Fundado en 1910

12 de septiembre de 2024

El  jefe del Ejército libio, Jalifa Haftar,

Foto de archivo del jefe del Ejército libio, el general Jalifa HaftarEFE

El general Jalifa Haftar, el hombre de la CIA en Libia al que ronda Moscú

La estabilización del país norteafricano parece llegar despacio y a cañonazos

Distintas facciones luchan por el poder en Libia, que ostenta un océano de petróleo. Una, en Trípoli, afirma ser el gobierno legítimo. Otra, en Tobruk, dice ser el Parlamento, en ella está Jalifa Haftar quien, desde 2014, capitanea el denominado Ejército Nacional Libio, apoyado por algunas naciones árabes. Controla grandes territorios en el sur y el este de Libia. Su resolución de combatir el terrorismo le ha facilitado apoyos en países como Egipto. Pero Haftar, el hombre que puede terminar con el estado fallido en Libia, fue un camarada y estrecho colaborador del coronel Muamar el Gadafi.

Jalifa Haftar nació en Ajdabiya en1943, en la tribu al-Farjani, beduinos que vivían con su «honor beduino» y el imperativo de venganza.

Haftar ayudó a Gadafi a derrocar al Rey Idris en 1969, cuando ambos eran oficiales seguidores del egipcio Gamal Abdel Nasser y su revolución panarabista. Haftar, graduado en la Academia Militar de Bengasi, continuó su formación castrense en la Unión Soviética (URSS), que suministró a Gadafi toneladas de armas.

Posteriormente, Haftar se incorporó al Consejo de Mando Revolucionario, que gobernó Libia y se convirtió en jefe del Estado Mayor de Gadafi, que le llamaba su hijo espiritual.

Guerra con el Chad

Gadafi financió a los islamistas tunecinos y egipcios para desestabilizar a sus vecinos. También inició una guerra con el Chad y puso al frente de las tropas libias al coronel Jalifa Haftar quien en septiembre de 1987, cayó cautivo en el oasis de Ma’atan Bishrah. Gadafi repudió a los prisioneros libios y a su jefe Haftar por rendirse tras la guerra de dos años. Un desastre para los libios. Las autoridades de Yamena informaron a Naciones Unidas (ONU) de la captura de 23 aviones libios, entre Migs y Mirages, además de tanques.

Los libios habían perdido cerca de 5.000 soldados, con 2.000 prisioneros hacinados en las cárceles chadianas. Nada se quedó allí. Cuatro transportes Galaxy de la USAF lo recogieron. El equipo más sofisticado acabó en Francia y Estados Unidos.

En Yamena, el coronel Jalifa fue interrogado por franceses y estadounidenses, que le ofrecieron unirse contra Gadafi. Cuando al repudio de este se sumó el acoso a su familia, Haftar ingresó en el Frente de Salvación Nacional Libio. Jalifa consiguió además que la mayoría de los mil prisioneros le siguieran, siendo trasladados a bases en Florida, donde recibieron un año entrenamiento en el uso de armamento estadounidense y tácticas de guerrilla.

Haftar era crítico con esa instrucción en terrenos y circunstancias para nada similares a los que se iban a encontrar. A principios de 1989, fueron trasladados al norte de Chad, con el beneplácito del presidente Hissen Habré, donde instalaron sus bases para una invasión, fracasada en primavera. Jalifa volvió a sus bases chadianas desde donde hostigaba la frontera libia hasta que, en 1990, Habré fue derrocado por Idriss Déby, patrocinado por Francia. Además, el presidente estadounidense George Bush quiso moderar la política de su antecesor, Ronald Reagan, al que le habían estallado los escándalos de la contra y el Irangate.

La relación con Estados Unidos

La relación entre la CIA y Haftar entró en horas bajas. El Gobierno chadiano acusó a los libios de emplear napalm y gas tóxico, lo cual daba mala imagen y desmantelaron la guerrilla. Haftar se instaló a diez kilómetros de la sede de la CIA, y obtuvo la ciudadanía estadounidense. La Agencia, seguía interesada en acabar con el régimen libio no sólo por los enfrentamientos de marzo y abril de 1986, cuando los norteamericanos derribaron dos aviones libios, hundieron dos patrulleras y bombardearon Trípoli y Bengasi, en enero de 1989, sino sobre todo por el atentado de Lockerbie.

Le Monde Diplomatique data la conexión Jalifa con la CIA en los años 90. cuando Haftar realizó dos intentonas para derrocar a Gadafi en 1993 y 1996. El 26 de marzo de ese año, The Washington Post le señaló como inductor del intento de golpe. Otro informe del Servicio de Investigación del Congreso, del 19 de diciembre, desvelaba que el Gobierno de Estados Unidos le prestaba ayuda financiera y militar y asilaba sus miembros.

