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Entrevista al exministro de Exteriores de Brasil

Ernesto Araujo: «Lula ha instalado la censura y la persecución política en Brasil»

Posiblemente sea el único intelectual que formó parte del Gabinete de Jair Bolsonaro. Ministro de Asuntos Exteriores entre 2019 y 2021, analiza en El Debate la actual situación de Brasil

Diplomático de carrera, Araujo hace repaso al anterior gobierno, señala los puntos oscuros del actual que preside Lula da Silva y ofrece su versión de lo que sucedió en Brasilia durante el asalto de una turba a las sedes de los tres poderes.

–¿Qué ha pasado en Brasil desde el 1 de enero que Lula asumió el poder?

–Se ha instaurado un clima de persecución política y censura a la libertad de expresión con un sistema judicial muy identificado con Lula y con la izquierda. Aunque lo niegue, la Corte Suprema tiene muy claras sus simpatías hacia Lula y sus antipatías hacia los críticos con su gestión.

–¿La relación con la prensa ha mejorado o empeorado con Lula?

–Hay dos claros ejemplos de lo que pasa con periodistas de la prensa alternativa que tienen mucha presencia en las redes sociales y que son pro Bolsonaro. Alan Santos y Paulo Figueredo han sido objeto de la persecución judicial en la que incluso se le retiró el pasaporte mientras estaban en Estados Unidos y en el caso de uno de ellos se pidió a la Interpol que lo detuvieran.

En ambos casos habían hecho investigaciones periodísticas que mostraban el comportamiento criminal por parte de jueces de la Suprema Corte, es decir, un trabajo normal de un periodista de investigación creando así una intimidación en contra del trabajo periodístico.

La nueva Fiscalía que creó Lula, denominada, en Defensa de la democracia, en realidad es una designación de George Orwell, es decir, lo contrario.

– ¿Para qué crea Lula esa fiscalía exactamente?

–Lula creó esta fiscalía especial dentro del Ejecutivo, escenario que no contempla la Constitución brasileña. Lo hizo para la defensa directa del gobierno y para atacar a sus enemigos políticos.

La persecución venía desde antes de que se creara esa fiscalía especial y venía directamente de la Suprema Corte, que eso también es un absurdo jurídico, porque la Suprema Corte en Brasil se arroga el papel de la acusación en una muestra de concentración de poder sin precedentes.

Este clima de intimidación hace que si eres periodista o aunque no lo seas pienses diez veces antes de hacer una crítica normal a quien esté en el poder. Esto es trágico porque las noticias no se difunden y la gente vive en un régimen de miedo al que yo llamo un Estado soviético de Derecho.

Ernesto Araujo, exministro de Exteriores de Brasil durante el Gobierno de Jair BolsonaroThorun Piñeiro

–¿Ya no hay Estado de derecho en Brasil?

–No lo hay porque un Estado de Derecho requiere separación de los poderes. No puede existir con una relación incestuosa entre el Ejecutivo y el Judicial.

Hay una sensación de impunidad, porque no solamente se anuló el caso de corrupción contra Lula sino todos los procesos de Lava Jato en el que incluso algunos de los condenados eran confesos.

Se anuló absolutamente todo por parte de la Suprema Corte argumentando supuestos fallos procesales lo que permitió que Lula saliera de la cárcel y asumiera la candidatura a la presidencia.

Ahora un juez de la Suprema Corte anuló todas las pruebas recogidas durante la investigación. ¿Qué implica eso? Implica que miles de millones de dólares que habían sido recuperados de corruptos que tenían cuentas en Estados Unidos y Suiza y regresaron al Tesoro de Brasil, ahora deberán ser devueltos a los que habían sido condenados por corrupción.

– ¿Cómo se llegó a esto? ¿El Gobierno de Bolsonaro intentó revertir o contener esta situación?

–El presidente Bolsonaro llegó con una propuesta de cambio en la manera de hacer política en Brasil y empieza a gobernar sin hacer acuerdos políticos por debajo de la mesa, sin hacer reparto de cargos y direcciones en compañías estatales, sin repartir fondos legales –y a veces ilegales– para conseguir apoyos en el Parlamento.

Recientemente el propio Luis Barroso (juez del alto tribunal y elegido recientemente para presidirlo) admitió que la Suprema Corte se ha vuelto en un organismo político cuando dijo en un mitin de la Unión de los Estudiantes ‘derrotamos a Bolsonaro’. O sea, de alguna manera él o la Suprema Corte participó de esa victoria política.

