Los escenarios de la transición en Venezuela de cara al 10 de enero
La mesa está servida para dar «jaque mate» al gobierno, particularmente si Maduro logra juramentarse el 10 de enero
La batalla contra el régimen que se libra en Venezuela: una crónica necesaria
Faltando pocos días para la fecha icónica del 10 de enero, lo que está sobre la mesa con relación al proceso de transición democrática, es un complejo de acciones diversas proveniente de los actores involucrados, algunas de las cuales vienen desarrollándose desde hace varios meses y otras llegaron a un punto de «ahora o nunca».
Hasta donde sabemos están pasando cosas en varios escenarios: a lo interno, en los Estados Unidos y con Trump, en la comunidad internacional, con Prince y los perros de la guerra y, finalmente, entre los aliados del gobierno. Veamos.
A lo interno del país, la situación del gobierno no puede ser peor. Maduro está solo, sin pueblo, acosado por las presiones y protestas de la gente común con una voluntad de cambio como nunca se había visto.
Además, cunde la desconfianza entre los líderes de las mafias internas, y con las fuerzas armadas institucionalmente fraccionadas, desmanteladas, desmoralizadas y sin capacidad operativa (como ocurrió en Siria) convertidas ahora en foco de la vigilancia y la represión. Las pugnas internas escalaron, y la lealtad resquebrajada fue sustituida por la necesidad de sobrevivencia que facilita los «cambios de bando» al enfrentar lo que temen que les viene.
En tales circunstancias, no podemos descartar la opción de que ocurra el levantamiento de un pueblo unido y harto, o de un golpe de estado militar, o simplemente una defenestración encubierta contra Maduro, promovida por los carteles y grupos mafiosos que conforman la red criminal que hoy es gobierno, en una acción desesperada para sobrevivir.
Por eso, las palabras de Edmundo González Urrutia: «Me veo asumiendo el cargo para el que fui votado por la mayoría de los venezolanos», reiterando su disposición a presentarse en Venezuela para tomar posesión de la presidencia, tuvieron un impacto psicopolítico de gran importancia, no solo en el pueblo sino también en el gobierno y su estamento militar.
Por parte de los Estados unidos, se aumentó la lista de funcionarios civiles y militares sancionados; está por aprobarse la demoledora Ley Bolívar y otras del mismo talante, además de la amenaza con la suspensión de todas las licencias otorgadas para la explotación petrolera en Venezuela. También se empezó a atacar, exitosamente, la enorme red de narcotráfico y financiera de movilización y blanqueo de dinero obtenido con sus negocios ilícitos, incluyendo al sector empresarial privado que colabora con el gobierno.
Trump, por su parte, presentó un ambicioso plan contra el narcotráfico en Hispanoamérica, centrado en Venezuela, que incluye entre otras, acciones como: el bloqueo marítimo para impedir las actividades en la llamada «ruta atlántica del tráfico de narcóticos» que controla Venezuela; el uso adecuado de las fuerzas especiales, de la guerra cibernética y de otras acciones abiertas o encubiertas para infringir el máximo daño posible a los líderes, a la infraestructura y a las operaciones de los carteles; y el establecimiento de medidas que garanticen que los capos y otros líderes importantes de los carteles puedan recibir la «pena de muerte», una vez que sean condenados por esos delitos.
Ahora solo es posible negociar los términos de su salida del gobierno y de la juramentación de EGU
Al mismo tiempo, la comunidad internacional, en América y Europa, ha incrementado el apoyo diplomático, ahora casi unánime, a Edmundo González Urrutia como presidente electo, así como a la necesidad de promover la transición democrática en Venezuela, lo cual comienza a traducirse en acciones concretas, aunque algunos países, como España, no parecen muy comprometidos al respecto.
Hay que sumar las recientes declaraciones del gobierno israelí, con foco en Venezuela, al denunciar la existencia de bases de Irán y Hezbolá en nuestro país; las lapidarias palabras del fiscal de la CPI: «el tiempo se está acabando»; la nueva lista de personajes del gobierno que serán sancionados, anunciada esta vez por la Unión Europea, y los recientes acuerdos de apoyo militar firmados por los Estados Unidos con Trinidad y Tobago, y la instalación de una cuarta base militar norteamericana en Guyana, a 1 km de la frontera esequiba, además de las existentes en Colombia y Curazao.
Con relación al Sr. Prince y sus grupos aliados, se sabe poco de los planes de acción, aunque sí de sus reuniones con agencias de inteligencia y con el propio Trump, y de la creciente posibilidad del aumento de la recompensa a 100 millones de dólares por la cabeza de Maduro, por lo cual sigue conformándose como una seria amenaza para el gobierno, lo que explica una buena parte de la paranoia reinante.
Finalmente, los principales aliados de Maduro, se encuentra en una situación complicada, particularmente luego del sorpresivo derrocamiento del dictador de Siria, Al Asad.
Irán y Rusia mostraron allí su debilidad militar y política y ello arroja dudas acerca de la posibilidad de que puedan intervenir en apoyo al régimen venezolano. China, por su parte, desde hace tiempo no quiere nada con Venezuela y no se esperaría que intervenga a su favor, más allá de las declaraciones.
Ahora, pongan todo eso junto y apreciarán que la mesa está servida para dar «jaque mate» al gobierno, particularmente si Maduro logra juramentarse el 10 de enero.
Como se sabe, el momento de la negociación que quería Maduro para su permanencia en el poder, ya pasó. Ahora solo es posible negociar los términos de su salida del gobierno y de la juramentación de EGU como presidente electo, lo cual ocurrirá más temprano que tarde.