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Juan Rodríguez Garat
Análisis militarJuan Rodríguez GaratAlmirante (R)

Israel, bajo la amenaza de los drones

Olvidando los éxitos de la cúpula de hierro contra los cohetes de Hezbolá y de los misiles Arrow frente a los misiles balísticos de Irán, se preguntará para qué quieren todo eso si un dron pequeño y barato puede llevar la muerte a las calles del país hebreo

Actualizada 04:30

Un dron de Hezbolá interceptado por las fuerzas aéreas israelíes sobre el norte del país hebreo

Un dron de Hezbolá interceptado por las fuerzas aéreas israelíes sobre el norte del país hebreoAFP

En los últimos días, los drones de Hezbolá han logrado atacar con éxito al Ejército israelí en dos ocasiones diferentes, provocando una decena de muertos entre sus tropas. Además, en un gesto de desafío tan espectacular como inútil, han causado daños en la residencia que Benjamin Netanyahu tiene en Cesarea, a 60 kilómetros de la frontera libanesa.

Si, objetivamente, los resultados de tales acciones no parecen especialmente preocupantes –las bajas provocadas en las filas israelíes por las armas anticarro palestinas o los explosivos improvisados se cuentan por centenares– los audaces ataques de los drones provocan por igual sorpresa y miedo entre la población civil. Sorpresa porque unos sistemas de defensa aérea capaces de derribar misiles balísticos volando a miles de kilómetros por hora y a más de 100 kilómetros de altura no puedan neutralizar con más facilidad los baratos drones de Hezbolá. Miedo porque los ataques se pueden producir lejos del frente y, al contrario de lo que ocurre con los cohetes que lanza cada día la milicia chií, sin aviso previo que permita a los ciudadanos ponerse a salvo en los refugios antiaéreos.

El problema del dron

¿Por qué ocurre esto? Es sabido que la base de todos los sistemas de defensa aérea de largo alcance es el radar. Los potentes haces de energía electromagnética radiados desde un emisor situado a una altura suficiente –si fuéramos terraplanistas colocaríamos los radares a ras de suelo y, como resultado de nuestras estúpidas convicciones, quedaríamos vendidos– rebotan en los objetos voladores y sus ecos son detectados por el receptor. El problema es que, si la potencia radiada es alta, nos alarmarán las gotas de lluvia, las aves y hasta algunos insectos, que también tienen derecho a considerarse objetos voladores; y si es baja, se reducirá el alcance de detección más allá de lo que necesitamos para cubrir todo el espacio aéreo de interés.

¿Cómo resolver esta dificultad? Hay muchas maneras pero, hoy por hoy, la mayoría de los sistemas de vigilancia filtran los ecos del radar por su movimiento. Las técnicas empleadas son muy diversas –y, a decir verdad, he olvidado la mayoría de ellas– pero la idea en sí no puede ser más sencilla: descontando los efectos del viento, cuya dirección conocemos, no hay muchas aves que vuelen a más de 100 kilómetros por hora, ni tampoco aviones de combate que vuelen por debajo.

Hasta ahí, todo va bien. Pero ¿qué pasa con los helicópteros y los drones, que sí pueden volar a velocidades mucho menores? Dejaremos el problema del helicóptero de combate para otro día. Hezbolá no los tiene y, además, en el frente ucraniano los Alligator rusos se han mostrado tan vulnerables que ya no se les ve sobre el frente. La pregunta que sí vamos a plantearnos es cómo puede Israel neutralizar los drones enemigos y negar a Hezbolá un éxito mediático con el que contrarrestar la muerte de muchos de sus líderes.

Drones, pero ¿qué drones?

El término dron incluye a todos los vehículos aéreos no tripulados, pero está muy lejos de definir una clase homogénea de objetos. Al lado de aeronaves más grandes y caras que los mejores aviones de combate están los diminutos drones de juguete que regalamos a nuestros hijos. ¿De qué estamos hablando entonces?

Estamos hablando de drones que vuelan a baja altura y pequeña velocidad

En el contexto de la guerra del Líbano, el protagonismo de los ataques a Israel lo tiene un tipo genérico de dron que se conoce por las siglas de OWA (One-Way Attack, una forma un poco pedante de decir «suicida»). Poniendo la lupa entre la multitud de drones creados para emular a los kamikaze, el que nos interesa concretamente es el que responde a las siglas LSF (Low Slow Flyer). Es decir, que estamos hablando de drones que vuelan a baja altura y pequeña velocidad, muy difíciles de distinguir en la mayoría de los radares de cualquiera de los objetos que, a poco que nos fijemos, vemos en el aire a nuestro alrededor.

Combatiendo los drones

Obviamente, los drones LSF pueden detectarse de otras muchas maneras. Podemos hacerlo visualmente, acústicamente o por su firma infrarroja, pero todas estas señales se atenúan rápidamente en la atmósfera y, por eso, los sensores que las explotan tienen un alcance reducido. Una alternativa mejor para combatirlos eficazmente es centrarse en la detección de las señales de control que la mayoría de los drones necesitan para llegar hasta sus objetivos.

Los verdaderos drones mantienen un enlace en dos direcciones con un operador que, dependiendo de las tecnologías empleadas, puede detectarse por los sistemas de guerra electrónica a distancias que varían de acuerdo con el relieve y, aunque lo nieguen los terraplanistas, la altura de vuelo de la aeronave. Si se dispone de los medios adecuados, los drones de este tipo pueden neutralizarse con cierta facilidad perturbando electrónicamente sus enlaces… pero es preciso contar con sistemas suficientes para cubrir todos los puntos vulnerables y, hoy por hoy, resulta obvio que Israel no los tiene.

Hay, además, drones que no requieren enlace alguno con el operador. Son los que, emulando a la mayoría de los misiles tierra-tierra, vuelan de forma autónoma para alcanzar objetivos geográficos preprogramados. Estos drones son particularmente vulnerables a los ataques electrónicos a los sistemas de navegación que necesitan para llegar hasta sus blancos. Pero, cuando se perturban señales como las de GPS, las consecuencias las sufren todos, amigos y enemigos a la vez. No es posible, pues, de forma preventiva, dejar fuera de servicio permanentemente servicios que necesita tanto el Ejército como la población israelí.

Además de aprovechar las vulnerabilidades de las señales de control de los drones, los sistemas de defensa aérea siempre tienen la opción de derribarlos físicamente con armas apropiadas, incluida la artillería antiaérea convencional. Aunque no sea posible hacerlo a grandes distancias, sí se puede proteger de ellos cualquier objetivo valioso. Pero ¿Qué es un objetivo valioso? La residencia del primer ministro israelí sin duda lo es, pero solo si él se encuentra en casa. Las ciudades israelíes y los acuartelamientos de su Ejército también lo son, pero no tiene Israel sistemas suficientes para protegerlos a todos. Y, mientras sea así, habrá drones baratos que, ocasionalmente, alcancen sus objetivos… y seguirá habiendo gente que, olvidando los éxitos de la cúpula de hierro contra los cohetes de Hezbolá y de los misiles Arrow frente a los misiles balísticos de Irán, se preguntará para qué quieren todo eso si un dron pequeño y barato puede llevar la muerte a las calles de Israel.

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