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17 de septiembre de 2024

ANÁLISISAlex Fergusson

Venezuela: crónica de Zapatero, complicidades, beneficios y silencios

Es posible que el expresidente español no perciba el efecto de desprecio y malestar que sus visitas producen en una buena parte del país, pero, si lo ha hecho, creo que en realidad no le importa; al fin, hay muchos beneficios de por medio

Actualizada 04:30

Con una actividad tras bastidores y en calidad de observador internacional, el inefable José Luis Rodríguez Zapatero vuelve a desplegar su papel de «super asesor y lobista internacional» del Gobierno de Nicolás Maduro, esta vez con el propósito de contribuir a sortear sus dificultades políticas pre y postelectorales.

Pero no es la primera vez; en 2011 fue invitado para dictar charlas y conferencias pagadas, pero con el trasfondo de su intermediación en los multimillonarios negocios de la empresa brasileña Odebrecht (asociada de Luiz Inácio Lula da Silva), con el Gobierno.

En 2015, la amistad con el régimen se consolidó, actuando como acompañante en las elecciones de ese año y como aliado, según declaraciones de varios funcionarios y ocupándose también de reforzar los lazos políticos del Gobierno con sus amigos en Cuba y Bolivia.

Zapatero junto a Maduro en uno de sus tantos encuentros en Caracas.

El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero junto a Nicolás Maduro en uno de sus tantos encuentros en Caracas.

En 2016, actuó como mediador en la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) a favor del régimen y en la creación de la famosa «Comisión de la verdad», lo cual le permitió viajar a Venezuela cinco veces ese año.

No fue extraño, entonces, que en 2017, volviera para orquestar una campaña con el propósito de relativizar las protestas antigubernamentales que se estaban dando en ese momento, siempre acompañado de sus anfitriones inseparables, los hermanos Rodríguez, y para darle un espaldarazo a la convocatoria a la írrita Asamblea Constituyente.

Ese año también intervino en el caso del líder Leopoldo López del partido Voluntad Popular, y a favor de su excarcelación, quizás para lavarse la cara ante la oposición.

Por ese tiempo eran ya conocidos los fuertes vínculos creados con Raúl Morodo, el embajador de España en Venezuela, quien luego (2023) fuera procesado en su país por el desvío de 4,5 millones de euros que recibió del Gobierno venezolano, Rodríguez Zapatero mediante.

El año 2018 fue un año crítico por su participación como observador especialísimo, en las elecciones presidenciales que ganó Maduro para un segundo período, pese a que estuvieron marcadas por denuncias de fraude y muy baja participación. Allí se ganó el desprecio de la gente y fue abucheado fuertemente, al salir de un centro de votación.

Su más reciente actividad (2023-2024), aunque marcada por los secretos y el silencio, ha sido el cabildeo ante el Grupo de Puebla, la interlocución con Petro, Lula y AMLO, y en Europa con Josep Borrell, para evitar las condenas a Maduro por su saboteo a las elecciones primarias de la oposición, la política de obstrucción, persecución y fraude a la participación opositora en la campaña electoral del 28 de julio y a sus acciones postelectorales de desconocimiento de los verdaderos resultados, y más recientemente, el acoso al liderazgo opositor y particularmente a María Corina Machado y a Edmundo González Urrutia.

Por cierto, estas actividades fueron recientemente denunciadas ante la Corte Penal Internacional (CPI), por la organización «Manos Limpias», acusándolo de complicidad en la violación de derechos humanos y crímenes de «lesa humanidad» en Venezuela.

En síntesis, el papel de Rodríguez Zapatero en Venezuela, ha sido el de mediador fracasado en cinco intentos entre el Gobierno y la oposición, el de líder agresivo contra la oposición en rondas de negociaciones en hoteles caribeños de lujo, el de emisario frustrado ante la Unión Europea, el de maquillador torpe de las atrocidades y abusos del Gobierno, el de solicitante ineficiente del levantamiento de las sanciones, el de «garante» en las conversaciones de paz con la guerrilla colombiana (que han sido sistemáticamente saboteadas por el Gobierno venezolano pues ellos son sus aliados), el de observador internacional y aval poco confiable en las distintas elecciones venezolanas que la comunidad internacional ha desconocido, y siempre fiel defensor del régimen de Hugo Chávez, cuando era presidente del Gobierno español, y ahora del de Nicolás Maduro.

Su reciente maniobra para que, desde la Embajada española donde Edmundo González Urrutia se encontraba recluido desde hace poco, se acordara su destierro tal como deseaba el régimen, más que expresión del deseo de preservarle la vida es una nueva muestra de su solidaridad con Maduro.

Es posible que Rodríguez Zapatero no perciba el efecto de desprecio y malestar que sus visitas producen en una buena parte del país, pero, si lo ha hecho, creo que en realidad no le importa; al fin, hay muchos beneficios de por medio.

Nos preguntamos, cómo quedará ahora, después de que Pedro Sánchez se refiriera a Edmundo González Urrutia como «un héroe de Venezuela a quien España no va a abandonar», o acaso siguen jugando al juego de la Neuropolítica.

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