Estados Unidos ante la alternativa de China
El gobierno chino quiere un sistema basado no solo en la multipolaridad, sino también en la soberanía absoluta
En estos tiempos está demostrado que la ambición del presidente chino Xi Jinping de rehacer el mundo es innegable.
Quiere disolver la red de alianzas de Washington y purgar los valores «occidentales» de los organismos internacionales en los que ha ganado hegemonía, comenzando por la ONU.
Xi pretende derribar el dólar estadounidense de su pedestal y eliminar el control de Washington sobre la tecnología crítica.
Es el mayor artífice de un nuevo orden multipolar y difuso. Xi busca hacer girar las instituciones y las normas mundiales hacia los conceptos chinos de seguridad común y desarrollo económico. Los valores chinos de derechos políticos determinados por el Estado.
Una nueva izquierda orientalizada en el reciclaje de Xi de un marxismo leninismo tuneado con características de la milenaria tradición china.
Para todo ello, Pekín requiere de una supremacía de la tecnología y militar. Así, China ya no tendrá que luchar por el liderazgo. Su centralidad estará garantizada y, según Xi, este mundo está al alcance de su mano. Un nuevo orden mundial que se avecina.
En este contexto, la guerra tecnológica se ha convertido en el eje central de esta rivalidad hegemónica entre Estados Unidos y China.
En este marco, el Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, tiende a hacer de «poli bueno» y actuar como conciliador y contrapunto de Gina Raimondo, la Secretaria de Comercio, que adopta un rol más beligerante y de «poli mala». Pero para los representantes del partido republicano, Washington no está dando la talla ante la política exterior de Pekín.
El hecho es que Blinken la semana pasada, durante una entrevista en la radio nacional, defendió que las sanciones que está aprobando Estados Unidos no persiguen socavar el desarrollo económico o tecnológico de China; tan solo pretenden proteger los intereses y la seguridad de Estados Unidos y se mantuvo en el discurso de «la necesidad de impedir que el Gobierno de Xi utilice las tecnologías estadounidenses para fortalecer su desarrollo militar».
Las iniciativas de Pekín están respaldadas por una estrategia operativa global, bien dotada de recursos y disciplinada, que incluye contactos con gobiernos y ciudadanos de prácticamente todos los países.
Estas técnicas le han granjeado nuevos apoyos, sobre todo en algunas organizaciones multilaterales y en países no democráticos.
China está consiguiendo ser alternativa y actor principal de un cambio que presenta a Estados Unidos como defensor de un orden caduco.
El gobierno chino quiere un sistema basado no solo en la multipolaridad, sino también en la soberanía absoluta; una seguridad arraigada en el consenso internacional y en la Carta de la ONU; unos derechos humanos determinados por el Estado y basados en las circunstancias de cada país; el desarrollo como «llave maestra» de todas las soluciones; el fin del dominio del dólar estadounidense; y el compromiso de no dejar atrás a ningún país ni a nadie.
En el contexto de rivalidad hegemónica domina la tensa relación que sostienen Estados Unidos y China, cualquier declaración de la administración Biden que rebaje la presión es tranquilizadora.
El motivo concreto es que Huawei acaba de lanzar un nuevo ordenador portátil que está potenciado con capacidades de Inteligencia Artificial (IA) gracias a que incorpora un chip avanzado.
Por eso, Blinken defendía que solo buscan «proteger su tecnología más sensible y no comprometer su seguridad». Añadía: «No tenemos ninguna intención de torpedear el comercio, ni mucho menos de contener o frenar el desarrollo de China».
Pero ese discurso apaciguador del Secretario de Estado no es compartido por varios legisladores del Partido Republicano que critican asertivamente que el Departamento de Comercio haya permitido a Intel y Qualcomm continuar vendiendo algunos de sus chips avanzados a las empresas chinas.
Michael Gallagher, que preside el Comité de la Cámara de Representantes dedicado a China, no entiende por qué en la coyuntura actual los fabricantes de semiconductores estadounidenses tienen permiso para seguir vendiendo circuitos integrados de vanguardia a Huawei y por qué se continúa permitiendo que la tecnología estadounidense siga siendo enviada a empresas chinas.
Gallagher y los republicanos, conscientes del peligro, presionan a la administración Biden para forzarles a endurecer aún más las sanciones a China.
Por el momento, ni el Departamento de Comercio ni las empresas han dado respuesta, pero tal y como está hoy la política Norteamérica, es más que probable que el permiso, que ha permitido a Intel vender a Huawei procesadores para portátiles no sea renovado cuando expire al final de este año.
Pero más allá de lo comercial, la IA y el desarrollo de los Chips preocupa por el desarrollo de la tecnología militar China que sin duda Xi quiere engrandecer.
Los actores políticos, como Blinken, buscan evitar fricciones innecesarias abogando por la construcción de capacidades económicas y militares que ayuden a avanzar la hegemonía estadounidense en su propia visión global, pero los más realistas creen que esta actitud no ayuda a moderar a que Pekín sigua avanzando en su proyecto de cambio del orden mundial.