Fundado en 1910

Louis Aliot, vicepresidente primero de la Agruoación Nacional y alcalde de Perpiñán

Entrevista / Louis Aliot, vicepresidente primero de la Agrupación Nacional y alcalde de Perpiñán

«Puigdemont es un delincuente y nos ha dejado facturas sin pagar»

Quien susurra a los oídos de Le Pen y Bardella explica a El Debate por qué sigue creyendo que su partido aún puede alcanzar la mayoría absoluta

Louis Aliot ostenta la doble condición de ser el primer vicepresidente de la Agrupación Nacional –justo después de Jordan Bardella– y alcalde de Perpiñán, el municipio más poblado que administra, hoy en día, su partido.

Recibe a El Debate en su despacho de primer edil. Al entrar en la antecámara se observa el preceptivo retrato del presidente Emmanuel Macron –obligatorio en todos los ayuntamientos de Francia– colgado en la pared. Uno, mientras espera, se sienta en un sofá de skay, partido en los colores de la bandera francesa. Un resumen de lo que es hoy la Agrupación Nacional: de corte institucional, pero sin renunciar a sus principios patrióticos.

«Honestamente, cuando vemos los resultados [se refiere al resultado de las europeas y al de la primera vuelta de las legislativas] que logran nuestros competidores –los que llevan 50 años en el poder, la mayor parte de ellos– y nos comparamos, se puede decir sin falsa modestia que haremos el trabajo necesario. En todo caso, disponemos de la competencia».

–¿Y con la suficiente eficacia como para poder ganar la elección presidencial de 2027?

–Sí, ha sido difícil cada vez que ha habido cohabitaciones, aunque en esta ocasión el presidente no podrá representarse. Además, la situación es difícil y si no nos ocupamos de lo que de verdad interesa a la gente –principalmente la inseguridad ciudadana y la inmigración– no se resolverá ningún problema.

–¿Ha terminado el proceso de «desdiabolización» de la Agrupación Nacional?

–Sí, lo creo. Lo que es importante en relación con la «desdiabolización» no es tanto que haya gente diciendo que somos un partido fascista, sino cómo lo recibe el pueblo. Eso es lo importante. Cuando en 2002, año en que Jean-Marie Le Pen alcanzó la segunda vuelta de las presidenciales, todo el mundo se manifestaba en la calle. Hoy, nada.

–¿Ya no temen los llamamientos contra ustedes de intelectuales parisinos, de personalidades del mundo de los negocios y de demás figuras del establishment?

–No sólo ya no las tememos, sino que producen un efecto contrario.

–¿Por ejemplo?

–Cuando Mbappé habla, la gente le dice que se ocupe de sus cosas. Incluso ya hay tribunas de intelectuales a favor nuestro. Nunca antes había ocurrido.

–¿Luc Ferry?

–También Pascal Perrineau, Pierre-André Taguieff o Michèle Tribalat. Dicen que el peligro no somos nosotros, sino Mélenchon. Es una inversión completa de la «desdiabolización».

–Sin embargo, persisten exabruptos por parte de algunos miembros. Bien es cierto que Jordan Bardella los condena.

–Sí, pero 600 candidatos multiplicados por dos -pues hay suplentes-, suman 1.200. Eso implica que hay gente que se «nos escapan». La diferencia es que nosotros les echamos. Si vienen con nosotros, es para defender nuestro programa, no para que se ocupen de sus obsesiones.

–De momento, las últimas encuestas alejan a su partido de la mayoría absoluta. ¿Sigue estando confiado?

–En Francia, la comisión demoscópica recomienda oficialmente tomar con extrema prudencia las previsiones sobre los escaños; hay 577 elecciones distintas. Conviene, asimismo, recordar que en las legislativas de 2022, a las 20 horas, los institutos demoscópicos nos situaban en una horquilla de entre 5 y 20 diputados. Al final, sacamos 89.

–¿Y el próximo domingo?

–La verdad es que será muy apretado: el resultado dependerá de lo que ocurra en alrededor de 200 distritos y con una diferencia de dos puntos. Ganará el que más movilice a los votantes. Pienso que podemos alcanzar la mayoría absoluta.

–¿Existe el riesgo de que Macron devore a Bardella, si es nombrado primer ministro, sobre todo en la escena internacional?

