Así ejerce Xi Jinping su poder omnímodo
El Debate habla con Michael Dillon, autor de la última biografía del líder chino
La escena dio la vuelta al mundo: en plena sesión del último congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), celebrado en octubre de 2022, Xi Jinping, invita, o mejor dicho conmina, a Hu Jintao, su antecesor en la secretaría general de la formación que gobierna la República Popular de China con mano de hierro desde 1949, a abandonar la tribuna oficial.
Hu hace amago de resistir. En vano. Xi no admite que nadie le robe protagonismo, Ni siquiera un octogenario. «Fue una escena extraordinaria», explica a El Debate Michael Dillon, sinólogo, profesor en The King’s College de Londres y autor de We need to talk about Xi, la recientemente publicada biografía del primer mandatario chino.
«No había visto nada igual desde la Revolución Cultural de los años sesenta», prosigue, «cuando los líderes rivales del PCCh eran humillados a menudo en público. Desde entonces, loa que se retiran gozan de gran respeto, al menos en público».
Algunos afirmaron que Hu Jintao se había puesto enfermo y que Xi estaba siendo amable al permitirle recibir tratamiento médico.
–Francamente, esto no es creíble. Era claramente un intento de humillar a la figura más veterana de la facción de la Liga Juvenil del PCCh, conformada por personas que habían sido activas e influyentes en su seno. Entre los que parecían horrorizados estaba Hu Chunhua (no emparentado con Hu Jintao), que estaba asociado con la facción de la Liga de la Juventud y había sido señalado como posible sucesor de Xi. Por tanto, esa facción estaba siendo humillada en público.
Una facción que siempre miró con cierta desconfianza a Xi Jinping. Porque el PCCh es ante todo un agregado de facciones, que se ajustan cuentas según la relación de cuentas del momento: basta fijarse en la suerte que padeció la Banda de los Cuatro, encabezada por la viuda de Mao Zedong, en los años inmediatamente posteriores a la muerte del Gran Timonel.
Muchos dicen que Xi es el que más poder personal ha amasado desde Mao. Por los cargos, es indudable: ni Deng Xiaoping, ni Jiang Zemin, ni Hu Jintao cumularon simultáneamente la jefatura del Estado –de competencias honoríficas, pero que da proyección–, la secretaría general del PCCh y la Comisión Militar del partido, la que otorga autoridad sobre el conjunto de unas Fuerzas Armadas cada vez más poderosas.
Con todo, matiza el profesor Dillon, «Xi es un líder autoritario, pero no dirige una dictadura personal. Es un burócrata experimentado que se ha abierto camino con éxito a través del gobierno provincial y central y la maquinaria del partido, al igual que los líderes anteriores».
Pero que, a diferencia de ellos, para reforzar su poder, ha creado, dentro de la mastodóntica maquinaria orgánica (del PCCh) unos «pequeños grupos» para abordar asuntos sensibles relacionados con el desarrollo económico, la política exterior y la seguridad nacional.
Responden directamente ante Xi, por lo que tienen más autoridad que otros órganos del partido, sostiene Dillon en su libro. Tampoco se puede obviar que hay fieles suyos, dentro del Ejército Popular de Liberación, que combinan sus destinos militares con puestos en el PCCh o en el Gobierno.
Un nivel de autoridad del que no gozaron sus antecesores inmediatos, siendo el antecedente más parecido –en tiempos de Mao– el «Grupo de la Revolución Cultural» que terminó generando el caos en todos los estratos del poder chino.
Conclusión del profesor Dillon: «Xi no puede tolerar la oposición ni siquiera el desacuerdo y ha encarcelado a disidentes por lo que en Occidente parecen delitos triviales. También ha aplastado movimientos políticos y religiosos en Hong Kong, Xinjiang, Tíbet y la China continental, donde detecta una amenaza a su autoridad y a la del PCCh».
–¿Se sale siempre con la suya?
–No siempre se sale con la suya y hay indicios de que está dando marcha atrás en las restricciones impuestas a las grandes empresas, incluidos los inversores extranjeros.