Entrevista a Javier Gil Guerrero, experto en Irán
«La militarización del régimen de Irán lleva acelerándose desde la primavera de 2011»
Javier Gil Guerrero, investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra es, probablemente, la persona en España que mejor conoce los entresijos e intenciones de Irán.
Para El Debate, desmenuza la situación en que se encuentra Teherán de cara al conflicto en Gaza y destaca la eficacia, por lo menos hasta ahora, de la «guerra de baja intensidad» llevada a cabo desde hace años por Israel sobre objetivos iraníes en Siria y Líbano.
–¿Hay riesgo de guerra abierta entre Irán e Israel?
–Es evidente que hay una tensión tremenda desde el bombardeo israelí en Damasco. También es evidente que Israel está llevando a cabo una campaña de bombardeos sobre objetivos iraníes, sirios y de Hezbolá desde hace años y en el Líbano desde el pasado año. Es igualmente evidente que Irán busca frenar esa dinámica.
–Por lo tanto, la cuestión para Teherán es cómo romper esa dinámica sin provocar una escalada sin control que lleve a una guerra con Israel y, quizás, con Estados Unidos.
–Ese es el actual dilema de Irán: son conscientes de que tienen que dar una respuesta a este último ataque, pero no solo por este último ataque, sino por todos los de los últimos años. Israel se siente cómodo con esa dinámica de ataques continuos de baja intensidad, pero Irán...
–¿Por qué no se siente cómodo?
–No ha sabido cómo establecer una disuasión frente a esos ataques de un Israel que bombardea objetivos muy sensibles en Siria y el Líbano. Entiendo por objetivos sensibles personas de alto rango, pertenecientes a Hezbolá o a la Guardia Revolucionaria, depósitos de armas o instalaciones sensibles.
–En todo caso, están respondiendo con ataques con cohetes y drones sobre Israel.
–Pero no le están causando al Estado hebreo un daño equiparable en su infraestructura militar y económica. Si esta situación se mantiene tal y como está, es favorable a los intereses de Israel.
–Volviendo al bombardeo de Damasco.
–Es la gota que ha colmado el vaso: Irán transmite una imagen de debilidad, en inglés se usa la expresión sitting ducks [blancos perfectos] a los que se les dispara. Son incapaces de disuadir a Israel para que abandone esta campaña de bombardeos o la disminuya de forma drástica. De esta forma, invita a que otros actores se envalentonen contra Irán. Asimismo, queda dañada toda la presencia militar iraní en Siria.
–¿Cómo puede salir Irán de esta atolladero?
–Tiene que buscar una forma de enviar un mensaje de disuasión ante este último ataque, pero –ahí está lo complicado del asunto– sin que esa respuesta provoque una escalada que Irán no pueda controlar.
–Irán no desea la guerra.
–No, pero el asunto es si esa respuesta va a estar lo suficientemente bien calibrada para que no se produzca esa guerra.
–¿Está preparado Irán para una guerra aunque no quiera librarla?
–Bueno, Israel ha estado tratando de asegurarse de que Irán no esté preparado para esa guerra. De ahí, esa campaña de bombardeos en Siria durante años. Es una campaña que en Israel es conocida como «la guerra entre las guerras»: una guerra de baja intensidad en Siria ante la posibilidad de una guerra abierta con Irán, es decir, ir debilitando a las fuerzas iraníes en Siria año tras año para que cuando llegue el momento de esa guerra abierta, Irán no se encuentre en una posición de fuerza.
–Los iraníes lo saben. ¿Están entonces cayendo en la trampa de Israel?
–Bueno, Irán trabaja duramente para consolidar una «red de proxys» de milicias aliadas a las que entrena y financia. La cuestión es si Israel ha tenido éxito, o no, en su campaña en Siria.
–¿Lo ha tenido?
–No tenemos datos. Todo esto se lleva en secreto. Lo cierto es que ha habido un gran debate en Israel en los últimos años sobre la efectividad de esta campaña: hasta qué punto ha debilitado a Irán, o si solo ha «rascado la superficie» de la presencia iraní en Siria. O, también, hasta qué punto son ataques cosméticos para mantener tranquila a la población israelí sin tocar realmente los pilares de la presencia iraní en Siria.
–¿Se excluye la hipótesis nuclear, en el peor de los casos?
–Sí, no interesa a nadie. Al final, no hay que olvidar que estamos hablando de actores racionales –no del Estado Islámico–, estamos hablando de países que, por mucho que profesen, caso de Irán, una ideología revolucionaria fundamentalista. En el fondo, los líderes iraníes son pragmáticos: lo que más les interesa es preservar la revolución islámica. Por lo tanto, no harán nada que ponga en riesgo la estabilidad del régimen: cualquier confrontación con Israel o con Estados Unidos siempre estará supeditada a este objetivo.
La militarización del régimen de Irán lleva acelerándose desde la primavera de 2011Experto en Irán
–Decía usted recientemente en un coloquio que «Irán ha pasado de ser un régimen de turbantes a un régimen de botas», dando a entender la creciente influencia del estamento militar. ¿Son militares que fuerzan que no haya guerra?
–Al revés: son los más osados y los que exponen a Irán en una situación de riesgo. Esta militarización del régimen de Irán lleva acelerándose desde la primavera de 2011; sobre todo a raíz del auge del Estado Islámico, cuando hubo una gran crisis, un vacío de poder en Oriente Medio, y con la retirada estadounidense de Irak, ordenada por Obama.
–¿Y ahora?
–Tenemos situaciones de guerra civil en Yemen y en Siria, un Estado Islámico que sigue operando tanto en Oriente Medio como en otras regiones, sin olvidar los conflictos en Irak y en Siria.
De ahí su conversión en herramienta imprescindible: aprovecha todas esas crisis –que ellos no han causado– para iniciar un plan de hegemonía regional, aprovechándose del vacío de poder dejado por Estados Unidos.
–¿Cuáles son las consecuencias?
–Un proceso en el que la Guardia Revolucionaria empieza a dictar, de forma un tanto arrogante, la política exterior del país en detrimento del Gobierno elegido en las urnas.
Ahí están, por ejemplo, las filtraciones de las conversaciones del que fuera ministro de Asuntos Exteriores del presidente Ruhani, Mohammed Javad Sharif, quejándose de su falta de control sobre la política exterior de su país.
Constantemente, su política es boicoteada por el general Qasem Soleimani, al que los países de la zona consideraban el verdadero interlocutor.
–La Guardia Revolucionaria ganó el pulso.
–Sí, siendo Soleimani el gran arquitecto de la nueva política exterior. Por eso su eliminación fue una jugada maestra por parte de Trump. Pero el proceso sigue en marcha. Y está bendecido por Alí Jamenei, guía supremo de la Revolución Islámica.