–Tradicionalmente no es el primer ministro quien lleva las relaciones internacionales, sino el presidente. Pero el primer ministro maneja el presupuesto: obligatoriamente habrá colaboración entre unos y otros.

–¿Qué ocurrirá sobre Ucrania?

–Condenamos la invasión desde el primer día. Aquí, en Perpiñán, seguimos teniendo a 300 refugiados ucranianos. Aunque nos acusen de ser prorrusos, estamos en la misma línea: los americanos son nuestros aliados, y lo seguirán siendo. Los británicos son nuestros principales aliados militares. Y aunque, según nuestra filosofía gaullista, pretendemos salir del mando integrado de la OTAN, no se puede hacer de un día para otro y en plena guerra. El único verdadero debate es la presencia de tropas terrestres, a la que los franceses se oponen.

Hasta la fecha, España es un pasadizo de inmigración, pero me preocupa más la pasarela del narcotráfico

–Hablemos de las relaciones con España: ¿teme una relajación del Gobierno de Pedro Sánchez en relación con los migrantes?

–Queremos restablecer el control sobre nuestras fronteras: veremos si los españoles son, o no, laxistas. Hasta la fecha, España es un pasillo de inmigración, pero me preocupa más la pasarela del narcotráfico. A los clandestinos se les puede controlar, pero lo de los narcos resulta inquietante: el cannabis vine de Marruecos y pasa por España y cada vez se habla más de la cocaína que viene de Barcelona. Vamos a poner el hocico encima, dicho sea sin ironías.

–España también es el problema catalán: hace unos días, Marine Le Pen declaró en otro medio que tenía a Carles Puigdemont por un delincuente.

–Lo es.

–¿Teme que Perpiñán y su zona vuelvan a ser la retaguardia de un independentismo más radicalizado y agresivo?

–Sí, por eso lucho contra ese fenómeno: que haya gente que defienda su identidad, no me molesta, pues incumbe a los españoles defender la unidad de España; no a mí. Pero que haya gente que venga aquí a desestabilizar, me molesta más. Puigdemont ha estado aquí apoyando a mis adversarios políticos.

–Los de Unitat Catalana,

–Esos. En ese caso, se ocupa de mis cosas. Supongo que les financia. Cuando estuve en Barcelona en un mitin de Vox, fue para «corresponderle»: si viene a incordiarme, le demostraré que puedo hacer lo mismo en España. Cada uno en su casa.

–Por lo tanto…

–Hay que respetar las cosas. Puigdemont nos sigue debiendo dinero. ¿Lo sabía?

–No.

–Cuando vino a dar su mitin ante 5.000 personas, antes del confinamiento del Covid, dejó facturas impagadas que descubrí cuando llegué a la alcaldía. Le llevamos a él y a su grupo francés, República catalana, ante los tribunales. Ganamos.

–¿Ha pagado?

–No.

–¿Le conoce?

–Me he cruzado con él en varios partidos de Rugby, en un restaurante, y le he saludado. Era, además, diputado: respeto su función. Pero estimo que debería tener reserva cuando pisa territorio francés: ¡hizo campaña aquí!

–¿Apuesta la Agrupación Nacional por la unidad de España?

–Nosotros discutimos con quienes están en el Gobierno.

–Pero tiene aliados políticos en España.

–Sí, los tenemos. Desde aquí defendemos la unidad: España es un país con autonomías avanzadas, que aquí no tenemos. En cuanto a Vox, fuimos los primeros en contar con Abascal: le invité a Bruselas cuando yo era diputado europeo. Siempre le he dicho que entendía su combate por la unidad de España, pero sin entender sus propuestas en materia de antropología social o su proximidad con la Iglesia. Aquí en Francia la mentalidad es distinta.

–Sigamos con el tema catalán.

–Le dije: «Mira, Santiago, la unidad de España y la bandera de la Monarquía, eso está muy bien».

–Pero…

–Le añadí que debía cuidar las identidades locales que son reales, no puedes negar la identidad catalana: se pueden compaginar las dos banderas. Me da la impresión que evoluciona: en el mítin de Barcelona, con Ignacio Garriga, ví banderas catalanas. Sin estrella, obviamente. Me pareció muy bien: la gente necesita vínculos. Creo que su éxito se basará en esa perspectiva.

–¿Y en materia europea?

–Ha evolucionado: están hoy más próximos a nosotros.