La crisis

Tras la invasión de Irak, en 2003, Gadafi, atemorizado, realizó un acercamiento, del que formó parte la financiación a campañas de políticos europeos. El libio olvidó su programa atómico y aceptó controles sobre armas de destrucción masiva.

El Pentágono, centrado en el avispero iraquí, apartó a Haftar pero cuando llegó la primavera árabe y Gadafi reprimió brutalmente las manifestaciones, Haftar regresó. Los agentes europeos y norteamericanos le apoyaron para abortar un nuevo frente del Estado Islámico en las fronteras meridionales de Europa. Aunque la CIA le apoya, los políticos se distanciaban de la brutalidad de Haftar.

Reconquista

El 14 de marzo de 2011, Haftar llegaba a Bengasi para comandar el Ejército de Liberación Nacional Libio, relevando al general Abdul Fatah Younis, exministro del Interior de Gadafi. Lo que rechazó el Consejo Nacional de Transición (CNT). En abril Younis seguía siendo el comandante de las Fuerzas Armadas y Haftar ocupaba el tercer puesto. En julio, Yunis fue asesinado.

En noviembre, doscientos oficiales constituyeron el Consejo Militar de Cirenaica proponiendo a Haftar como a jefe del Ejército, pero el Gobierno designó a Yousef Mangoush en enero de 2012 a quien los oficiales ningunearon.

Haftar se visibiliza. Varios medios anglosajones lo presentaron como un opositor al régimen de Gadafi, contra quien se unían todas las facciones, con apoyo galo y anglosajón.

Vae Victis

Tras nueve meses de lucha, el 20 de octubre de 2011, los milicianos de Misrata encontraron a Gadafi y lo lincharon.

La violencia continuó. El 11 de septiembre de 2012, en Bengasi una muchedumbre incendió el consulado de EE.UU. y mató al embajador, Cristopher Stevens, a un técnico y dos comandos SEAL. Stevens ya había estado en Libia, como representante del CNT de marzo a noviembre de 2011. Su muerte debilitó en Washington el apoyo a la insurgencia libia. Haftar sin la ayuda esperada, regresó a EE.UU. durante un año.

En julio de 2012, los libios votaron el Congreso Nacional. Pequeños partidos liberales y centristas pactaron con los Hermanos Musulmanes. El nuevo primer ministro, Ali Zeidan, era un abogado de derechos humanos. Pero no redujeron la influencia de las milicias que se fortalecieron, atacaron Bengasi y exterminaron a la sociedad civil que les podía hacer frente. Asesinaron abogados, jueces, activistas, militares, algunos amigos de Haftar o de su tribu. Entonces retornó al teatro de operaciones.

Dos gobiernos

Hasta la aparición de ISIS, dos ejércitos competían por el poder: Amanecer de Libia, una coalición de antiguos yihadistas de Al Qaeda, beréberes, hermanos musulmanes, y comerciantes de Misrata. Apoyaban al Congreso General.

El ejército de Haftar, por su parte, se compone de soldados del Ejército libio y federalistas de la región Este de Cirenaica, mezclado con tribus del oeste y el sur.

En Libia reina el caos, sin actividad económica ni energía, los ingresos por los recursos nacionales han bajado más del 90 %

En Libia reina el caos, sin actividad económica ni energía, los ingresos por los recursos nacionales han bajado más del 90%. Más de 3.000 personas murieron en las luchas el pasado año y un tercio de la población del país ha escapado a Túnez o Italia.

Con el tibio apoyo de EE.UU., Haftar encontró suministros y armas en Egipto y Emiratos Árabes Unidos mientras Amanecer de Libia los recibía de Qatar y Turquía. El control de Libia, es vital por sus recursos y el equilibrio regional, por la vigilancia del Sahel, donde merodean yihadistas, tuaregs, narcotraficantes y negreros.

Esa amalgama de fuerzas contra Gadafi fue problemática tras su derrocamiento. La alianza creada a toda prisa con grupos dispares presuntamente «prooccidentales» y otros que soñaban con el califato que, sin dominar la calle, estaban más organizados. Cuando no podían legislar contra a sus enemigos, los moderados, asaltaban sus ministerios. En diciembre de 2013, exterminados los centristas, el congreso aplicó la Sharía y votó para ampliar su mandato otro año. Para Haftar aquello era demasiado. Reorganizó a sus leales del Chad. En febrero de 2014 publicó un comunicado suspendiendo el Congreso General que lo calificó de golpista ridículo.

