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Aquilino Cayuela

Sánchez nos mete en el «Sur Global» geoestratégico al rechazar a Israel

Hamás es el único responsable del conflicto presente, por su ataque calculado a la paz entre palestinos y judíos

Pedro Sánchez y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud AbásEFE

Es importante señalar que, como en décadas anteriores, el apoyo a Israel por parte de Occidente es muy importante.

El gobierno de España, conglomerado de ultraizquierda domesticada bajo la guía de Sánchez, ha decidido muy contrariamente dar la espalda a Israel y nos arrastra, sin embargo, a un «Sur Global» geoestratégico, por una razón muy sencilla: porque apoyar a Hamás es alinearse con Irán, con la Yihad Islámica, con los hutíes del Yemen, con el régimen de Bashar al-Asad en Siria y con otros amigos de Rusia.

Sánchez en su «in-política», algo peor que la «in-moralidad», con una mano da mil millones en ayuda militar a Ucrania y con la otra mano, al día siguiente, reconoce en solitario y unilateralmente (en su habitual «sin consenso») el Estado palestino volviendo arbitraria y ficticiamente a unas fronteras de 1967. Unas fronteras que ni fueron ni son.

El muto apoyo entre Israel y Occidente no es solo importante para los judíos sino también para nosotros, los europeos y el mundo occidental en su conjunto, naciones como EE.UU. o Alemania lo saben ver perfectamente. Sánchez, no.

En Norteamérica se mantiene una firme mayoría de estadounidenses que apoyan a Israel. Las encuestas de Harvard CAPS/Harris de los meses de marzo y abril indican que el 82 % de los adultos estadounidenses apoyan a Israel frente a Hamás en la guerra actual.

Las encuestas de Harvard CAPS / Harris Poll recogen cada mes, dentro de los Estados Unidos, respuestas de más de 2.000 votantes registrados. Los resultados reflejan una muestra representativa a nivel nacional.

La encuesta revelaba que el 52 % de los estadounidenses otorgaba a Israel una calificación «favorable» o «muy favorable», frente a sólo el 16 % para la Autoridad Palestina y el 14 % para Hamás.

Incluso los estudiantes universitarios norteamericanos, a pesar de las localizadas protestas propalestinas, muestran que sus opiniones sobre el conflicto palestino-israelí son mucho más comedidas de lo que se ha retratado en las televisiones y la prensa en general.

Por ejemplo, una encuesta realizada a principios de mayo para Axios reveló que el 83 % –una abrumadora mayoría– de los estudiantes universitarios estadounidenses mantienen que Israel tiene derecho a existir.

El apoyo a Hamás supone un conglomerado de causa contradictorias, cuya toma de postura obedece a ciertos injertos emocionales.

La «causa palestina», si viene representada por la lucha de Hamás, hace caer bajo el patrocinio de Irán y el fundamentalismo islámico a quienes esperan el advenimiento de un nuevo mundo mediante espectaculares actos de destrucción.

El primero y principal, la aniquilación de Israel y los judíos «desde el río hasta el mar», como proclamó irresponsablemente una vicepresidenta del gobierno de España.

Sánchez rebasa otro límite más por el que cabría preguntarle (como Cicerón a Catilina): ¿hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia?

Ese progresismo nostálgico–totalitario que mueve al actual gobierno de España pierde de vista que este conflicto se inició por una ataque brutal, invasivo e indiscriminado de la organización terrorista Hamás contra población civil inocente.

Un ataque que, particularmente, en su rabia destructiva, se cebó con mujeres jóvenes que fueron violadas y secuestradas, en el mejor de los casos, y, en el peor, torturadas, mutiladas y asesinadas.

Por ejemplo, los hallazgos de la brutalidad de las fuerzas rusas en Ucrania han sido justamente resaltados por la opinión pública como «atrocidades» porque, de hecho, lo son y es preciso denunciarlas y condenarlas.

Lo que Hamás hizo en su ocupación del territorio israelí parece, sin embargo, contar con un silencio cómplice de esa progresía totalitaria. ¿Una justificación encubierta, un doble rasero?

También sorprende contemplar cómo los largos y costosos procesos de paz (que durante largos años habían logrado avances considerables) se han quebrado por una sola acción bélica y criminal y que, no obstante, Hamás haya quedado impune a ojos de ciertos políticos y de determinadas políticas.

Hamás es el único responsable del conflicto presente, por su ataque calculado a la paz entre palestinos y judíos. Se elude señalar que es la cúpula de la organización terrorista Hamás la causante de destruir todo un largo y esforzado camino por el entendimiento y la paz.

Hamás es responsable de haber iniciado una guerra y responsable afectar al orden establecido en la región.

Es causante de retener a numerosa población civil en un territorio angosto, como escudos humanos.

La ambivalencia del discurso contradictorio de algunos líderes occidentales refleja la polarización que este conflicto ha causado tanto en EE.UU. donde era habitual apoyo bipartidista a Israel, como en la Unión Europea, también pendiente de elecciones, grandes muestras de descoordinación.

En Europa tenemos desde el radicalismo aventurero de Sánchez, que declara unilateralmente y sin consenso ninguno el reconocimiento de un inexistente estado palestino, hasta la ambivalencia contradictoria de Francia, o el apoyo incondicional y firme a Israel de Alemania.

En Europa, la división está servida y no responde a una política de grandes miras, sino de miras muy cortas que no salen del ombligo partidista ante unas muy cercanas elecciones.

Bajo tiempos de incertidumbre y con guerras abiertas, nos podemos lamentar de no tener políticos a la altura de los acontecimientos.