Entrevista a Sor Nadieska superiora de Las Hijas de la Caridad en Cuba
«Me duele sentir que estamos presos en una isla de la que muchos se han olvidado»
Durante mi infancia, nacida en el seno de un hogar católico, mi abuela de origen irlandés me inculcó el amor a Dios y a la oración, mientras que en la escuela nos adoctrinaban políticamente con la veneración ciega a Fidel Castro y al comunismo mediante el odio y el desprecio a la religión católica.
Asistir a la iglesia de La Merced los domingos y días entre semana, prepararnos para la comunión aprendiendo el catecismo constituía una afrenta difícil de entender para una niña. Mi abuela y yo resistíamos a la lluvia de piedras e injurias al entrar y salir de La Merced, debimos de mudarnos varias veces hacia la iglesia del Espíritu Santo.
Junto a Sor Esperanza, al hermano Raúl, a la señorita Miriam, y al Padre Ángel Gaztelu, poeta de la Generación Orígenes, aprendí el Santo Evangelio, tomé la comunión y la confirmación. Completé cuatro años de catequesis, deseaba convertirme en catequista, para devolver lo que había aprendido. No fue posible, la persecución de los católicos se agudizó. Nos alejaron de la iglesia a la fuerza, también yo me alejé por miedo a perder el derecho a los estudios; con el tiempo, decepcionada de mi misma, de mi cobardía y de la de tantos a mi alrededor, inclusive dentro de la iglesia misma, pulsé el timonel rumbo a otro destino. Sin embargo, nunca me alejé de Dios, de la Virgen María, de Jesucristo, de un amor mayor que dondequiera que he estado me ha acompañado y salvado.
En Cuba, nuevos hombres y mujeres de fe han iniciado una conversación profunda con el pueblo cubano, con sus valientes hijos e hijas. Esos sacerdotes y monjas han reintegrado una firme creencia en que sólo desde los valores profundos y la espiritualidad se podrá mover algo muy hondo en el alma de los cubanos. Es de agradecer. Una de ellas, Sor Nadieska, no ha abandonado nunca, tampoco ha sido olvidada por quienes la recuerdan desde el exilio, es muy querida desde dentro por los que se benefician de su hermosísima labor en el ardor cotidiano de la isla: la de juntar fuerzas para que el futuro de libertad esté cada día más cercano. Si a alguien me gustaría abrazar primero si alguna vez regreso a mi país sería a ella.
–He leído varios escritos suyos y noto en ellos un gran sentido de la responsabilidad acerca de la realidad en Cuba, y de la justicia, al mismo tiempo presiento un reclamo a través de la espiritualidad. ¿Los cubanos necesitamos observar y medir la situación en la que viven, dentro o en el exilio, también hallar refugio en la espiritualidad?
–Para mi rezar con la realidad es clave, no escribo nada si no es bajo la mirada de Dios y es desde esa experiencia orante la que me ayuda a discernir lo que debo pedir, reclamar, defender.
No lo llamaría refugio, estoy convencida de que es ahí donde encontramos, o al menos yo encuentro la fuerza y la humilde sabiduría para que no se apodere ni la impotencia ni la absoluta desesperanza y mucho menos la violencia que se genera ante tanta injusticia. Sé que Dios tiene la última palabra y él nos dará la gracia y el coraje necesario para lo que cada momento lleva.
–Desde hace unos años observo una hermosa conjunción entre los religiosos del país y su pueblo, eso se pudo comprobar el 11 y 12 de julio del 2021. Pienso que tiene que ver con una manera distinta con la que tanto sacerdotes y monjas se han comunicado con los cubanos. ¿Podría darme su punto de vista?
–Esta pregunta me sorprende y a la vez me deja expresar respetuosamente lo que llevo pensando hace tiempo: Cada época tiene lo suyo y sería una injusticia si no reconozco lo que otros religiosos y religiosas, sacerdotes, obispos han hecho también en defensa de nuestro pueblo. Sin embargo, también los tiempos cambian y este momento nuestro lleva además una cuota alta de cercanía, riesgo, respeto hacia un pueblo que como nunca se había visto sumido en tanta desolación.
