Jimmy Carter, con ayuda de cuidados paliativos, cumple 100 años
El expresidente de Estados Unidos es uno de los jefes de Estado más longevo del planeta
Nació en Georgia el uno de octubre de 1924 como James Earl Carter jr, hijo primogénito de un granjero baptista dedicado a la plantación de cacahuetes en su pueblo, Plains, en el sudoeste agrícola de Georgia. Carter estudió en el Georgia Institute of Technology, Atlanta, entre 1941 y 1943. Ingresó en la Academia Naval de Annapolis, graduándose en 1946. Ese mismo año, a los 21, contrajo matrimonio con Rosalynn Smith, de Plains.
Durante siete años, Carter desarrolló una actividad militar en navíos y submarinos de la Navy estadounidense. Sirvió en dos acorazados fondeados en Norfolk. A últimos de 1948, fue asignado a la tripulación del USS Pomfret, un submarino diésel a bordo del cual patrulló la costa china.
En 1949 Carter recibió el ascenso a teniente y dos años después le fue encomendado un despacho de oficial ingeniero en tierra, en los astilleros de la Marina en Groton, donde inspeccionó la botadura del USS Barracuda donde se integró. En 1952, con el galón de teniente de navío, se enroló en el programa de propulsión submarina atómica y participó en el diseño de los reactores nucleares pensados para la Marina de guerra.
Carter se estaba preparando para ser el oficial ingeniero jefe del sumergible USS Seawolf, pero en julio de 1953 supo la muerte de su padre. El marinero Carter solicitó la licencia de la Armada y con su esposa Rosalynn se asentó en Plains para expandir el boyante negocio de su progenitor: la mantequilla de cacahuete, convertida ya en una potente industria local, proporcionó a Carter, aún treintañero, un sustancioso capital para financiar sus aspiraciones políticas, que canalizó en el Partido Demócrata.
Su carrera política
Su carrera política empezó en las elecciones a la Asamblea General de Georgia de noviembre de 1962, cuando ganó el escaño en el Senado estatal. En 1966 decidió ser candidato a gobernador del Estado, pero fue derrotado. Triunfó en la edición de 1970 con sus vehementes críticas al segregacionismo. En 1971 tomó posesión como gobernador de Georgia implicándose en el cumplimiento efectivo de las leyes de derechos civiles de Lyndon Johnson. Su acendrada fe baptista no le impedía apoyar el aborto.
En 1974 Carter anunció que era candidato a la nominación demócrata para las elecciones presidenciales de 1976.
Carter moduló su discurso baptista al agrado de las clases medias trabajadoras y las minorías raciales. Se presentaba como un hombre honrado y de moralidad rectilínea, para restablecer la confianza en el gran gobierno, quebrantada tras la guerra de Vietnam, el shock del dólar, la crisis del petróleo y el escándalo Watergate.
Brown, gobernador de California, y Church, senador por Idaho, pusieron en marcha el movimiento ABC, de Anybody But Carter (Cualquiera Menos Carter), en la creencia de que el de Georgia representaba un ala religiosa y rural, mal vista por el progresismo liberal de la costa oeste y el voto trabajador de los grandes centros urbanos del norte y el este. Pero Carter desbancó al presidente Ford con el voto afroamericano.
El 20 de enero de 1977 Carter prestó juramento como el 39º presidente de Estados Unidos. En el Gabinete demócrata tomaron posesión Cyrus Vance como secretario de Estado, y Zbigniew Brzezinski, geoestratega de origen polaco, quien recibió la consejería de seguridad nacional.
Carter empezó amnistiando a los prófugos de Vietnam, redujo los gastos y la plantilla de la Casa Blanca. Presentó las líneas maestras de su plan nacional para el ahorro de energía, cuya crisis calificó de «el mayor reto al que el país va a hacer frente en el curso de nuestras vidas».
Su política exterior
Carter fue conservador en lo moral y progresista en lo social, especialmente en la política exterior, oscilante entre el idealismo y el realismo político de hombre de Estado.
