Los Países Bajos se alejan de Bruselas
Los resultados de las elecciones consolidan una tendencia euroescéptica iniciada en 2005, cuando una mayoría de votantes rechazó aprobar la Constitución Europea
Aún no se sabe quién será el próximo primer ministro de los Países Bajos; ni la composición de la coalición que conformará el futuro Gobierno, con sus equilibrios y dosificaciones. Teniendo en cuenta la costumbre política neerlandesa, el proceso de formación de Gobierno durará, como mínimo, medio año. Puede incluso que mucho más: sin ir más lejos, el cuarto Gabinete de Mark Rütte tardó 271 días en pergeñarse, desde la celebración de las elecciones celebradas el 17 de marzo de 2021 hasta la toma de posesión del 10 de enero de 2022.
Sí que hay, en cambio, una certeza: los Países Bajos serán mucho más euroescépticos a lo largo de los próximos cuatro años. La realidad es tozuda: los partidos abiertamente hostiles a la Unión Europea –empezando por los 37 obtenidos por Geert Wilders, dos más de los inicialmente anunciados– suman 56 escaños sobre un total de los 150 que cuenta la Cámara de Representantes. Si, además, se les añade los 20 del Nuevo Contrato Social, logran la mayoría absoluta.
El partido encabezado por Pieter Omzigt, aún sin mostrarse tan agresivo para con Bruselas como Wilders y el resto de formaciones de corte populistas, sí que aboga por una «renacionalización» de ciertas competencias y la facultad para los Países Bajos de ampliar a otros ámbitos la opt out, «cláusula que permite a los Estados miembros de la Unión Europea evitar, por motivos de política nacional que sean relevantes, la adopción de una decisión que requiera mayoría cualificada en el ámbito de política exterior y de seguridad común», según la define el Diccionario panhispánico del español jurídico.
Omzigt será clave en la formación de la coalición gubernamental, sea ésta de la naturaleza que sea: o algo más eurófila –pero no mucho– si es con los liberales del Partido Popular y por la Democracia, o abiertamente euroescéptica si la domina el Partido de la Libertad de Wilders. De lo que no cabe duda es del inevitable endurecimiento de la posición neerlandesa en las próximas negociaciones presupuestarias europeas.
Los políticos neerlandeses no amagan; más bien van a seguir uno de los principales mandatos de sus votantes
Hay unanimidad entre la clase política para hacer saber al resto de los Estados miembros de la Unión que los Países Bajos serán aún más «frugales» que en tiempo de Rütte. siendo los Estados mediterráneos los principales destinatarios de la advertencia, cuando aún no se han desbloqueado importantes porciones de los fondos Next Generation. Los políticos neerlandeses no amagan; más bien van a seguir uno de los principales mandatos de sus votantes.
Sobre todo van a consolidar una tendencia iniciada en mayo de 2005 cuando una mayoría de neerlandeses rechazó el proyecto de Constitución Europea, completada once años más tarde con la negativa a apoyar el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Ucrania, posteriormente ratificado por el Parlamento. El mensaje es claro: los Países Bajos son dueños de su destino en última instancia. Su europeísmo ha dejado de ser incondicional.
Los límites, según indica el servicio de estudios del banco Ing en su primer análisis después de las elecciones son el compromiso con el euro y la imposibilidad de un Nexit, es decir, la posibilidad de un referéndum sobre la salida de los Países Bajos de la Unión Europea. Pero sin pasarse de esas dos rayas, el margen de maniobra para ejercer presiones agobiantes es inmenso.