¿Europa está suficientemente preparada para la defensa de su flanco oriental?
La guerra de Ucrania ha servido para que Europa Occidental se tome en serio su defensa y seguridad, pero la OTAN mantiene muchas de las limitaciones de tiempos anteriores
Se acerca la cumbre de la OTAN (11 y 12 de julio) y es bueno preguntarse cómo está evolucionando la seguridad en Europa.
En la cumbre de Madrid del verano pasado, la OTAN reveló sus planes para reforzar sus defensas orientales, entre otras cosas multiplicando casi por diez las fuerzas de alta disponibilidad y ampliando los grupos de combate multinacionales desplegados en Polonia y los países bálticos hasta convertirlos en formaciones del tamaño de brigadas. Se trataba de un aumento de 1.500 a 5.000 soldados en cada lugar.
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Pero un año después, esas promesas siguen un desarrollo lento.
Desde el comienzo de la guerra de Ucrania, la presencia de tropas alemanas en el este de la OTAN ha aumentado de 653 a 2.225 efectivos; la de Francia, de 300 a 969; la de Holanda, de 270 a 595. Italia, por su parte, ha aumentado de 1.000 a 1.500 efectivos; España reparte un total de 1.150 soldados en el este europeo. Estados Unidos sí ha aumentado su presencia en Europa oriental considerablemente, de 5.000 a cerca de 24.000 efectivos.
Los miembros de la OTAN en el Este han emprendido movilizaciones históricas que harán que Polonia pronto posea más tanques que toda Europa occidental combinada.
La invasión rusa de Ucrania debería haber cambiado esta situación. Ucrania tiene actualmente prácticamente a todos los hombres sanos y a muchas mujeres en activo en el campo de batalla.
Pero, aunque esta guerra ha hecho mucho para que Europa Occidental se tome en serio su defensa y seguridad, la OTAN mantiene muchas de las limitaciones de tiempos anteriores que ahora es urgente replantear.
Garantizar la seguridad en la frontera oriental depende de que los Estados más grandes acepten sus responsabilidades
Garantizar la seguridad en toda la frontera oriental depende de que los Estados más grandes de Europa acepten sus responsabilidades. Si esta vez los aliados aciertan con la fórmula, según los analistas, resultará beneficioso para la disuasión frente a Rusia y en el Indo-Pacífico, frente a China. De otro lado está el riesgo de aumentar la confrontación.
En 1997, se negoció el Acta Fundacional OTAN-Rusia, un documento que no supuso una renuncia explícita a la expansión de la Alianza, pero sí fue un compromiso para actuar con cautela en el Este de Europa. La Alianza prometió que «en el entorno de seguridad actual y previsible» se centraría en la «capacidad de refuerzo más que en el estacionamiento permanente adicional de fuerzas de combate sustanciales». Y acordó los llamados «tres noes»: «ni intenciones, ni planes, ni razones» para emplazar armas nucleares en territorio oriental.
La primera gran sacudida se produjo cuando Rusia se anexionó Crimea, en invierno de 2014
Tras la Guerra Fría se quería crear un espacio favorable de compromiso con Rusia. Pero, el entorno de seguridad ha cambiado de forma espectacular. La primera gran sacudida se produjo cuando Rusia se anexionó Crimea, en invierno de 2014, incorporando la República de Crimea y la ciudad autónoma de Sebastopol, a la Federación de Rusia. Luego el conflicto en el este de Ucrania y, más tarde, la ocupación del 24 de febrero de 2022.
En este proceso, la OTAN respondió formando la «Presencia Avanzada Reforzada» (eFP, según sus siglas) con cuatro grupos de combate multinacionales repartidos entre Polonia y los países bálticos, con una nueva fuerza de alta disponibilidad. Pero había mucha cautela por la posibilidad de incumplir el Acta Fundacional, de hecho, el número total inicialmente eran 3.000 efectivos.
La OTAN ha dado un paso adelante tras este conflicto. Está en marcha la incorporación de Finlandia y Suecia. Ha ampliado la «eFP» en número total y cobertura geográfica. Se ha comprometido a ampliar las fuerzas de alta disponibilidad de 40.000 a 300.000 soldados, acompañado de un nuevo modelo de fuerzas y nuevas responsabilidades de defensa regional.
Pero pasado año y medio de guerra, los hechos sobre el terreno en el flanco oriental de la OTAN no son suficientes. Cuando se han producido cambios han sido impulsados por Estados Unidos, que ha ampliado sus fuerzas listas para el combate en Europa Oriental y ha liderado la modernización de su grupo de combate «eFP» en Polonia.
El proceso está siendo lento, por ejemplo, Alemania, tenía planes de enviar una brigada a Lituania, pero luego sugirió que el momento y el alcance de cualquier aumento de su presencia militar debía «seguir siendo flexible». Aun así, Berlín ha reafirmado recientemente su intención de cumplir su promesa, pero el calendario sigue sin estar claro.
De otra parte, Francia envió a Rumanía un batallón de sus mejores carros de combate y un sistema de defensa antiaérea, elevando su presencia total en unos 750 efectivos. Pero a los pocos días de hacerlo empezaron a aparecer informes de la inadecuada infraestructura rumana para facilitar el despliegue.
El problema más profundo sigue siendo la voluntad política
En ambos casos, el obstáculo inmediato son las infraestructuras, menos desarrolladas en el flanco oriental que en el occidental. Otras veces son las capacidades de los aliados las que resultan deficientes como los informes que indican que el ejército alemán, por ejemplo, no está aún en condiciones de desplegar fuerzas sustanciales en ningún sitio, ni siquiera en los países vecinos.
Pero el problema más profundo sigue siendo la voluntad política. Sin duda, los aliados de Europa Occidental defienden de boquilla el objetivo de reforzar las defensas orientales. Sin embargo, entre bastidores, las grandes capitales occidentales han presionado para que los nuevos compromisos en el Este se mantengan dentro de unos límites cómodos y manejables.