En octubre de 1977 el presidente firmó el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, adoptado por la ONU en 1966. En diciembre de 1978, con motivo del trigésimo aniversario de la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Carter fue enfático: «Los derechos humanos son el alma de nuestra política exterior, porque los derechos humanos son en verdad el alma de nuestro sentido de nación». Pero luego se evaporó otra promesa de la campaña de 1976, que Estados Unidos gastaría menos en Defensa y vendería menos armas al extranjero.
Carter criticó las dictaduras en Iberoamérica aliadas de Washington, vinculando el mantenimiento de la cooperación militar y económica al respeto a los derechos humanos, también en Asia y África. Además urgió a la Unión Soviética y sus satélites a respetar el Acta de Helsinki de 1975. Continuó la política exterior de Nixon con la mediación del proceso negociador abierto por Israel y Egipto, que produjo sus frutos pacificadores en el cuatrienio presidencial, así como en el reconocimiento de la China Popular.
Aunque Carter criticaba a Moscú por sus violaciones de los derechos humanos, mejoró relaciones con Cuba y eliminó partes del bloqueo económico a la isla. En abril de 1980 Fidel Castro facilitó la fuga de miles de cubanos que ansiaban alcanzar Florida. La crisis situó a la Administración Carter ante el compromiso de aceptar a todos los que arribaban a la costa incluidos delincuentes comunes.
Muy simbólicos con sus vecinos meridionales fueron los acuerdos del 7 de septiembre de 1977, con el Gobierno de Panamá, firmados por el general Omar Torrijos, que devolvían el canal a la soberanía panameña, tras siete décadas de control estadounidense.
En mayo de 1978 Carter presionó a la República Dominicana para que el presidente, Joaquín Balaguer, cediera el poder al ganador de los comicios, el socialdemócrata Antonio Guzmán. Con el Chile del general Augusto Pinochet las relaciones se enfriaron a raíz del asesinato en Washington del ex canciller socialista Orlando Letelier en 1976. En el área andina, las reconvenciones se concentraron sobre el Gobierno del general Hugo Banzer.
En julio de 1979 la Administración Carter no protegió al dictador Anastasio Somoza de Nicaragua tras el triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Washington aceptó reconocer diplomáticamente y apoyar económicamente a la Junta de Gobierno en la creencia errónea de que el FSLN hegemónico traería a Nicaragua la democracia.
La nueva realidad nicaragüense influyó en la postura con respecto al vecino El Salvador, escenario de una guerra civil en la que se enfrentaban una guerrilla con sustrato comunista, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), y un Ejército nacional politizado; mientras el poder temblaba precariamente en manos de una Junta cívico-militar. En 1980, la violación y asesinato por la Guardia Nacional salvadoreña de cuatro monjas estadounidenses airó a Carter, que suspendió la ayuda económica y militar. El castigo duró poco pues en enero de 1981, con Carter a punto de abandonar la Casa Blanca, las dudas sobre si había que auxiliar a los militares quedaron definitivamente zanjadas cuando el ímpetu de la ofensiva del Frente de Liberación amenazaba con derrocar a la Junta que presidía el democristiano Napoleón Duarte. El Pentágono comenzó el envío masivo de armamento al Ejército de El Salvador.
Crisis en la distensión con la URSS
En un momento en que proliferaban las disidencias políticas en el Estado soviético (como el del físico nuclear y Premio Nobel de la Paz Andrei Sajárov), el Kremlin reaccionó con desagrado ante las requisitorias humanitarias de Carter.
Moscú consideró la postura del presidente estadounidense una intromisión en los asuntos internos de la URSS y su área de influencia. Algunos, como el canciller socialdemócrata alemán Helmut Schmidt, mostraron malestar por el nuevo tono moralizante de los norteamericanos con los soviéticos.
La URSS respondió con acciones hostiles socavando la distensión y obligando al presidente, en el último año de su mandato, a adoptar una política de mayor firmeza. Por una parte, los soviéticos lanzaron una serie de envites políticos, económicos y militares en varios países: Angola, Zaire, Etiopía, Yemen del Sur, Siria y, el más aparatoso de todos, Afganistán.
La URSS invadió Afganistán donde el Gobierno comunista estaba al borde del colapso por las luchas entre facciones y la rebelión islámica, los muyahidín, quienes desde julio anterior y por orden de Carter, venían recibiendo asistencia directa a través de un programa secreto organizado por la CIA.
