Anatomía del intento de aniquilación financiera de Nigel Farage en nombre de la temática «wokista» y Lgbt
Queda probado que el banco Coutts cerró la cuenta del político brexiter por motivos ideológicos
A mediados del mes pasado, Nigel Farage, exlíder de Partido para la Independencia del Reino Unido e iniciador, hace un cuarto de siglo, de la campaña que desembocó en 2020 la salida de su país de la Unión Europea, denunció que sus cuentas bancarias en entidades británicas habían sido cerradas en contra de su voluntad y que encontraba dificultades para abrir unas nuevas.
Fiel a su estilo populista y algo «conspiranoico», acusó al establishment de emprender una persecución política cuyo objetivo último sería obligarle a marcharse al extranjero. Aseveraciones que, en un principio, no fueron tomadas en serio por la clase política o los medios de referencia.
Los acontecimientos empezaron a precipitarse el pasado 3 de julio, cuando el ministro de Economía, Jeremy Hunt –cuyo temperamento e ideas se encuentran en las antípodas de los de Farage– mostró su preocupación por la denegación de servicios financieros a quienes «practican la libertad de expresión dentro de los márgenes de la ley».
Al día siguiente, la web de la BBC informó de que el motivo del cierre de la cuenta de la que Farage era titular en Coutts era porque no cumplía los requisitos de depósito mínimo, estimados en 3,5 millones de euros.
Coutts, hoy integrada en el conglomerado bancario NatWest, es una de las entidades financieras más antiguas y elitistas del Reino Unido, en la que tienen sus cuentas particulares varios miembros de la Familia Real.
La BBC empieza a dar marcha atrás el viernes 21 de julio al admitir que la información publicada dos semanas antes resultó no ser exacta.
Ese artículo fue modificado para reconocer que el informe «resultó no ser exacto». Tuvo que rendirse a las evidencias atestiguadas por Farage por medio de un documento de Coutts del que se desprendía claramente que la entidad financiera había cerrado su cuenta porque sus opiniones políticas no se alineaban con los valores del banco, pese a cumplir los requisitos de depósito.
Los valores en cuestión eran los de la «inclusión», término utilizado por el universo wokista y el lobby Lgbt, entre otros, para lograr avances en sus respectivas agendas.
El escándalo ya se desbocaba de forma irreversible y se agudizó al informar The Daily Telegraph de la cena que compartieron, Alison Rose, consejera delegada del grupo NatWest, y Simon Jack, periodista de la BBC, antes de la publicación del primer artículo –el que contenía información falsa– en la web de la radiotelevisión pública.
También se ha sabido que la ejecutiva de Coutts que gestionó el expediente de Farage, Camilla Stowell, fue una firme partidaria de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, por lo tanto, adversaria ideológica de Farage.
Así las cosas, Rose se vio obligada a pedir disculpas por escrito a Farage, lamentando los comentarios «profundamente inapropiados» que había hecho sobre él y afirmó que no representaban la opinión del banco. Demasiado tarde: el martes pasado presentó su dimisión irrevocable al frente de NatWest.
Su cabeza no ha sido la única que ha rodado: también lo ha hecho la de Peter Flavel, consejero de Coutts desde 2016.
No es la primera vez que el supuestamente legendario rigor informativo de la BBC queda en entredicho, pero nunca la reputación de un conglomerado bancario en un país poseedor de tan honda cultura financiera como la del Reino Unido había quedado hecha pedazos por motivos ideológicos.
El caso ha permitido que aflore el nivel de penetración ideológica de la temática wokista y Lgbt en los más altos niveles económicos del Reino Unido.
Como señalaba The Times en su editorial del 21 de julio, «Coutts no es el único que permite que el wokismo doctrinario triunfe sobre el buen juicio comercial. El año pasado, Halifax sugirió que los clientes que se opusieran a su política de ‘inclusión’ deberían plantearse abandonar el banco. Las acciones de la cadena de bricolaje Wickes cayeron el mes pasado después de que su director de operaciones dijera que los clientes críticos con el género no eran ‘bienvenidos’».