Muere el expresidente peruano Alberto Fujimori a los 86 años
En 2009, fue condenado a 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad, relacionados con las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, así como por secuestros y corrupción
Alberto Fujimori, el expresidente peruano que gobernó durante la década de 1990, ha fallecido a los 86 años en su residencia de Lima, después de una larga batalla contra el cáncer. Su hija y heredera política, Keiko Fujimori, confirmó la noticia a través de la red social X, agradeciendo a quienes acompañaron a la familia durante los difíciles momentos finales de su padre. A pesar de sus problemas de salud, incluyendo cáncer de lengua detectado hace más de 27 años y múltiples dolencias crónicas, la figura de Fujimori nunca dejó de ser controvertida en la política peruana.
Nacido el 28 de julio de 1938, en una familia de inmigrantes japoneses, Fujimori irrumpió en la escena política de Perú en 1990, derrotando al famoso escritor Mario Vargas Llosa en una sorpresiva elección. Su ascenso al poder marcó un periodo de profunda división en la sociedad peruana, con algunos de sus partidarios elogiando su papel en la derrota de los grupos terroristas como Sendero Luminoso y en la estabilización de una economía en crisis. Sin embargo, para muchos otros, su legado está teñido por su régimen autoritario, violaciones a los derechos humanos y la corrupción sistémica que permeó su gobierno.
Fujimori llegó a la presidencia bajo la bandera de un candidato antiestablecimiento, en un momento en el que Perú enfrentaba una grave crisis económica y una creciente amenaza terrorista. A medida que avanzaba su primer mandato, su administración adoptó medidas económicas de choque que estabilizaron la economía peruana, controlando la hiperinflación heredada de su predecesor, Alan García. Sin embargo, su gobierno también estuvo marcado por el autogolpe de Estado del 5 de abril de 1992, en el que, con el apoyo de las Fuerzas Armadas, disolvió el Congreso, intervino el Poder Judicial y concentró todos los poderes del Estado en sus manos. Este golpe de Estado, que fue duramente criticado por organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), lo convirtió en una figura polarizadora en Perú y el mundo.
A pesar de las críticas, Fujimori mantuvo un apoyo popular significativo, en parte debido a su éxito en la lucha contra los grupos terroristas, como Sendero Luminoso, liderado por Abimael Guzmán, y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Bajo su administración, el país también experimentó mejoras en infraestructura y una mayor estabilidad económica. Sin embargo, estos logros fueron opacados por las graves violaciones a los derechos humanos cometidas durante su mandato, que incluyeron las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, en las que el grupo paramilitar Colina, vinculado a su gobierno, estuvo implicado en ejecuciones extrajudiciales.
En medio de crecientes denuncias de corrupción y abuso de poder, Fujimori intentó mantenerse en el poder durante una tercera elección en 2000, en la que fue reelegido en medio de acusaciones de fraude. Sin embargo, su gobierno se desplomó tras la difusión de un video que mostraba a su asesor de inteligencia, Vladimiro Montesinos, sobornando a un congresista opositor. La revelación de esta «red de corrupción» sacudió a la opinión pública y obligó a Fujimori a renunciar a la presidencia en noviembre de ese mismo año. Fujimori envió su renuncia desde Japón, donde buscó refugio tras huir de Perú, un hecho que fue interpretado como una huida ante la creciente presión política y judicial.
En 2005, en un inesperado movimiento, Fujimori viajó a Chile con la intención de regresar a la política peruana, pero fue arrestado y extraditado a Perú en 2007. En 2009, fue condenado a 25 años de prisión por delitos de lesa humanidad, relacionados con las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, así como por secuestros y corrupción. Durante su tiempo en prisión, estuvo recluido en una celda especialmente acondicionada para él en la prisión de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía Nacional de Perú en Lima, lo que sus críticos llamaron una «cárcel dorada». En este lugar, Fujimori recibió continuas visitas de sus familiares y partidarios.
A pesar de su condena, Fujimori siguió siendo una figura clave en la política peruana. En 2017, el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski le concedió un controvertido indulto humanitario, bajo el argumento de que padecía una enfermedad degenerativa incurable y que las condiciones carcelarias representaban un grave riesgo para su vida. Sin embargo, este indulto fue rápidamente revocado por un juez, y Fujimori tuvo que regresar a prisión hasta diciembre de 2022, cuando una nueva decisión del Tribunal Constitucional permitió su liberación definitiva.
En los últimos años, Alberto Fujimori se había mantenido relativamente activo, incluso incursionando en las redes sociales para limpiar su imagen y defender su legado. A pesar de sus problemas de salud, que incluyeron múltiples operaciones por una dolencia precancerígena en la lengua, problemas cardíacos y fibrosis pulmonar, Fujimori continuó siendo una figura influyente dentro del fujimorismo, el movimiento político que lleva su nombre y que sigue siendo una fuerza importante en la política peruana.
La muerte de Fujimori, anunciada el 11 de septiembre, coincide irónicamente con la del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, quien falleció el mismo día tres años antes, también a la edad de 86 años. Su fallecimiento marca el fin de una era en la historia política de Perú, pero el debate sobre su legado, que incluye tanto logros significativos como profundas controversias, continuará marcando la política y la sociedad peruana en los años venideros. El gobierno de Perú, encabezado por la presidenta Dina Boluarte, ha anunciado un funeral de Estado para honrar al exmandatario, aunque esta decisión también ha sido vista con recelo por algunos sectores de la población que aún recuerdan los oscuros capítulos de su gobierno.