En mayo de 2014, Haftar anunció la Operación Dignidad, para deponer al Congreso y derrotar a los islamistas en los que se apoyaba. En el parlamento, los Hermanos Musulmanes, incluyendo al presidente, Nuri Abu Sahmain, condenaron la operación y expulsaron a Haftar del Ejército.

Haftar lanzó, el 16 de mayo de 2014, a sus brigadas Qaqaa y Sawaiq, que atacaron las sedes sarracenas en Bengasi, vengando al embajador estadounidense asesinado. Dos días después, asaltaron el Congreso en Trípoli ahuyentando a los parlamentarios. El general Mojtar Farnana, lo declaró suspendido. El presidente del Congreso, Sahmain, llamó a las brigadas de Misrata a recuperar el edificio.

El 4 de junio, un suicida se detonó inútilmente con su vehículo en la residencia de Haftar en Bengasi.

En agosto de 2014, se constituyó en la ciudad de Tobruk, el nuevo Parlamento, que ordenó sin éxito la disolución de todas las milicias: la islamista Brigada Escudo de Libia y también las brigadas Qaqaa y Sawaiq, de la Operación Dignidad, en un intento de parecer ecuánime aunque poco después pidieron a Haftar que ayudara a recuperar Trípoli, donde algunos de los antiguos parlamentarios se habían hecho fuertes con la ayuda de la milicia Amanecer de Libia y seguían controlando la capital. A cambio, Haftar fue readmitido como mariscal.

Con una pequeña fuerza aérea, y aviones egipcios y de los Emiratos Árabes, Haftar batió a Amanecer, que contaba con dos aviones, y bombardeó zonas de Bengasi, Ajdabiya, Misrata, Sirte, Tripoli y Derna. En su avance, Haftar renunció a las venganzas.

El Ejército aprovechó la oportunidad y con ayuda de Egipto y de los Emiratos, en 2017 conquistó Bengasi y los puertos petrolíferos de Ras Lanuf y Sidra y la mayor parte de la región sureña de Fezán. Haftar quedó consagrado como el nuevo «hombre fuerte», entonces visitó la capital de Rusia, Moscú, en septiembre de 2023. Era su tercera visita, la anterior fue en noviembre de 2016, también se reunió con el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov. Haftar subrayó su papel antiterrorista y afirmó que liberará el 90 % del país a pesar del embargo de armas y del «ilimitado apoyo financiero y militar que reciben los terroristas».

Estados Unidos acusó a Moscú de mandar cazabombarderos hasta Libia, para apoyar a Haftar. El general Stephen Townsend, jefe del comando de EE.UU. para África (Africom), mostró fotos de dos Mig-29 Fulcrum y un Sujói Su-24 Fencer repintados en la base rusa de Jmeimim, Siria. La llegada de estos aparatos de cuarta generación manda un aviso a Turquía, que opera drones artillados desde Trípoli en apoyo de los islamistas que tutela.

EE.UU. acusó a Moscú de mandar cazabombarderos hasta Libia, para apoyar a Haftar

El 21 de septiembre, poco antes de partir hacia Moscú, Haftar recibió en Bengasi al general Michael Elliott Langley de Africom, acompañado por un enviado de la Casa Blanca, el embajador Richard Norland, «para hablar de formar un gobierno elegido democráticamente, reunificar el Ejército libio y salvaguardar la soberanía eliminando a los mercenarios extranjeros» en referencia las tres empresas rusas de seguridad que han estado presentes en Libia oriental: RBS, Moran y Schift y Wagner.

Pero, según un informe de ONU, rusos, sirios y sudaneses no son los únicos mercenarios en Libia. Con el «Proyecto Opus», se introdujeron desde Jordania, combatientes de una veintena de empresas de soldados corporativos, procedentes de Australia, Francia, Malta, Sudáfrica, el Reino Unido y Estados Unidos. Todas ellas a favor de Haftar con cuyos grandes apoyos trabaja Rusia: Emiratos y Egipto, así como Arabia Saudí.

Para Washington es preocupante este acercamiento de su hombre a Moscú, aunque su posición en Libia es imprecisa, desde que renunció al protagonismo tras el asesinato de Stevens. La OTAN también está dividida: hay miembros, como Turquía, y más discretamente Italia, que apoyan al Gobierno de Trípoli, mientras otros, como Francia, están con Bengasi. Abu Dabi, por su parte, paga las soldadas de los mercenarios.

Desolación

La esperanza de la revolución árabe, que hizo que numerosos libios volvieran al país, se esfumó. La estabilización de Libia parece llegar despacio y a cañonazos.

Comentarios
tracking