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Hutíes en la capital de Yemen, Saná

Manifestaciones propalestinas en Saná, YemenEFE

Las autocracias árabes contienen a fuego lento las protestas contra Israel por temor al efecto bumerán

Los gobernantes árabes no permiten protestas en campus universitarios como en Occidente, ya que fácilmente podrían derivar en manifestaciones más amplias contra los propios regímenes

En contraste con la magnitud que están adquiriendo las protestas anti-israelíes en los campus de las universidades de Estados Unidos y Europa, en los países árabes que mantienen tratados de paz con Israel, así como los que han normalizado sus lazos, se encontraban camino de hacerlo, o siguen el estado de beligerancia, sus regímenes mantienen a fuego lento la disensión. Lo hacen como vía de escape de una olla a presión que puede estallar en cualquier momento.

Y es que, pese a que la causa palestina ha sido un común aglutinador de solidaridad en el mundo árabe y un arma arrojadiza social contra los gobiernos totalitarios a lo largo y ancho de Oriente Medio, desde el 7 de octubre las protestas distan mucho de aquellas que sacudieron la región e hicieron tambalear a los regímenes en la denominada Primavera Árabe (2010-2012).

Desde el ataque de Hamás y la subsiguiente intervención militar israelí en Gaza, las movilizaciones se han sucedido en países como Jordania, Egipto y varios estados del Golfo Pérsico, donde los gobiernos las han reprimido o tratado de contener con diferente suerte.

Los llamamientos contra Israel, Estados Unidos y cualquier tipo de normalización han estado a la orden del día en las manifestaciones en las calles y los debates en centros académicos. Sin embargo, no han alcanzado la atención mediática que han atraído los campus universitarios en Occidente.

La prensa internacional ha abordado estas protestas casi con indiferencia, como si la solidaridad procediera exclusivamente de países lejanos y en los más cercanos al conflicto pasara de puntillas. Ese bajo perfil responde a varios factores.

Para el director del Centro Moshe Dayan para estudios de Oriente Medio y África, Uzi Rabi, simplemente, «los gobernantes árabes no podrían permitirse protestas en campus universitarios como en Occidente, ya que fácilmente podrían derivar en manifestaciones más amplias contra los propios regímenes».

El analista explicó a El Debate que esa es la razón por la cual los Hermanos Musulmanes -de cuya matriz nació Hamás- apostaron con éxito por las protestas en las universidades de EE.UU. y Europa.

«En tales campus, pueden aglutinar a los islamistas y la izquierda progresista para crear un cóctel letal que desafíe a blancos, imperialistas y al Occidente liberal bajo la excusa de «Palestina libre», advirtió Rabi.

Interpelado sobre si la cuestión de las protestas anti-israelíes pasa por ser una mera cuestión de democracias versus regímenes autoritarios con una mayor capacidad represiva, el experto resalta que, «ciertamente, en el mundo árabe o musulmán no hay democracias».

Por el contrario, apunta, «Occidente es un teatro distinto. Los campus son sólo un subproducto y lo hemos investigado en las últimas décadas. El BDS (acrónimo del movimiento que llama al Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel) es básicamente una organización pro-palestina que junto a redes de mezquitas, se ha infiltrado de manera organizada y astuta, tomando el control del currículo en las facultades de humanidades y ciencias sociales».

Rabi arroja además un panorama sombrío sobre cómo está reaccionando Occidente a la oleada de protestas universitarias, «al temer el daño electoral si se reprimen los disturbios» antes de señalar que «las democracias no tienen ni las habilidades organizativas, ni la capacidad conceptual para abordar el problema».

Por su parte, Dana El Kurd, investigadora del Arab Center en Washington DC, aborda en un amplio análisis publicado recientemente que, aunque limitadas, las protestas contra Israel se han sucedido en los países árabes en los últimos siete meses.

Concede que la región ha despertado el interés internacional por la situación humanitaria en Gaza, los asaltos de los hutíes en el Mar Rojo y su implicación en el comercio internacional, y el riesgo de una conflagración más amplia entre Irán e Israel en abril pasado.

«Pero ha habido mucha menos atención a los movimientos de protesta que han emergido en el mundo árabe contra la violencia de Israel en Gaza», sostiene esta experta cuyo argumento es que los gobiernos de la región han luchado para contener estos movimientos, y que sus ramificaciones a medio y largo plazo están por verse.

La literatura especializada ha abordado de manera extensa la influencia de la cuestión palestina como «catalizador para la disensión» regional, incluso en lugares donde no suele ser habitual encontrar contestación social.

Por ello, abunda El Kurd, «los regímenes árabes no pueden depender de la represión para reprimir estos movimientos», y advierte que la estrategia no es sostenible en el tiempo, ni deben ser ignoradas las protestas en las calles del mundo árabe.

