El «capitán cúrcuma» sabe lo que se hace
Washington es consciente de que la era Atlántica es finita, como en su día ocurrió con la Mediterránea. Lo importante ahora es lo que ocurre en el Pacífico, con una China cada vez más fortalecida

Donald Trump saluda a pilotos de la Fuerza Aérea estadounidenses durante una exhibición aérea
El nuevo capitán América, Donald Trump, al que podríamos llamar «capitán cúrcuma» porque parece bañado en dicha especia, es el nuevo «puto amo». Como showman no tiene rival, y sus puestas en escena son dignas de estudio. Parecen sacadas de aquellos self-made man estadounidenses de comienzos del siglo XX, aquellos que no dudaban en comprarse un castillo y plantarlo en los jardines de su rancho. Lo que en España representamos más o menos con eso de «sujétame el cubata…»
Con independencia de sus frivolidades, Trump tiene muy claro el rumbo que debe tomar su país y sus acciones no son las de un loco. Ha decidido que las relaciones internacionales deben dejarse de tantos organismos y tanta multilateralidad para volver a Westfalia, a las alianzas entretejidas entre naciones que de verdad cuentan. El resto, a verlas venir. Washington es consciente de que la era Atlántica es finita, como en su día ocurrió con la Mediterránea. Lo importante ahora es lo que ocurre en el Pacífico, con una China cada vez más fortalecida.
Por esto Estados Unidos intenta hacer una carambola en Ucrania. Por un lado, contentar a Putin para que deje de coquetear con China; por otro, convertir al país de Zelenski en una especie de protectorado económico en el que se haga realidad la clave estratégica de Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional con Jimmy Carter: separar Ucrania de Rusia para debilitarla.
China es la clave de todo. Pekín no debe de estar nada contenta viendo cómo Trump avanza en sus negociaciones con Putin, a la par que estrecha la mano de Narenda Modi, el primer ministro de India, en la Casa Blanca.¿Y Europa? ¿Dónde queda Europa? Quizás habría que decir Europas, porque nuestro continente carece de una voz común. Es duro darse cuenta de que cada vez pintamos menos y que para los intereses de los americanos no somos más que un mercado o una playa donde desembarcar si Rusia se desmadra. Cuesta digerirlo, pero la cosa es así.
A Trump le importa poco lo que piensen los europeos. Sabe que el mito antiamericano del que escribió Jean François Revel siempre ha estado vivo en Europa, y no solo en la izquierda. Su visión de Europa es la que tienen muchos norteamericanos, una suerte de estados decadentes metidos en una deriva socialista. El vicepresidente J.D. Vance lo ha dejado claro en Múnich: el problema de Europa está dentro de ella.
Lo que no queremos entender los europeos es que así nos ve una gran parte de estadounidenses. Trump para muchos de sus compatriotas es el antídoto para evitar que su país acabe por «europeizarse», que entre en decadencia, como ha ocurrido con Europa. En este sentido, solo hay que ver los planes de Elon Musk con el sector público. El magnate estadounidense, que cada día me recuerda más a los villanos de las películas de 007, va a poner en marcha un plan para reducir el gasto público con despidos masivos. ¿Por qué? Porque los simpatizantes de Trump, que son legión, no quieren que EE.UU. sea como la Europa que ellos ven: un continente de funcionarios, burocracia e inoperante. Por algo sus antepasados se fueron de aquí.
Europa hoy para la Casa Blanca no es más que otro patio trasero de EE.UU. Al «capitán cúrcuma» no le quita el sueño nuestro continente, lo que de verdad le causa desvelos es China.
*Elías Durán es director de Comunicación Corporativa de la Universidad CEU Cardenal Herrera