Francia
La maldición de la derecha tradicional francesa, la más torpe de Europa
La expulsión de Éric Ciotti, hasta ayer líder de Los Republicanos (LR) y partidario de una alianza con Marine Le Pen, culmina una década negra
Éric Ciotti, aún presidente de Los Republicanos (LR), decidió ayer cerrar la sede del partido, después de ordenar a sus empleados que la abandonaran. Por la tarde, el comité ejecutivo del partido decidió expulsarle. El interesado insiste en que sigue siendo su máximo responsable.
Se trata de los dos episodios más rocambolescos –pero no son los únicos– que acecha a la formación histórica de la derecha gala desde que el lunes por la mañana, al día siguiente de las elecciones europeas, Ciotti anunciara que aceptaba la mano tendida por Marine Le Pen para presentar candidaturas conjuntas en varios distritos de cara a las legislativas anticipadas que tendrán lugar los próximos 30 de junio y 7 de julio.
Un órdago que Ciotti no consultó previamente con el resto de los dirigentes del partido, que lo han rechazado de plano, entre los que destacan personalidades poco sospechosas de simpatías por el macronismo, como el portavoz en el Senado, Bruno Retailleau o el presidente de la región Auvernia-Ródano-Alpes, Laurent Wauquiez, aliados históricos de Ciotti. De hecho, fueron los principales promotores de su candidatura a la presidencia de LR.
Pero ahora han roto amarras definitivamente. No solo, que también, por el método expeditivo elegido por Ciotti para ponerles ante un hecho consumado, sino también por lo que podría ser una operación suicida. Una abrumadora mayoría de los barones de LR estima, en efecto, que de materializarse la opción del actual presidente impulsaría, en clave electoral, a los votantes más moderados a decantarse por candidatos macronistas; mientras que, en el plano orgánico, aliarse con la Agrupación Nacional (RN), abriría las puertas a una escisión del partido. Una operación, esta última, cuyos primeros pasos podrían ya haberse dado. Si bien habrá que esperar al 7 de julio para comprobar si se consuma.
En todo caso, LR no ha sabido superar el dilema, doctrinal y estratégico, al que se enfrenta desde 2017; año de la primera victoria presidencial de Emmanuel Macron: o reformismo económico liberal, bien visto por Bruselas, en compañía del presidente de la República; o endurecimiento general del discurso político, de modo especial en lo tocante a la inmigración. LR se ha mostrado incapaz, a lo largo de los últimos siete años, de fijar una línea estratégica que combinase ambas perspectivas. De ahí que Macron, pese a estar en sus horas más bajas, y Le Pen les hayan ganado cada uno su parte del relato.
Se ha podido ver durante esta legislatura de menos de dos años –la segunda más corta de toda la V República– cuando en la reforma de las pensiones aparentaron, de forma contraproducente, oponerse, a modo de postureo, a una medida que venían reclamando desde hacía tiempo; o, más recientemente, cuando lograron un éxito táctico al forzar a Macron y a su Gobierno a renegociar la Ley de Inmigración. Sin embargo, el éxito tenía otra cara más amarga: la de proyectar la imagen de ir a remolque de Marine Le Pen.
Por no obviar las causas más profundas, las de carácter histórico. Sin ir más lejos, el periodista de Le Figaro Guillaume Tabard tituló su libro La maldición de la derecha: 60 años de citas fallidas. Fue publicado en 2019, hace ya cinco años. Entonces Tabard declaró que «al desviarse de su rumbo, la derecha ha perdido el control de sí misma, ha dado varias vueltas de campana y ha aterrizado, hecha pedazos, en el barranco electoral donde ahora languidece. Lo saben: no bastará con que caiga el actual jefe del Estado [Macron] para que vuelvan a ponerse en pie». La profecía se ha quedado algo corta.