Aquí es importante recordar que el presidente del Tribunal Electoral que maneja los resultados de las elecciones siempre es un juez de la Suprema Corte.

–¿Hubo por así decirlo un bloqueo al Gobierno de Bolsonaro?

–Sobre todo a partir de 2020 empieza una articulación de fuerzas políticas con mandato electoral y sin el para inviabilizar a Bolsonaro y su política de cambios estructurales. Desde entonces ya no se hicieron reformas importantes o de apertura económica hacia el mundo.

Brasil es una economía capitalista de falso mercado donde los monopolios privados pagan tributos como vasallos

El sistema corrupto quiere el control estatal de toda la economía. Brasil es una economía capitalista de falso mercado, es una economía de monopolios tanto públicos como privados. Pero los monopolios privados pagan tributos como vasallos ante el sistema político.

El éxito empresarial en Brasil no se define por la calidad de los productos o servicios, sino por la amistad que se tiene o no con los políticos a eso se llama el capitalismo de lazos.

–¿Bolsonaro no fue capaz de tener mano izquierda con los empresarios?

–No, los empresarios iban a adaptarse, pero la clase política no quería perder sus privilegios. Si eres un político en Brasil, todos los días llega un empresario a tocar tu puerta buscando que cambies una ley o le facilite un contrato. Y el político va a decir sí o no según la cantidad de amistad y esta, a veces, es cuantificable en dinero.

La amistad a veces es cuantificable en dinero

-Pero la Corte Suprema cómo interfiere...

–La Suprema Corte empieza a actuar más allá de su deber constitucional interfiriendo en la labor del Congreso y eso debilitó al Gobierno y generó la idea de que había una mayoría en contra de Bolsonaro. Se desatan los rumores de que podría haber un impeachment o una destitución como pasó con Dilma Rousseff.

El presidente empezó entonces a hacer acuerdos con las fuerzas políticas tradicionales y cayó en la misma manera de hacer política de siempre para conservar la presidencia. Todo con la vista puesta en la reelección.

Ernesto Araujo, ministro de Exteriores de Brasil durante el Gobierno de Jair BolsonaroThorun Piñeiro

–¿Significa que el regreso de Lula no es un triunfo de la izquierda sino de un sistema corrupto?

–Hay un componente ideológico porque desde que llegó Lula al poder, en el 2003, se firmó un gran pacto entre la izquierda y la oligarquía corrupta. La izquierda pasa a ser parte de ese esquema en el que también está una derecha que llamamos derecha permitida.

Bolsonaro llegó como la derecha fuera del sistema. La gente que estaba en contra del sistema se identificó con la derecha, mientras que la izquierda estaba identificada, con razón, con el sistema corrupto.

La falsa derecha se une a la izquierda para recuperar a Lula porque era el único que tenía la posibilidad de enfrentar la popularidad de Bolsonaro

El sistema decidió sacar a Lula para ganarle a Bolsonaro como parte de un pacto que tiene la izquierda con otras fuerzas para recomponer el sistema que existía antes de Bolsonaro.

Por eso a los políticos brasileños les gusta China. El régimen sabe cómo hacer negocios con los políticos brasileños, es buen amigo del sistema corrupto brasileño.

–¿Ese vínculo con China es solo económico o también político?

–Las dos cosas van juntas. Cuando el PT (Partido de los Trabajadores de Lula) llegó al poder en 2003, descubrió sus simpatías ideológicas con China y por supuesto con Rusia, donde daba inicio al régimen de Putin y retomaba las políticas soviéticas. Lula descubre que eso puede traducirse en una inserción interesante para él en el sistema político brasileño.

Una de las primeras cosas que hizo Lula fue destruir el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que era el proyecto de un bloque comercial de todas las Américas. Entonces se decía que no podíamos ser dependientes de Estados Unidos.

También se olvidaron prácticamente del acuerdo Mercosur con la Unión Europea y empezaron a construir una relación con China que no ha sido solo por razones de mercado. A partir del 2008 China se convierte en el principal socio comercial y el discurso de la dependencia económica se deja aun lado, porque ahora la dependencia es con quienes en verdad querían que fuera.

Si Rusia está preparando espías en Brasil quizás tenga una presencia de inteligencia que va más allá de eso

–¿Hasta dónde el regreso de Lula está condicionado al apoyo de China y Rusia?