Carter reaccionó con el embargo de cereales y de alta tecnología a la URSS, solicitó al Congreso la suspensión de la ratificación del SALT II, y boicoteó los Juegos Olímpicos en Moscú.
La Doctrina Carter
El 23 de enero de 1980, el presidente formuló la que iba a ser conocida como la Doctrina Carter: «cualquier intento por una fuerza exterior de obtener el control de la región del Golfo Pérsico será considerado como un ataque a los intereses vitales de EE.UU.», y «será repelido por todos los medios que sean necesarios, incluyendo la fuerza militar».
Carter había expresado su negativa a utilizar armas nucleares salvo en legítima defensa, en 1977 había mandado retirar los misiles de Corea del Sur y en 1978 había suspendido la producción de la bomba de neutrones, pero el presidente ahora no descartaba el empleo del arma nuclear en crisis.
Carter chocó contra las reticencias de la británica Margaret Thatcher y el francés Valéry Giscard d’Estaing cuando se trataba de impedir un movimiento de expansión del imperio soviético hacia el sur, buscando la salida a un «océano de aguas cálidas», aunque para entonces las dos orillas del estrecho de Bab-el-Mandeb, puerta del mar Rojo, con Yemen del Sur en la costa septentrional y Etiopía en la meridional, ya estaban bajo el control de Moscú.
En su último año de mandato, Carter apostó por la derrota soviética en Afganistán, realizando un operativo guerrillero que empleaba a los muyahidínes y que involucró a la financiación y los servicios secretos de Arabia Saudí y del Pakistán del general Mohammad Zia ul-Haq, un mahometano anticomunista. Paralelamente, Carter dispuso la elaboración de planes de contingencia por si la URSS se atrevía a invadir Polonia, para aplastar al sindicato Solidaridad.
Culminando el proceso abierto por Nixon, la normalización con la República Popular China se inscribió también en la maniobra de acordonado de la URSS. El 1 de enero de 1979, tras triunfar el pragmatismo de Deng Xiaoping en la lucha por el control de la era postmaoísta, los dos gigantes continentales establecieron plenas relaciones diplomáticas y comerciales.
Automáticamente, Estados Unidos dejó de reconocer a la República de China, Taiwán, aunque siguió manteniendo lazos. Carter brindó un cálido recibimiento a Deng en su visita a Estados Unidos, y el 1 de enero de 1980 el presidente, puenteando al Senado, decretó la revocación del Tratado de Defensa Mutua entre Estados Unidos y la República de China (Formosa).
Oriente Medio y el descalabro en Irán
En la primera fase de su mandato, Carter disfrutó de un protagonismo positivo en el conflicto de Oriente Medio. La visita del presidente egipcio Anwar al-Sadat a Jerusalén en 1977, abrió las puertas a un acuerdo de paz egipcio-israelí, cuatro años después de la Guerra de Yom Kippur.
El Departamento de Estado quería que el problema palestino fuera incluido en la transacción y exigió a Israel la evacuación de los territorios de Cisjordania y Gaza, ocupados desde la Guerra de los Seis Días de 1967. El secretario Vance tampoco veía con buenos ojos el formato negociador escogido por Sadat y el primer ministro Menahem Begin, para ventilar sus diferencias mediante conversaciones sólo bilaterales. Carter y Vance apostaban por el marco multilateral de la Conferencia Internacional de Ginebra de 1973.
Ya el 16 de marzo de 1977, en una alocución, Carter defendió la creación de una «patria palestina» que no necesariamente tendría que integrarse en Jordania.
El Nobel de la Paz
Cuando las conversaciones entre Egipto e Israel estuvieron a punto de fracasar, Carter invitó al presidente Anwar Sadat y al primer ministro Menahem Begin a su residencia de descanso de Camp David. La intensa reunión produjo el acuerdo, base del último medio siglo de paz entre las dos naciones. Sadat y Begin ganaron por ello el Premio Nobel de la Paz en 1978. Carter también, pero en 2002 por su búsqueda de soluciones pacíficas a los conflictos y la promoción de los derechos humanos.
