Israel: sólo hay una verdad
Hezbolá, Hamás y la Yihad Islámica, actúan al margen de toda convención reguladora de los límites de la guerra. Todos tienen el objetivo común de hacer desaparecer el Estado de Israel, para establecer un Estado palestino islámico
Cada vez más, la historia está dejando de ser un relato veraz de lo sucedido para pasar a convertirse en una ciencia selectiva tan solo de los acontecimientos y de los personajes que mejor se adecuan a los intereses y a los objetivos políticos del presente.
E incluso cuando se considera necesario se hace desaparecer el propio pasado, borrando aquellos hechos que permiten mejor explicar las posiciones contrarias al pensamiento único imperante, que es totalmente excluyente de cualquier alternativa a su dogmático ideario.
El fundamentalismo islámico pretende desaparecer el país judío, para implantar en Tierra Santa un estado teocrático de naturaleza exclusivamente musulmana
Lo dicho se manifiesta de forma evidente en el manejo tendencioso de la información que se viene produciendo en España desde hace unos años, en relación al conflicto político-militar existente en Oriente Medio, a causa del no reconocimiento por parte de los países árabes del derecho a la existencia del Estado de Israel, así como por la pretensión del fundamentalismo islámico de hacer desaparecer el país judío, para implantar en Tierra Santa un estado teocrático de naturaleza exclusivamente musulmana, siguiendo el modelo de Arabia Saudí o de Irán, según sea sunní o chiita la facción terrorista dominante.
Las razones para crear Israel
Y así vemos cómo nadie recuerda las razones que determinaron la creación del Estado de Israel, como consecuencia de una Resolución mayoritariamente aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947, que puso fin al Mandato británico en Palestina, decidiendo la partición del país en dos estados, uno árabe y otro judío.
Y nadie recuerda que desde el mismo instante de la aprobación de la Resolución de la O.N.U., la Liga Árabe anunció que no acataba dicha Resolución, negándose a aceptar la existencia de un Estado judío y amenazando con una intervención militar.
Y desgraciadamente la amenaza se ha hecho realidad de manera continuada hasta nuestros días, bien bajo la forma de una guerra convencional, bien bajo el manto criminal del terrorismo.
Cuatro guerras
Cuando el 14 de mayo de 1948, el líder hebreo Ben Gurión proclamó la independencia de Israel y el nacimiento del Estado judío, se produjo de forma inmediata el ataque combinado de los ejércitos de los países árabes vecinos, iniciándose así la primera de las cuatro guerras que en sus 75 años de existencia sufriría Israel, siempre en el legítimo derecho a la defensa de su supervivencia como nación libre y siempre también en respuesta obligada a la iniciativa bélica de sus vecinos árabes.
La primera guerra se conoce como «la guerra de la independencia» y según los datos de la O.N.U. ocasionó el desplazamiento forzoso de 710.000 palestinos y de más de ¡800.000 judíos! que se vieron forzados a abandonar sus asentamientos sitos en los territorios árabes, dato este último totalmente silenciado.
Tres veces más sufrió Israel el ataque de las naciones árabes de su entorno, empeñadas en su desaparición. En 1956, la segunda, conocida como la guerra del Canal de Suez. La tercera en 1967, la llamada guerra de los seis días y por último la cuarta, en 1973, la guerra del Yon Kipur.
Nadie quiere recordar hoy, que todas estas guerras para Israel siempre fueron de absoluta supervivencia
Nadie quiere recordar hoy, que todas estas guerras para Israel siempre fueron de absoluta supervivencia, agravadas las contiendas además por la más absoluta de las desproporciones en los medios humanos en liza.
En efecto, si tomamos los datos actuales de población, Israel tiene 9.364.000 habitantes, mientras que los países árabes fronterizos, Líbano, Siria, Jordania, Palestina y Egipto, tienen una población de 144.512.993 habitantes, 15 veces más que la población judía, proporción que se dispara si tomamos el dato del total de la población de los 22 países de la Liga Árabe, que suman 447.251.557 habitantes, casi 48 veces más que Israel, cifra que con el añadido del Irán de los ayatolas nos arroja una proporción de 1 frente a 58 en la relación poblacional de Israel frente a sus enemigos musulmanes, que no olvidemos, comparten todos ellos el propósito común del exterminio del Estado judío.
Guerra encubierta
A las cuatro guerras les ha seguido un tiempo ininterrumpido hasta hoy de una guerra encubierta y encarnizada de carácter terrorista, en la que los ejércitos regulares árabes han sido sustituidos por organizaciones criminales asentadas en las fronteras de Israel, siendo financiadas y pertrechadas por Irán, Siria, algunos Emiratos del Golfo y por todo tipo de organizaciones islámicas.
Constituidos en verdaderos ejércitos, tanto por el número de sus milicianos como por el armamento del que disponen, estas bandas terroristas, Hezbolá, Hamás y la Yihad Islámica, actúan al margen de toda convención reguladora de los límites de la guerra y todos ellos tienen el objetivo común de hacer desaparecer el Estado de Israel, para establecer un Estado palestino islámico, eliminando así a la única cuña democrática existente en aquellas tierras, gobernadas por dictaduras militares o tribales y también por monarquías fundamentalistas de naturaleza teocrática y de mandato coránico, realidad incontestable que convierte este enfrentamiento en un verdadero choque de civilizaciones.
Hamás
Uno de estos grupos terroristas, Hamás, ha llevado a cabo hace unos días un brutal acto criminal en el que fueron asesinados en Israel en torno a 1.400 civiles indefensos, principalmente ancianos, mujeres y niños, incluso bebés, siendo secuestradas más de 200 personas que fueron tomadas como rehenes.
Sorprendentemente en España más que la condena del hecho criminal, el debate político parece que se ha centrado en la denuncia anticipada de la condición genocida que ya se le atribuye sin haber sido realizada todavía a la respuesta obligada que militarmente debe realizar Israel, para en su legítima defensa, castigar a los culpables e intentar rescatar a los secuestrados.
Esta repudiable posición, alentada incluso por miembros del actual gobierno de coalición social-comunista, convierte a los terroristas en víctimas y condena a los damnificados como crueles verdugos de inocentes, una interpretación que no puede resultar extraña en un país que asume impasible que forme parte de la mayoría parlamentaria un partido como Bildu, brazo político de la organización terrorista ETA y cuyo líder, Arnaldo Otegui, ha sido acusado públicamente de la condición de terrorista, implicado en secuestros y actos criminales.
Las algaradas callejeras y las manipulaciones informativas, tan abundantes desgraciadamente en los tiempos actuales, no pueden ni falsear ni transgredir la verdad histórica y mucho menos intentar imponer un adoctrinamiento basado en la ocultación interesada e incluso en el olvido, de la realidad de los hechos acaecidos, tanto en el presente como en el pasado. Desgraciadamente para muchos, la Historia es la que es.
*Francisco Vázquez fue embajador cerca de la Santa Sede y alcalde en La Coruña