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Una mujer se registra para emitir su voto en un colegio electoral durante la primera fase de la votación para las elecciones generales de la India

Una mujer se registra para emitir su voto en un colegio electoral de la IndiaAFP

India

La India se dirige hacia otro lustro de nacionalismo con las elecciones más espectaculares del mundo

Alrededor de 969 millones de votantes participan en unas elecciones generales que se prolongarán durante 44 días

En las elecciones legislativas de la India, que se celebran a lo largo de 44 días, participarán alrededor de 969 millones de votantes, es decir, más del 10 % de la población mundial, habiendo entre ellos 18 millones de personas que ejercitarán por primera vez su derecho al voto. Las cifras son igual de apabullantes en lo tocante a las candidaturas: más de 2.600, de acuerdo a las estadísticas oficiales. Según la mayoría de los observadores, y tal y como se desprende de las encuestas, el favorito es el primer ministro, Narendra Modi, líder del partido nacionalista Bharatiya Janata (Bjp), en el poder desde 2014. Modi aspira, pues, a un tercer mandato.

Las políticas nacionalistas (hindúes) de Modi han reconfigurado el panorama político y cultural del país en la última década, alejándolo del laicismo consagrado en la Constitución –que garantiza la igualdad de todas las religiones–, acercándolo, de esta manera, hacia un Gobierno mayoritario de los hindúes, algo despectivo del resto de minorías. Los musulmanes, alrededor de 172 millones de habitantes, son la minoría que se siente más perseguida al cabo de una década de nacionalismo. Alegan, sin ir más lejos, que la reciente ley de Ciudadanía, que reserva la adquisición rápida de la nacionalidad, a los que ingresaron al país antes de 2014, les perjudica más que a otras.

Mas no son los únicos descontentos con Modi: baste decir que una heteróclita coalición de 40 formaciones, que abarca desde el Partido Comunista hasta representantes de la derecha conservadora, presentará candidatos únicos en la mayoría de los distritos electorales. Pero es muy probable que esta asociación de circunstancias alcance su objetivo de echar a Modi. De entrada, porque no es del todo seguro que los votantes de un partido se inclinen automáticamente por otro candidato situado a considerable distancia ideológica, aunque sea coaligado.

Pero sobre todo porque Modi sigue convenciendo a una mayoría de ciudadanos: al cabo de una década, el crecimiento económico sigue siendo espectacular –fue de 8,3 % en 2023–, por lo que la India podría convertirse en la tercera economía del mundo de aquí a 2030. Una perspectiva que favorece al primer ministro, pese al ensanche de las desigualdades y a las violaciones de derechos humanos, que afectan incluso a personalidades de la oposición: ahí está el caso de la detención del gobernador de Delhí, Arvind Kejriwal, oficialmente por blanqueo de dinero. O la congelación de las cuentas bancarias de un partido de la oposición. Modi también se puede beneficiar de los frutos de una diplomacia hábil, basada en los equilibrios entre Occidente y Rusia, y el contrapeso a China, que ha sido aprovechado recientemente por Reino Unido, Francia y Estados Unidos para firmar jugosos contratos con empresas de la India.

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