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El presidente de Francia, Emmanuel Macron, en el Palacio presidencial del Elíseo en París

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, en el Palacio presidencial del Elíseo en ParísAFP

Francia potencia la autonomía defensiva de Europa frente a EE.UU. para impulsar su «política de grandeza»

La conocida como «autonomía estratégica europea», esto es, la independencia de Estados Unidos para asuntos estratégicos se ha convertido así en el medio perfecto para que París aplique esta estrategia

Desde el advenimiento de la Quinta República francesa, la política exterior del país galo ha estado marcada, en mayor o menor medida, por el objetivo de confirmar su estatus como gran potencia mundial.

Durante la Guerra Fría, Francia buscó mantener su independencia tanto de Estados Unidos como de la URSS para seguir una política exterior propia. Para ello, De Gaulle se puso como prioridad el fortalecimiento de las capacidades militares francesas, incluyendo la posesión de armas nucleares, y la presencia activa de Francia en asuntos internacionales. En la práctica, sin embargo, París formaba parte del «bloque occidental» en el que el líder indiscutible, a pesar del orgullo galo, era (y sigue siendo) Estados Unidos.

En París siempre se ha mirado con recelo la tutela de Washington en el ámbito de la defensa. De hecho, las relaciones entre ambos llegaron a deteriorarse tanto que De Gaulle decidió abandonar en 1966 el mando militar integrado de la OTAN para buscar un sistema de defensa independiente. Francia no volvería a formar parte de dicho mando hasta 2009 bajo la presidencia de Nicolás Sarkozy.

Si bien el compromiso con ese objetivo de «grandeur» siguió sobrevolando sobre el Elíseo tras De Gaulle, Emmanuel Macron ha sido, sin duda, uno de los presidentes que más presente la ha tenido en su agenda política. Es por ello por lo que, tanto el viraje hacia el Indo-Pacífico de Estados Unidos anunciado por Barack Obama (el conocido como «pivot to Asia») como la desvinculación de Donald Trump de los asuntos europeos nunca se tomaron realmente como malas noticias en París. Esto junto con la salida del Reino Unido de la UE ha consolidado a Francia, si me disculpan el cliché, como el único gallo del corral.

Por tanto, a la necesidad de que la UE asuma una mayor responsabilidad y autonomía, especialmente en cuanto a su seguridad y defensa, se le ha unido la ambición francesa de ocupar un lugar entre las grandes potencias. La conocida como «autonomía estratégica europea», esto es, la independencia de Estados Unidos para asuntos estratégicos se ha convertido así en el medio perfecto para que Francia materialice su «politique de grandeur». Como la principal potencia militar de la UE, Macron confía en que Francia asumirá el liderazgo de este proceso. Además, en línea con la tradición gaullista, el presidente francés nunca ha ocultado sus dudas sobre la efectividad de la OTAN para garantizar la seguridad en Europa. En 2019, llegó incluso a afirmar que la alianza se encontraba en un estado de «muerte cerebral». Sin embargo, la mayoría de los miembros del este de la UE, los conocidos como «atlantistas», no están tan entusiasmados ante la idea de prescindir de Estados Unidos para su seguridad.

La invasión rusa de Ucrania ha actuado como catalizador, elevando la autonomía estratégica en materia de defensa a lo más alto de la agenda política europea. Por otra parte, la guerra también ha impulsado la entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN, reavivando así su razón de ser como protección ante la amenaza rusa. Francia, sin embargo, se mantiene en sus trece y no pretende desaprovechar la oportunidad. En 2022, por ejemplo, Macron lanzó la llamada «Comunidad Política Europea», una plataforma destinada a discutir cuestiones de seguridad y defensa europeas, caracterizada principalmente por la ausencia estadounidense y por sus resultados hasta ahora limitados.

El camino hacia la autonomía en defensa se antoja arduo y el objetivo lejano debido a las divisiones internas y a la falta de voluntad política. Esto quedó reflejado recientemente cuando Macron declaró que cabía la posibilidad de tener que enviar soldados a Ucrania en algún momento para enfrentarse a Rusia, una propuesta que Alemania, que por lo general no comparte las tesis más «atlantistas», rechazó de inmediato. Si algo nos ha enseñado la historia de la UE es que, sin un tándem francoalemán unido, las cosas en Bruselas avanzan muy lentamente, y parece claro que en este asunto Berlín no comparte del todo las ambiciones francesas.

Aunque la seguridad y la defensa son temas sensibles y los avances serán gradualmente lentos, todo sugiere que la Unión Europea continuará avanzando en el proceso hacia la autonomía estratégica, ya sea a través de un pilar europeo integrado en la OTAN como prefieren los «atlantistas», o mediante una UE completamente autónoma. De lo que no hay duda es de que la ansiada «grandeur» tendrá que seguir esperando.

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