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Una caminata con niños de educación primaria en Cuba@PazErisbel

Así es la debacle educativa que niega y oculta la Cuba comunista

Maestros que son en realidad ayudantes de cocina, un libro para tres alumnos y sin cuadernos de ortografía: esa es la realidad diaria de la enseñanza en la isla

Quienes escucharon a Naima Ariatne Trujillo Barreto, actual ministra de Educación de la República de Cuba, declarar a la prensa oficial que todo estaba garantizado para el curso escolar 2023-2024, no imaginarían las gravísimas dificultades que oculta el sistema educativo público, el único reconocido en el país.

Pero quienes llevamos a nuestros hijos a las aulas cada día, sufrimos la realidad en carne propia: déficit de material escolar, falta de profesionales calificados, desabastecimiento y políticas administrativas obsoletas, por solo mencionar algunos, son constantes depresoras de la calidad de la educación en Cuba.

De siete asignaturas de formación básica que tiene el programa de quinto grado de la educación primaria, el cual cursa mi hijo mayor. Éste último solamente recibió cuatro libros de textos, cinco libretas y ningún cuaderno de trabajo.

En la primera reunión de padres, la maestra explicó que la falta de material de estudio se debía a la realización de cambios en el programa que hicieron obsoletos los antiguos libros de consulta y a que «los nuevos no han entrado».

Aquellos que al parecer continúan vigentes tampoco son suficientes para la matrícula, por lo cual se entregó un libro por cada dos alumnos en el mejor de los casos, y para otras materias fue asignado un libro por cada tres niños, alternando las asignaturas para que pudieran compartirlos.

Los cuadernos de trabajo, entre ellos el de ortografía y matemáticas, también será preciso «esperar que entren» en cualquier momento del ciclo académico

Los libros que ha usado mi hijo en sus más de cuatro años de educación primaria y un curso de preescolar se mantienen sin cambios perceptibles desde que yo estudié los mismos grados hace 30 años. Incluso mencionan a la otrora «Unión Soviética» como un Estado actualmente vigente.

Por lo general son ejemplares de las últimas décadas del siglo pasado que cada septiembre los ha recibido un grupo de escolares y son devueltos con la extinción del año académico. Luego pasan el verano en los almacenes, donde no siempre existen las condiciones apropiadas para su conservación y algunos contienen daños tan importantes que es preciso restaurarlos como a reliquias.

Tal proceso de reparación corre a cargo de los padres quienes nos auxiliamos de pegamento, cintas adhesivas, cartulinas y cuanto esté a nuestro alcance para coser páginas, borrar dibujos y palabrotas o encuadernar en una nueva carátula. Este tipo de material escolar es imposible adquirirlo en ninguna moneda o lugar, su venta está completamente prohibida.

Con la aún creciente ola migratoria, el recrudecimiento de la crisis y la veloz devaluación que sufre el peso cubano, moneda en la que los educadores reciben su salario, cada vez son más las bajas laborales solicitadas por profesionales con experiencia.

Los recién graduados de las escuelas formadoras de maestros no siempre se incorporan a las aulas debido a las bonificaciones insuficientes y a que su formación académica es muy precaria y les impide desenvolverse con facilidad en el medio. Estos jóvenes buscan su realización en otros horizontes, en la mayoría de los casos migran o se dedican a trabajos mejor remunerados que oferta el sector privado, aunque estos no estén relacionados con su profesión. Así que el número de plazas desocupadas se multiplica desde hace más de una década, y ha obligado al sistema a utilizar alternativas extremas.

La maestra de mi hijo es una antigua enfermera que, por falta de plazas en las instalaciones cercanas de salud, se desempeñaba como ayudante de cocina en la escuela primaria. A causa de la falta de docentes, la dirección del centro la empleó como maestra de quinto grado. Actualmente cursa estudios en la especialidad de Educación Primaria, paro lo cual asiste un día laborable de cada semana a la sede universitaria municipal. Su cambio de plaza ocurrió en el año escolar anterior y junto a ella también fue promovida otra empleada directamente de la cocina a maestra de preescolar.

En el caso del centro donde mi sobrino cursa el tercer grado, la situación parece ir aún peor. Durante una reunión de padres, la dirección del centro asumió públicamente el déficit de profesionales y convocó a los padres que tuvieran el duodécimo grado cumplido a que solicitaran las plazas vacantes, sin importar su experiencia.

Este desorden profesional supone la inevitable degradación del coeficiente general. Hace pocos días un funcionario de alto nivel, con una vasta experiencia en el ramo, prestigioso metodólogo municipal de Educación, expresó ante un pequeño grupo de interlocutores, con los que coincidió en una parada de ómnibus, que «los maestros no saben nada». Durante la misma conversación admitió que «si los maestros no saben nada, los niños menos». Según otros funcionarios del medio, hay alumnos que pasan de grado incluso en la enseñanza secundaria sin saber escribir.

El protocolo para descalificar o reprobar a un estudiante implica un trabajo psicopedagógico tan profundo que los educadores prefieren hacer vista gorda sobre sus errores. De lo contrario tendrían que visitar a la familia del menor, hacer un levantamiento sobre las condiciones de la vivienda, las relaciones familiares y una serie de averiguaciones qué implican horas extras y por las cuales no reciben una justa remuneración.

En cuanto a logística, antes de que se cumpla el primer trimestre de la apertura de las aulas, algunos centros educativos de enseñanza media y superior han cerrado o modificado sus programas, adelantando períodos de prácticas profesionales, o simplemente cancelando las clases «hasta nuevo aviso», debido a la escasez de alimentos y la falta de combustible para el transporte de los estudiantes y empleados.

El sistema prohíbe a las escuelas aplicar estrategias de autogestión

El régimen comunista responsabiliza al Gobierno de los Estados Unidos de perjudicar al sector educativo y otros; sin embargo, su modelo económico impide que las instituciones apliquen una política administrativa de independencia económica que les permita autogestionar su presupuesto.

Durante una conversación informal con la directora de la escuela primaria local, supe que el sistema prohíbe a las escuelas aplicar estrategias de autogestión. Aunque el objetivo de estas sea cubrir gastos imprescindibles de mantenimiento para los cuales el presupuesto estatal no ha sido suficiente.

Como vecina del centro y madre de uno de sus alumnos, estoy al tanto de que, desde su inauguración hace más de 10 años, la institución no ha recibido un mantenimiento profundo y los daños climatológicos comienzan a hacerse visibles en forma de filtraciones y deterioro general.

Durante el verano, un emprendedor les propuso instalar en las áreas deportivas de la escuela un pequeño negocio de parque inflable que operaría los fines de semana respetando los horarios docentes. Para la realización del proyecto, la escuela solamente debía aportar la electricidad, la supervisora nocturna de los equipos y la prestación del baño a los clientes.

Las ganancias del negocio, el cual suele ser muy lucrativo en Cuba, se compartirían a partes iguales en sociedad con el centro. Según explicó la funcionaria, el destino de los fondos recaudados sería precisamente la reparación del impermeable de los techos, la reparación de la nevera del almacén y otros detalles que serían resueltos en un orden lógico de prioridades. Pero la dirección municipal de educación desestimó la importancia de esta estrategia de autogestión y desautorizó la realización del proyecto.

Los funcionarios de Educación, como de otras áreas, insisten en un comportamiento prepotente que ya tipifica la necedad comunista. Pero mientras más se extienda esta pobreza educativa, más difícil será solucionarla. Y que destino, sino la mediocridad, espera una sociedad sin recursos intelectuales. Dios conceda la luz sobre quienes dificultan nuestro crecimiento y el de nuestros hijos que también son los suyos.