Creo que la experiencia de quienes nos han precedido y ahora son mayores, y quieren protegernos -eso es válido-, pero prefiero que me y nos acompañen, nos respalden y junto a nosotros levanten su voz experimentalmente profética y aun esperada y escuchada.
No perdamos de vista que ahora hay más información por el uso de las redes sociales y esto hace posible que a nuestras voces se les escuche y también se les juzguen o silencien.
–¿Cómo se ve usted, como una cubana más, aparte de ser religiosa, con su encomienda ante Dios, dentro de una sociedad social-comunista, bajo una tiranía de más de 64 años?
–Quiero rescatar lo primero: Una cubana más, me fascina saberme así, intento vivirme así, no siempre es fácil porque uno no pasa desapercibido, y cuando te reconocen hay gestos discretos de cercanía y cariño.
Me duele sentir que estamos presos en una isla de la que muchos se han olvidado
Como una cubana más sufro impotencia, cansancio y muchas veces lloro de rabia cuando veo, cuando palpo la vida de la más pobres o de los que el sistema va empobreciendo, porque no es secreto para nadie que en todas las sociedades siempre los pobres son los más lacerados... No me avergüenza decir que muchas veces no tengo ni fuerzas ni ánimo para empezar el día, que muchas veces escucho y hago silencio porque no hay respuesta para tanto sufrimiento, me duele sentir que estamos presos en una isla de la que muchos se han olvidado y no juzgo, simplemente soy de las que como cubana, como una más he hecho la opción de acompañar, aunque sea a tientas, a mi pueblo, hasta verlo sonreír y yo con ellos.
–Le haré una pregunta tal vez frívola por almodovoriana, es una pregunta que no sólo me hago yo, sino que muchos cubanos se la hacen, ¿Qué hemos hecho los cubanos para merecer esto? Me refiero a semejante castigo inhumano. ¿De qué debiéramos arrepentirnos?
–Creo que hay que dejar claro que lo que estamos sufriendo no es algo que nos merezcamos, es algo impuesto por un sistema que sólo busca aplastar al ser humano, que durante décadas ostentan y abusan de toda una nación bajo un poder que surgió desde sus inicios con la mentira y la intimidación.
Ningún pueblo se merece ser sometido a sufrimientos que parecen no tener fin
A mi modo de ver tendríamos que arrepentirnos de haber permitido que el miedo se apoderará de nosotros y por ese miedo estemos lejos de Dios, no Dios lejos de nosotros; nosotros hemos invertido los valores y esa irresponsabilidad nos está pasando factura.
Tendríamos que arrepentirnos de nuestra falta de valor, de coraje y de unidad, si juntos pensáramos, si juntos buscáramos alternativas, si dejásemos de pensar en lo que nos puede pasar a nosotros, a nuestra familia, y nos atreviéndose de verdad a reclamar, a pensar, expresar y todo esto sin violencia con decoro y dignidad, sin exclusiones, entonces nuestra sociedad tendría la libertad deseada que no llegará sin esfuerzo y desde adentro.
La lucha por sobrevivir es mayor que nuestro deseo de ser libres
Tendríamos que arrepentirnos de no creer en nuestras propias fuerzas, porque creo que nuestra resiliencia nos haría ponernos en pie y de pie, pero la lucha por sobrevivir es mayor que nuestro deseo de ser libres.
–Algunos cubanos, relativamente jóvenes, instalados en esa comodidad generacional que les ha inoculado el castrismo, opinan que la solución futura sería un socialismo nuevo para Cuba, porque según ellos el socialismo no se ha construido verdaderamente en la isla, y ahora tildan al castrismo de régimen conservador... No lo veo así, pero me gustaría conocer su opinión como mujer, como cubana, como católica.
–Hay muchos instalados en ese modo de vivir, con sus ganancias evidentes en un sistema que por conveniencia les permite lujos que ni por asomo llegan a la mayoría del pueblo.
El socialismo es un sistema fallido, saben perfectamente que ellos viven y el resto respiramos
Ellos saben que el socialismo es un sistema fallido, saben perfectamente que ellos viven y el resto respiramos.
