China, el gran error de Pedro Sánchez
En lugar de buscar un acercamiento lúcido como han hecho la mayoría de los líderes mundiales a Estados Unidos, Sánchez decidió hacer justamente el movimiento inverso y adverso, arrodillarse al mal mayor, lamer botas made in China y entregarse a uno de los regímenes totalitarios más nefastos

Pedro Sánchez y Xi Jinping, en marzo de 2023 en China
Quien conoce un poco a Donald Trump y leyó su libro El arte de la negociación sabe, o al menos sería capaz de intuir, que el presidente de Estados Unidos posee un estilo que reside precisamente en el anti estilo, o tal vez, en el efecto sorpresa, en el «te cogí p’a esto y p’a lo otro y te di mil vueltas». Con Trump, antes de reaccionar a sus decisiones, las que parecieran tomadas a lo loco —nada más lejos de ser el caso— hay que armarse de paciencia, esperar, y antes de que quite la silla, sentarse en ella. Es más sencillo; sin embargo, pareciera complicado.
Dispararse hacia China con las manos vacías en los bolsillos y el pecho henchido de un orgullo que no le cabe ni le pega, ha sido el error más grande que ha cometido Pedro Sánchez en los últimos tiempos, ¡y miren que ha cometido errores! No sale de un error para entrar en otro. Pero allá fue, como el correcaminos.
Los comunistas del montón no tienen tacto alguno, se mandan incautos al corretaje sin antes analizar, creen que debieran matar y rematar al enemigo al que ellos suponen caídos, agonizante en el suelo a ras de la punta de sus botas. Pero, eso es no conocer a la clase de rival que con Trump tienen enfrente. El presidente estadounidense no es el más refinado, tampoco demuestra un indispensable tacto, pero es innegable que es un estratega como pocos.
La era Trump quedará en la historia como la más competente en amagos y coartadas; la época de Sánchez ni siquiera será recordada, como no sea por sus actos fallidos con sus correspondientes fallas, aunque pudiera durar en imposición de tiempo.Perpetuarse en el poder
Habrán observado que Trump anunció que calculaba un tercer mandato, al punto las hordas clamaron en contra enloquecidas y escandalizadas; Sánchez también presagió una continuidad perdurable en el poder después del 2027, la prensa ensobrada, como resulta habitual, se alarmó contra el aviso de Trump que, tal como vemos cómo actúa podría interpretarse como otra jugarreta con la intención de acoquinar. No obstante, la misma prensa se calló, no manifestó descontento ante lo que es una realidad: cuando un comunista se apodera del mando, no lo suelta nunca. Y Sánchez es un comunista de manual.
¿Por qué digo que Sánchez cometió un error enorme en apresurarse a viajar a China? Me explico, Sánchez ha dado la prueba más eficaz de que el miedo le devora el alma, e intenta situarse como el único que busca alternativas, o sea sumar puntos, para ser considerado como el irrebatible líder anti Trump, con la intención de manejar un pretexto para evadir lo que en materia judicial se le avecina, vamos, qué poco o ningún genio.
Reverencias al comunismo
Además, con ir a hacer las numerosas reverencias que efectuó frente a los comunistas chinos, representantes de los peores regímenes del mundo en materia de derechos humanos, el tanque de basura que se autovierte encima del poco honor que le queda tendrá consecuencias irreparables, morales a corto plazo. Sánchez es un inmoral en toda regla.
En lugar de buscar un acercamiento lúcido a Estados Unidos como han hecho la mayoría de los líderes mundiales, Sánchez decidió hacer justamente el movimiento inverso y adverso, arrodillarse al mal mayor, lamer botas made in China y entregarse a uno de los regímenes totalitarios más nefastos, sin absolutamente ningún plan económico ni comercial, como no sea su mediocre afrenta a los norteamericanos, o sea, a los capitalistas, lo que no es plan, es justo el anti proyecto que le rebajará todavía más como estadista. ¿Pues a qué sistema económico no sólo ha imitado y ha copiado literalmente burlando los derechos de autor la China comunista en las últimas décadas si no es al capitalismo salvaje?
Trump jamás tragó a Sánchez, tampoco Biden lo tragaba
Existe un disparate mayor: Trump jamás tragó a Sánchez, tampoco Biden lo tragaba, pero a fuerza de interponerse en los pasillos y corredores de aeropuertos y eventos Sánchez forzó al demócrata a que le obsequiara un mínimo gesto de simpatía, y con reservas.
Pero Trump desde el primer día lo situó, lo analizó, lo midió, y lo enlistó; recordarán la escena en la que le ordenó que se sentara en su puesto cuando el otro iba a seguirle para arrancarle algún ademán de simpatía, lo que no sólo no ocurrió, el presidente norteamericano menospreció semejante acto. Costará Dios y ayuda para que Trump le tome en cuenta, y menos desde que advirtió que el presidente español tras los aranceles —que ahora ha pausado durante noventa días— se lanzó de cabeza y de pecho a adorar a los mayores enemigos comerciales de Estados Unidos.
No es que Pedro Sánchez no sepa gobernar, que saber no sabe de nada, sino que mediante el odio que le ampara gobierna no sólo contra los españoles, contra España, contra el mundo, además contra sí mismo. Es un asno, con garritas sin pulso.