Chile, de país modelo en Hispanoamérica a crisis total en los tres poderes del Estado
Los ciudadanos están con un toque de queda que no es obligatorio por ley, pero que se ha tornado obligatorio para evitar ser asesinado o asaltado de noche
Chile, país modelo en Hispanoamérica hasta hace una década, enfrenta una grave crisis interna que afecta a los tres poderes del Estado. Aunque el gobierno liderado por el joven Gabriel Boric intenta dar señales de tranquilidad, en la antesala de elecciones municipales y regionales, el ambiente interno está irrespirable y el pesimismo invade a la mayoría.
En forma simultánea se ha desatado una seguidilla de conflictos que afectan la reputación y la credibilidad de las instituciones chilenas. Hace 11 meses un audio, revelado de manera sorpresiva por una abogada, acusó corrupción e interferencia indebida en otros poderes del Estado, llevado a cabo por un hasta entonces prestigioso abogado chileno. De ahí en adelante, la filtración gota a gota, de diversos audios, ha ido «haciendo caer» de su pedestal a diversas personalidades.
El abogado cuestionado, ahora en prisión, interfirió en procesos, accediendo a información reservada de distintas causas judiciales. Su grado de influencia, no tenía límites, pues ofrecía «soluciones» a derechas e izquierdas, a políticos importantes y también a miembros del Poder Judicial en sus afanes de ascenso.
De a poco, fiscales y jueces han ido reconociendo conversaciones y reuniones con Luis Hermosilla, el abogado imputado por varias causas. En este momento, el Congreso de la República, evalúa posibles destituciones a dos Ministros de la Corte Suprema de Justicia, máximo tribunal de la república.
La opinión pública ha perdido su confianza en los tres poderes del Estado. Partiendo por el Poder Ejecutivo, que se ha visto involucrado en tramas de fundaciones fraudulentas, en que recursos del Estado no fueron utilizados de manera correcta.
La ministra del Interior, Carolina Tohá, es apuntada como la gran responsable del fracaso del plan para disminuir la inseguridad. Asesinatos, asaltos a casas y empresas, robos de automóviles y crímenes adjudicados a carteles de la droga, son habituales en el Chile de hoy.
Chile es un seguidor fanático de los dictámenes de la ONU, por lo que la delincuencia y el crimen organizado, son enfrentados de una manera débil e ineficaz. Los delincuentes saben que en Chile hay «mano blanda», lo que los incita a delinquir.
En lo referente al Poder Judicial, Chile nombra jueces superiores con evidente criterio político, lo que en la práctica le resta independencia a este poder del Estado. La aplicación de justicia está muy ideologizada y los jueces son muy garantistas, lo que dificulta dejar en prisión a los delincuentes.
En Chile se criticaba mucho, durante los primeros años del gobierno militar, la aplicación del «toque de queda». Pues hoy, en democracia, el país y los ciudadanos están con un toque de queda que no es obligatorio por ley, pero que se ha tornado obligatorio para evitar ser asesinado o asaltado de noche.
Finalmente, el Poder Legislativo chileno, está diseminado en 22 partidos políticos, más 8 en creación o en trámite. Lo anterior dificulta mucho la aprobación de leyes. Existen luchas entre bloques, incluso dentro de los mismos partidos. Los personalismos y caudillismos son habituales y esto atenta en contra de la eficacia del sistema. Los proyectos de ley tardan años en salir aprobados y esto genera reacciones adversas en los ciudadanos.
Chile está a algo más de un año de nuevas elecciones presidenciales, pero el pesimismo se ha apoderado de la mayoría. El gobierno sigue defendiendo un Estado grande, derechos exagerados para inmigrantes, beneficios crecientes a los trabajadores. El crecimiento esperado futuro del PIB en Chile no superaría el 2 % promedio durante los próximos 10 años. Todo hace pensar, que Chile, por culpa de las malas decisiones de la autoridad, no se acercará al mundo desarrollado.