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Antonio Ledezma
Antonio Ledezma

Nada se arregló en Venezuela

Mal puede estar «arreglándose» un país cuando su índice de inflación se encuentra entre los más altos del mundo (404 %) superando a Líbano, Siria, Argentina, Zimbabue, Sudán y Surinam

Actualizada 04:35

Una persona vende globos y pelotas, el 9 de marzo del 2022, en Caracas (Venezuela). El incremento del salario mínimo en Venezuela en un 1,705 %, anunciado por el presidente Nicolás Maduro la semana pasada y que pasará de 1,6 dólares al mes a poco menos de 29 dólares, es insuficiente

Una persona vende globos y pelotas en las calles de CaracasEFE

Desgraciadamente, Venezuela, por donde se la mire, continúa presentando un delicado cuadro que refleja la multiplicidad de problemas que agobian a millones de sus habitantes. Por eso son miles los ciudadanos venezolanos que insisten en escapar de esa hambruna generalizada. Ese espantoso desborde humano, ese deslave que va corriendo por los cauces del planeta, son la prueba más fiel de que nada se ha arreglado, así se desprende de los testimonios desgarradores de los sobrevivientes de la Selva de Darién, los que se salvaron de morir ahogados cruzando el río Grande o asesinados en una de esas hostiles y peligrosas trochas.

Las páginas de los medios de comunicación y las corrientes que circulan por las redes van teñidas de sangre con esas noticias que dan cuenta de niños que mueren en naufragios y de mujeres que son víctimas de la trata de blanca.

Mal puede estar «arreglándose» un país cuando los índices de inflación que mide Trading Economics le adjudican a Venezuela los sumarios más altos del mundo (404 %) superando en ese ranking a Líbano, Siria, Argentina, Zimbabue, Sudán y Surinam como las naciones que más tienen disparada la señal de inflación anualizada.

Y todo indica que ese trauma no va a desaparecer, ya que Maduro mantiene encendida la maquinita que imprime dinero inorgánico en el Banco Central de Venezuela, ente emisor convertido en el casino financiero del régimen. Bien se sabe que la monetización del déficit fiscal solo trae consigo más devaluación e inflación.

La «bolita de la suerte», por órdenes del gobernador del estado Mérida, gira en el biombo que hace activar en la ciudad capital de esa entidad andina, para poner a jugar a la buena suerte a miles de ciudadanos que tratan desesperadamente de conseguir algo de gasolina para sus unidades de transporte; es la solución más a la mano que tienen los jerarcas de la revolución. Pero no obstante, Diosdado Cabello fue a Cuba a jurarle a sus tutores castristas que «se quedaran sin combustible los venezolanos, pero ustedes jamás. Nosotros les garantizaremos lo que sea necesario, aun a costa de nuestro propio sacrificio».

En esta área tampoco la cosa se ha arreglado. La OPEP recién dio a conocer en su Boletín Mensual del Mercado Petrolero correspondiente a julio 2023 que, «la producción de Venezuela fue 772 mil barriles por día (b/d), según las fuentes independientes o secundarias. Por lo que la producción de petróleo venezolana incrementó 5,04 % con relación al mes anterior y aumento 17 % con relación a julio 2022».

La verdad, según esos datos creíbles, es que «Venezuela produjo 1.198.000 b/d por debajo de la cuota asignada de la OPEP de 1.970.000 b/d – fijada en la reunión de Marzo 2016». La cacareada rehabilitación de Chevron no pasa de los esfuerzos de esta empresa que busca simplemente pagarse lo que le debe la dictadura madurista.

La contracción económica que acusa Venezuela también desmiente la conseja de que «todo se está arreglando en el país». Veamos que nos muestra la información de Banca y Negocios, en el ámbito del ensamblaje de vehículos: «Durante julio de 2023, se ensamblaron en el país solo 3 unidades del modelo Granite GU813 de la marca Mack de Venezuela, sumándose a las 14 unidades ensambladas hasta junio para un total de 17 en el año». En disparidad, el mes anterior, junio de 2023, según ese mismo informe citado, «no se registró ningún ensamblaje en el país, lo que hace que julio sea un mes de retoma de actividades».

En el campo educativo los datos son, sencillamente, aterradores. Es obvio que un país en donde el calendario escolar comprende 180 días hábiles de clase y solo laboraron 48, es porque está metido en un profundo abismo.

¿Puede estar arreglado un país en cuyas escuelas suspendan las actividades por falta de agua y fallas de electricidad? De acuerdo con datos de la organización Con la Escuela, que también ponen al descubierto que «el 42 % de los docentes reportaron inasistencias de los niños durante los días en los que no se otorgó el Programa de Alimentación Escolar (PAE)».

Hay que ponerle el ojo a las revelaciones del Dr. Oscar Iván Rose, coordinador de la Asociación Civil Con la Escuela, que indica que «las consecuencias de esta situación es, entre otras cosas, lo que internacionalmente se llama rezago de aprendizajes, pérdida de aprendizajes o pobreza de aprendizajes, algo que ya venían presentando los jóvenes tras la pandemia».

Rosi también llamó la atención al señalar que «Venezuela está en riesgo de quedarse sin capital formado, capital de talento humano, el país se está descapitalizando de capital profesional. Estamos en una situación muy preocupante que le compete a todo el país».

En un magnífico trabajo periodístico publicado en el portal de El Nacional, suscrito por la comunicadora Erika Hernández, se precisa que «la pobreza de aprendizajes es un indicador que mide el porcentaje de niños que no puede leer y comprender un texto simple a los 10 años, de acuerdo con el Banco Mundial.

En promedio los niños de tercer grado pueden leer solo 45 palabras por minuto, aun cuando los estándares internacionales establecen que en esta etapa deben leer 85 palabras por minuto y en segundo grado una media de 60 palabras por minuto. Tres docentes consultadas por la periodista a cargo de ese trabajo investigativo, que pidieron permanecer en el anonimato, dijeron que «alrededor de 30 % de los estudiantes de sus salones pasaron de grado sin contar con las competencias suficientes para afrontar el programa escolar del próximo año. Los que alcanzaron la meta lo hicieron gracias al apoyo e interés de los padres y con ayuda de tareas dirigidas».

Otras cifras recientes aportadas por la Federación Venezolana de Maestros, indican que «al menos 90 % de los estudiantes de 6° grado no están preparados para avanzar al bachillerato, lo que influye en que muchos deserten en los primeros años al no poder cumplir con las exigencias. Mientras tanto las exploraciones adelantadas en la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) confirman que «alrededor de 1,5 millones de niños, niñas y adolescentes no están escolarizados en Venezuela».

Queda a la vista de todos que «la pobreza es el principal factor para la exclusión educativa debido a que los hogares buscan maximizar el aprovechamiento de su fuerza de trabajo para compensar la merma de los ingresos familiares». El estudio, que incluyó 638 entrevistas en 16 estados venezolanos, también reveló otros datos preocupantes como que 11,4 % de los encuestados solo pudo culminar la primaria, mientras que 34,2 % completó la educación secundaria.

En conclusión, es fácilmente rebatible la falsa narrativa según la cual «todo en Venezuela está bonito y arregladito». Los lamentables hechos hablan por sí solo. Tengo claro que sin educación con calidad no hay futuro promisorio.

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