Creo que no quieren reconocer que no son ellos los que van a generar un cambio, ellos no han aprendido de los tantísimos errores, y peor aún esas generaciones más jóvenes no se ni si realmente creen en lo que dicen o son simples marionetas.
Yo creo que Cuba necesita un sistema que la libere del haber perdido el pensar por si misma, un sistema que genere valores, un sistema de posibilidades para todos, sin paternalismos, donde recuperemos la independencia social, el deseo de trabajar y de ver compensada nuestras necesidades con nuestro propio esfuerzo.
–¿Ve alguna esperanza a corto plazo para la sociedad cubana?
–Ojalá, pero no la veo, lo que si me alegra y me da cierta esperanza es que poco a poco hemos ido recuperando la voz; el estallido social del 11J del 2021 marcó la historia de Cuba y en medio de los miedos siguen las protestas y los reclamos.
Creo además que, al ir tomando conciencia de sociedad cívica, va implicando que nuestros derechos sean respetados, que nadie nos tiene que decir lo que tenemos o podemos hacer, es algo que se había perdido y que muy tenuemente vamos recuperando.
Hay laicos que por opción van formándose y formando a otros dentro y fuera de Cuba a fin de que pensemos en un posible cambio y su inminente respuesta.
–Por último, Madre, ¿Quién es Sor Nadieska, sin tener que remitirnos al cuéntame tu vida de las entrevistas normales? ¿Quién es usted desde la espiritualidad, desde la cubanidad, y desde la verdad y la belleza de Dios?
–Soy una Consagrada, miembro de la Congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul.
Soy una mujer feliz, me siento realizada como mujer, y el haber recibido la vocación ha sido una de las mayores bendiciones de mi vida.
Como cubana sufro profundamente todo lo que vive mi pueblo, sin embargo, sé que Dios me ha regalado el poder mirar de manera esperanzada y eso es lo que intento compartir una y otra vez.
Soy de las que quiero estar en mi patria hasta el final de mi existencia, no me concibo fuera de ella, amo esta isla desde lo más hondo de mis entrañas y disfruto de mi bandera como si fuera la única que existiera.
Sigo encontrando belleza en los rostros desde el más alegre hasta el más sufrido y cada mañana pido la gracia de optar por el bien y sobretodo por ser gesto oportuno y palabra de Dios para todos.
Soy frágil también como todo ser humano y me lo recuerdo una y otra vez para que no se me olvide que esa fragilidad me une a cada persona, que no me hace ni mejor ni peor que nadie, simplemente me gusta colocarme dentro de lo normal, porque los religiosos corremos el riesgo de que nos idealicen y eso hace daño, mucho daño, sólo tengo una vocación diferente, pero el barro es el mismo.
Mi nombre real es Nadeslida Almeida Miguel, aunque me conocen por Nadieska, de adolescente me llamaba la atención la vida militar por la rectitud que creía que existía dentro de ella, por gracia de Dios y dolorosamente la vida familiar giró y Dios tenía otro plan para mi.
Estudié un técnico medio de Química y ya iba perfilando mi opción de vida; a los 18 años entré en la compañía de las HC, llevo casi 31 años de vida Consagrada. Dentro de la Congregación estudié enfermería, reto difícil pero hermoso, aun conservo amigos de aquella época que no se avergonzaron de tener una amiga monja... Juntos crecimos aprendiendo a respetar nuestros límites. Me fascina ser enfermera, es una vocación personal, que me identifica mucho con el Carisma Congregacional.
La compañía me ha preparado desde las primeras etapas y he servido como Formadora, Hermana sirviente (superiora de comunidades locales), Consejera y asistenta provincial.
También presté servicio durante tres años y medio como presidente de la Conferencia Cubana de Religiosos (CONCUR) ese fue un regalo inmenso, porque me permitió acompañar la vida Consagrada y enriquecer mi vida espiritual con el conocimiento de los carismas tan diversos y tan del Espíritu.
–Muchas gracias, Madre.
–Mil gracias de corazón.