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13 de septiembre de 2024

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, durante una ceremonia que conmemora el 80 aniversario de la liberación de Bormes-les-Mimosas, un pueblo en el sureste de Francia

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, durante una ceremonia que conmemora el 80º aniversario de la liberación naziAFP

Francia

Macron se juega su destino al intentar formar un Gobierno mientras pierde el control de su partido

Si ha logrado una victoria psicológica sobre la izquierda al descartar la «solución Castets» y al dar Mélenchon marcha atrás, el escenario político sigue igual de bloqueado ocho semanas después de las elecciones

Tranquila y sonriente salía el pasado viernes del Palacio del Elíseo la delegación del Nuevo Frente Popular (NFP) que había sido recibida por el presidente de la República, Emmanuel Macron. Estaba integrada por una docena de personas: los jefes de todos y cada uno de los partidos que conforman la coalición, buena parte de sus manos derechas, así como la alta funcionaria Lucie Castets, la candidata que han propuesto para desempeñar el cargo de primera ministra.

Los dirigentes del NFP dieron cuenta, ante una nube de cámaras y micrófonos, de su entrevista con el jefe del Estado. Defendieron sus posturas, pero de las palabras empleadas, tanto dentro como fuera del despacho presidencial, se desprende que el tono ya no era tan agresivo como el que utilizaron algunos de ellos el domingo anterior en el artículo publicado por La Tribune-Dimanche, en el que amenazaron con iniciar los trámites, contemplados por el artículo 36 de la Constitución, para destituir a Macron si este último no enviaba a Castets al palacio de Matignon.

Pues bien, los dirigentes del NFP ya son conscientes, en primer lugar, de que Castets no encabezará el próximo Gobierno, y en segundo lugar, de que Macron no será destituido. La propuesta lanzada ayer por el líder del partido de izquierda radical Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, de formar un Gobierno Castets, pero sin ministros de su formación, principal componente del NFP, certifica el abandono de las pretensiones maximalistas de la coalición.

Como explicaba un artículo publicado en la tarde de este sábado por Le Point, «A pesar del cortés intercambio con la alta funcionaria […], el jefe del Estado pudo comprobar que desde el bloque central hasta la derecha de Laurent Wauquiez, pasando por el grupo independiente Liot y el partido de la izquierda radical, todos votarían a favor de la censura en el hemiciclo. Lógicamente, la Agrupación Nacional y Éric Ciotti [el líder de la derecha que se coaligó con Marine Le Pen en los comicios de hace casi dos meses] expresarán el mismo deseo cuando se reúnan con él este lunes en el Elíseo».

Tanto un sector importante del macronismo, así como la totalidad de la derecha moderada –con menos diputados que en 2022, pero con capacidad de bloqueo en la configuración de la futura coalición gubernamental, sea cual sea–, y la Agrupación Nacional al completo han avisado: cualquier Gobierno del NFP, influido por los Insumisos, será inmediatamente derrocado por una moción de censura en la Asamblea Nacional.

Dicho de otra forma: si Macron ha logrado una victoria psicológica sobre la izquierda al descartar la «solución Castets» y al dar Mélenchon marcha atrás de forma espectacular, el escenario político sigue igual de bloqueado ocho semanas después de las elecciones legislativas que él mismo convocó apresuradamente. Con los presupuestos de 2025 en el aire y la mirada de Bruselas puesta sobre Francia, el presidente de la República no dispone de mucho tiempo para buscar la rara avis que logre gobernar hasta la más que probable disolución de junio de 2025.

Hasta esa fecha, no podrá convocar nuevas elecciones. Macron podrá alegar el egoísmo político de unos y otros con sus vetos mutuos en un momento crítico para el país, pero es el resultado de su imprudencia. ¿Por qué no esperó al final de las Olimpiadas para disolver la Asamblea Nacional? Es la pregunta que muchos se hacen. Principalmente en el Elíseo. Y no es la única.

A esta dificultad se añade el caos imperante en el seno de Renacimiento, el partido presidencial, a cuya jefatura acaban de presentar sus respectivas candidaturas la antigua primera ministra Élisabeth Borne y su sucesor, Gabriel Attal, primer ministro en funciones. Ambos mantienen hondas diferencias programáticas entre ellos. Pero les une el resentimiento hacia Macron. La primera, por haber sido cesada de forma poco elegante tras haber logrado sacar adelante, contra viento y marea, la polémica reforma de las pensiones. El segundo, por no haber sido avisado de la convocatoria de elecciones. Ahora, apenas se hablan. En todo caso, Macron ya ha perdido el control de su partido. Y puede también que el de su destino político.

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