas más de esta escalada paulatina puede efectuar la OTAN sin extenuar la capacidad de Ucrania? ¿Cuándo en el tiempo se decidirá que o el conflicto se transforma en un conflicto OTAN-Rusia, o se acepta una negociación o alto al fuego?

Todo parece indicar que no será estos días en Vilna, Lituania, ni en el transcurso del próximo año, pues todo augura que la decisión se demorara hasta nuevo aviso, en rugby se llama dar «una patada a seguir» pues otros en el equipo lidiaran con el problema más adelante.

Trump ha declarado que si él hubiera estado al mando, la invasión de Ucrania no se hubiera producido

El presidente Biden y muchos líderes de la OTAN para entonces pueden tener la fortuna de no seguir en el poder y tener que tomar una decisión tan complicada. El más que probable candidato republicano, Trump, ya ha declarado que si él hubiera estado al mando la invasión no se hubiera producido. Quizás, pero si llega a ganar a Biden en el 2024 se enfrentará a una decisión más crítica que la de Biden en agosto de 2021 cuando abandonó a Afganistán.

Los Estados Unidos unilateralmente pueden concluir esta guerra retirando su apoyo y abandonando a Ucrania. Esto requiere no solo un presidente dispuesto a tomar tal decisión, si no un Congreso que también apoye tal medida. Sería un cambio revolucionario en la política exterior y estrategia de Estados Unidos, un reconocimiento de que Washington no puede ni debe ser el gendarme global. Un desarrollo poco probable pero no imposible.

Zelenski y Biden durante su reunión en la Casa Blanca en 2022AFP

Lo más probable es que los Estados Unidos y la OTAN continúen con su estrategia ambigua pero nunca fallida. Como vamos viendo desde el fin de la Guerra Fría, la victoria en Ucrania, como la derrota de los talibanes en Afganistán, la democracia en Irak, la desnuclearización de Irán o la democracia en China a través del comercio, están para nuestros líderes siempre como quien dice «a la vuelta de la esquina».

A través de la historia las guerras tienen su propia dinámica, y esta guerra no va a ser una excepción. La OTAN y Occidente tiene opciones y decisiones difíciles y complicadas que tomar. Evitar hacerlo ahora solo las hará más difíciles de tomar en el futuro. Como decía el luxemburgués Junker ante una reunión de la Unión Europea en 2012, «todo el mundo sabe lo que tiene que hacer, lo que no sabemos es cómo salir elegidos después de hacerlo».