En este sentido, son especialmente relevantes las manifestaciones en países como Jordania, Egipto y estados del Golfo, dado que en muchos casos, han firmado acuerdos de paz con el Estado judío o han buscado activamente la normalización.

Jordania, una monarquía que deja hacer

Desde el inicio de la guerra en Gaza, las protestas no han cesado en Amán y otras ciudades importantes en Jordania, con especial foco en la Embajada de Israel en la capital jordana. Los llamamientos pedían que se cortaran relaciones con Israel y Estados Unidos, por lo que la reciente respuesta jordana al ataque con misiles lanzado por Irán se ha interpretado en colisión con la retórica social anti-israelí.

Jonathan Spyer, director de investigación y editor de la revista especializada «Middle East Quarterly» del Middle East Formum, explicó en un webinario celebrado a propósito del ataque iraní que en la región de Oriente Medio existen varios movimientos anti-israelíes, algunos de los cuales son muy potentes y dominantes.

Respecto a la implicación activa de Jordania en la interceptación de misiles disparados por Teherán de camino a Israel, así como el reportado papel de países como Arabia Saudí y Bahrein en compartir inteligencia en relación a esos eventos ocurridos el 15 de abril, el experto cree que refleja que a nivel estatal la cosa dista mucho del ruido en las calles.

«No debemos sorprendernos de la actuación de Jordania» aseguró Spyer, pese al fuerte sentimiento anti-israelí en la esfera doméstica, influida por los dos millones de palestinos que viven en ese país, incluida su reina, Rania, muy crítica con Israel por la guerra en Gaza.

Su análisis es que la monarquía hachemita tiene un «profundo interés estratégico y una fuerte dependencia en materia de seguridad con EE.UU. e Israel», que llevan al régimen a dejar salir presión de las calles en aras de mantener un delicado equilibro. Algo que de lo que, según él, tanto Estados Unidos, como Israel, son conscientes y miran para otro lado.

Egipto, baluarte de la causa palestina

El activismo pro-palestino está enraizado en el disenso interno de Egipto, el primer país que firmó la paz con Israel (1979) y que, a su vez, cuenta con una larga historia relacionada con la causa palestina en la política como lo reflejó el gran apoyo popular egipcio durante la Segunda Intifada (2000-2005).

Las multitudinarias manifestaciones en la Plaza Tahrir (2011) que acabaron con régimen de Hosni Mubarak, son buen ejemplo de que la sociedad tiene capacidad de aglutinarse alrededor de un tema candente.

El actual presidente, Abdel Fatah Al-Sisi, que llegó al poder en 2013 tras un golpe de estado que puso fin al gobierno islamista de Mohamed Mursi, salido de las urnas, ha aplacado repetidamente las protestas contra la guerra en Gaza y es reacio a aceptar cualquier refugiado palestino en territorio.

A fin de apaciguar los ánimos de la opinión pública y evitar concentraciones como una que en octubre estuvo a punto de desbordarse, el Ejecutivo egipcio ha organizado movilizaciones oficiales a favor de los palestinos, lo que ha sido censurado por opositores.

El Gobierno es consciente de que como potencia regional en declive, una gran manifestación en su seno podría encender la chispa nuevamente en la región.

Con todo, han surgido dinámicas solidarias con el pueblo palestino en instituciones académicas como la Universidad Americana de El Cairo (AUC), inspiradas en las protestas pro-palestinas en campus internacionales.

Estados del Golfo con mano de hierro

El activismo pro-palestino es de larga data en los estados del Golfo. Los Acuerdos de Abraham (2020) cambiaron el paradigma de la Iniciativa de Paz Árabe (saudí, 2022) y el consenso de Jartum (1967), que marcaron las relaciones árabes-israelíes durante cinco décadas. Por ello, el ataque de Hamás y la guerra de Israel en Gaza han movido cualquier proceso de estabilización regional y obligado a estos estados a ver el activismo pro-palestino de manera diversa.

Así, países como Arabia Saudí, Bahrein, Qatar e incluso en el sultanato de Omán, Kuwait, y en los Emiratos Árabes Unidos, las manifestaciones están siendo muy vigiladas, en parte debido a una relativa estabilidad y a la presencia de fuertes medidas de seguridad. En consecuencia, la acción política se ve muy limitada, por lo que gran parte de la discusión y el discurso anti-israelí se da desde el exilio.

La postura de países árabes como los del Golfo hacia el conflicto en Gaza abarca desde la expresión abierta de solidaridad con la causa palestina a evitar tomar medidas concretas que puedan socavar sus relaciones con Israel o desestabilizar una región de por sí muy volátil.

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