–Yo diría que bastante. El año pasado se descubrió que dos o tres espías rusos con identidad brasileña habían sido formados en Brasil para mandarlos a La Haya, a la Corte Penal Internacional y a Washington. Si Rusia está preparando espías en Brasil quizás tenga una presencia de inteligencia que va más allá de eso.

Rusia tiene una influencia que no es pública en Brasil, pero que juega en favor de Lula, como pasa en el resto de Sudamérica. En Venezuela ha sido el gran garante de Maduro, pero posiblemente jugó en favor de Gustavo Petro en Colombia y del partido de Evo Morales en Bolivia.

Rusia directa o indirectamente a través de mafias actúa en Sudamérica en favor de los gobiernos narcos socialistas

–Pero Bolsonaro también tenía buenas relaciones con Putin, fue a verlo poco antes dela invasión de Ucrania.

–Bolsonaro tuvo la ilusión de que Putin sería su gran amigo y un gran aliado en el mundo. Creo eso fue un error gigantesco de política exterior porque, a fin de cuentas, todos los mecanismos que Moscú tiene no los iba utilizar jamás en apoyo de Bolsonaro y si lo hubiera hecho sería un apoyo negativo, porque es el tipo de apoyo que tú no quieres.

–¿Y el vínculo con China?

China está siempre bien posicionada porque ya había tenido mucha presencia en el gobierno de Bolsonaro a través de su influencia en el Congreso donde tenemos lo que llamamos el grupo parlamentario del agro, que son 200 de los 500 diputados y otro tanto de senadores que están vinculados a los intereses chinos.

La política exterior de Bolsonaro en su último año se estaba pareciendo cada vez más a la de Lula

–¿Si en algo se parecen Lula y Bolsonaro es que los dos tendían la mano tanto a Putin como a Xi Jinping?

–Si, justamente he señalado eso. La política exterior de Bolsonaro en su último año se estaba pareciendo cada vez más a la de Lula. Tomó una postura muy débil con los regímenes narco socialistas del Foro de Sao Paulo, se acercó de manera muy explícita a Rusia y dejó que China dictara muchas políticas y consolidara un monopolio del sector agrícola brasileño.

El sector agrícola de Brasil, el más competitivo del país ya pertenece a un proyecto de poder de China

Los chinos y rusos dominan el mercado de fertilizantes en Brasil. Es una dependencia que se ha creado en lugar de desarrollar una producción brasileña que tiene gran potencial, pero no está explotada.

Por otro lado, las empresas chinas, que al final responden al Partido Comunista, tienen el control del puerto de Paraná y el de Santos, que es el más grande de Hispanoamérica, desde el que se exportan granos.

Ernesto Araujo, exministro de Exteriores de Brasil durante el Gobierno de Jair BolsonaroThorun Piñeiro

–En este contexto ¿Estamos ante una versión de Lula distinta a la de sus primeros gobiernos?

–Es una versión peor porque tiene mucho más control del aparato estatal. La alianza con la Suprema Corte está perfeccionada y ahora goza de una impunidad absoluta. En sus primeros gobiernos había sectores independientes en la Fiscalía, en la Justicia, que lo investigaron y lo llevaron a la cárcel, pero ahora no hay control alguno.

Lula ha perfeccionado su alianza con la Suprema Corte y ahora goza de una impunidad absoluta

Ahora hay un sistema más sofisticado que demoniza la oposición y la manifestación popular llamándola fascista o golpista.

En la parte internacional creo que ahora los aliados naturales de Lula están más fuertes comparativamente que en 2010 cuando dejó el poder. Lo cierto es que entonces el mundo democrático era más fuerte.

–El edecán de Bolsonaro, Mauro Cid, ha declarado que el expresidente consultó a la cúpula militar para valorar un golpe de Estado. ¿Qué opina de esto?

–Habría que ver si es cierta esa confesión porque esta bajo secreto de sumario. Ahora, yo me pregunto ¿si Bolsonaro quería dar un golpe por qué no lo dio cuando todavía estaba en la presidencia? ¿por qué esperar a estar fuera del Gobierno para convocar a la gente?. No tiene mucho sentido.

Bolsonaro nunca ha dado ningún apoyo explícito a ninguna esperanza de una intervención militar

–¿Cómo fue posible ese asalto a las sedes de los tres poderes?

–Creo que hay dos hipótesis de lo que sucedió ese día: un movimiento espontáneo o un movimiento a partir de agentes infiltrados o de provocación que querían realmente crear una crisis para justificar la posterior persecución a los opositores.