Finalmente alumbraron un doble acuerdo por el que Israel otorgaría a los habitantes de los Territorios Ocupados de Cisjordania y Gaza una «autonomía plena» y una «autoridad de autogobierno» que funcionarían durante un período de transición de cinco años en paralelo a la evacuación de las tropas y funcionarios civiles israelíes; y un marco para la conclusión de un Tratado de Paz entre Egipto e Israel, que incluía la devolución de la península del Sinaí, el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas, medidas de desmilitarización fronteriza y garantías de navegación del Canal de Suez, el golfo de Áqaba y el estrecho de Tirán.
El Tratado de Paz egipcio-israelí lo firmaron Begin y Sadat en el césped de la Casa Blanca.
La autonomía palestina quedó herida por el boicot de la OLP de Yasser Arafat y del mundo árabe exigiendo el Estado palestino independiente, y por la actitud obstruccionista de Israel, sin interés de dar atribuciones y capacidades de gobierno a los palestinos. Además, los Acuerdos de Camp David no mencionaban el estatus de Jerusalén. En julio de 1980 el Parlamento israelí, contrariando a Washington, estableció que Jerusalén era la capital única e indivisible de Israel. Carter permitió la aprobación por el Consejo de Seguridad de la ONU de una resolución de condena al acto unilateral que suponía la anexión de la Ciudad Santa por el Estado de Israel.
Carter hizo con el sha una clamorosa excepción en su política sobre los derechos humanos
Entonces llegó el mayor fracaso de Carter. El sha Mohammad Reza Pahlavi, aliado y cliente de Estados Unidos, se enfrentaba con un vasto movimiento popular de repudio en el que se aunaban distintas fuerzas junto al chiísmo militante de los ayatolás, cuyo líder era Ruhollah Jomeini.
Carter no cortó los suministros de armas a las Fuerzas Imperiales, sabiendo que las estaban empleando para ahogar en sangre la revolución. Carter hizo con el sha una clamorosa excepción en su política sobre los derechos humanos.
Irán y la embajada
En los inicios de 1979 la Casa Blanca fue testigo del triunfo de la Revolución en Irán: el sha marchó al exilio, Jomeini retornó y el 1 de abril proclamó la República Islámica.
El 4 de noviembre de 1979, unos 400 estudiantes islámicos asaltan la Embajada de Estados Unidos en Teherán. Hicieron 66 rehenes entre el personal de la legación diplomática (a trece de ellos, negros y mujeres, los pusieron en libertad) y plantearon a EE.UU. un ultimátum: la entrega del sha y su fortuna; pedir disculpas por su complicidad; y la promesa de la superpotencia de no interferir en los asuntos de Irán en el futuro.
Carter aplicó dos medidas de presión: el boicot a sus exportaciones de petróleo y el bloqueo de todas las propiedades, reservas y depósitos bancarios de Irán en Estados Unidos.
La crisis de los rehenes, que amenazaba con reventar su aspiración reeleccionista en 1980, empujó a Carter a tomar una decisión arriesgada: imponer un desenlace militar con la llamada Operación Eagle Claw, un fracaso total.
El coste político del fiasco de la misión de rescate hizo imposible la reelección de Carter, se impuso la convicción de que era la viva estampa de la debilidad y la pusilanimidad.
Derrota electoral frente a Reagan
El 13 de agosto de 1980, la Convención Nacional Demócrata proclamó a Carter en Nueva York candidato del partido para las elecciones presidenciales del 4 de noviembre de 1980, en las que iba a perder contra con el republicano Ronald Reagan, quien prometía un renacer nacional y una nueva era conservadora basados en un fuerte incremento de los gastos de Defensa, la restauración del poderío militar de Estados Unidos y de la superioridad armamentística sobre la URSS, y la bajada de los impuestos.
El 20 de enero de 1981, después de jurar Reagan como presidente, los rehenes fueron liberados por Irán tras 444 días de cautiverio.
Un apunte en el campo humanitario
En las mediaciones humanitarias, Carter tiene luces y sombras. El Centro Carter administró casi 60 millones de tratamientos para prevenir infecciones, especialmente en África. Sin embargo, durante los años 90 Carter se ofreció para mediar entre ETA, una banda terrorista, y el Gobierno español, un ejecutivo democrático, oferta que reiteró en 2007.