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Former Uruguayan President Jose Mujica speaks during a press conference before meets with students of Ibero University as part of his working visit to Mexico on December 2, 2019 in Mexico City, Mexico

El expresidente de Uruguay y exguerrillero tupamaro, José MujicaCarlos Tischler

El Debate en América

La izquierda y los ídolos en la palabra de José Mujica

La visión del hombre que proclama el Gorgias moderno, José Mujica, resulta consistente con la visión socialista, materialista, nihilista y atea que posee y encarna

Una característica sobresaliente de la izquierda consiste en la idolatría. El asunto es contradictorio si pensamos que la revolución tiene como fin derribar las estructuras para liberarse de la opresión.

La historia reciente ha demostrado, de manera incontestable, que los oprimidos y explotados; supuestamente liberados por la revolución, inevitablemente se encaminan a un nuevo patrón, sea dictador o tirano.

El sueño utópico de que el pueblo, los explotados, los trabajadores, los proletarios llegarían al poder, ha quedado en eso; un sueño.

Los gobiernos tiránicos inundan los espacios públicos con las estatuas de Lenin, el Che, Allende, Mao, Chávez, Kin Jon-II o Pol Pot

Los gobiernos tiránicos inundan los espacios públicos con las estatuas de Lenin, el Che, Allende, Mao, Chávez, Kin Jon-II o Pol Pot, para promover el culto y la adoración de rigor. En este sentido, resulta interesante la lectura del texto escrito por Ted Hyunhak Yoon, Decoding the statues of dictadors, dedicado al encanto que experimentan los dictadores por las estatuas; especialmente de la Unión Soviética, China y Corea del Norte.

Y ya sabemos que dichos dioses en la versión delirante de los mismos, como el tirano Hugo Chávez, por citar uno reciente; creen seriamente que lo son.

Para mi es una verdad. Yo no me pertenezco. Como dijo Gaitán: yo no soy yo, soy un pueblo. Tengo un plan para que se eternice en el poder aquí alguien, el puebloHugo ChávezExpresidente de Venezuela

En efecto, Chávez, al modo de los monarcas absolutos pero en una versión recargada, afirmaba sin complejo alguno: «Para mí es una verdad. Yo no me pertenezco. Como dijo Gaitán: yo no soy yo, soy un pueblo. Tengo un plan para que se eternice en el poder aquí alguien, el pueblo.»

Categorías

Ahora bien, en el paso previo a la idolatría está la categoría de «sabio», maestro de la vida y de la muerte; aunque la sabiduría se haya forjado en la guerrilla y la lucha armada. Así, pues, se ha producido una mutación de guerrillero a «sabio». Lo sorprendente de tal mutación sofística, en realidad; justamente por serlo, el «sabio» tiene entre sus admiradores a personas de la más diversa índole y posición; presidentes, expresidentes, empresarios, obispos, intelectuales de la banca, etc.

Así ocurre con José Mujica, expresidente de Uruguay, quien tuvo sus orígenes en el movimiento guerrillero los Tupamaros. Escuchar a Mujica resulta una experiencia única y especial; como escuchar al viejo Gorgias. Mujica, estuvo recientemente en Chile y provocó ese magnetismo sofístico en diversos «líderes» públicos y, especialmente, en los jóvenes que le escuchaban en un seminario en la Universidad de Chile.

Gorgias, al igual que Pepe; como le gusta que lo llamen, era un hombre que cautivaba a la juventud de su tiempo y que producía un encanto extático con los discursos que proclamaba.

Mujica, al comenzar sus reflexiones, en tono paternal, les dice a los jóvenes que acudieron a escucharlo: «Muchachos, hace muchos años yo era joven también y mi tiempo no era ni mejor ni peor que este pero era un tiempo donde muchos jóvenes estábamos enamorados. Soñábamos que íbamos a cambiar el mundo, era una etapa singular de la historia de América y como estábamos enamorados poníamos en juego nuestra juventud, nuestro sueño nuestra vida».

¿Y qué somos los humanos sin sueños, sin esperanza que nos estrujen colectivamente para marchar por las incertidumbres de la vida?José MujicaExpresidente de Uruguay

Cabe precisar que el sueño, era la revolución que justificaba el uso de las armas y el terror. En la hora presente, el desencanto del otrora soñador, se hace evidente: «Nos toca vivir un tiempo hoy que no enamora en nadie», «que no cultiva la esperanza». «¿Y qué somos los humanos sin sueños, sin esperanza, que nos estrujen colectivamente para marchar por las incertidumbres de la vida?»

Luego, para encarnar de manera ejemplar; ese sueño, esa esperanza joven por cambiar el mundo, hace un recuerdo íntimo: «en ese tiempo en que era joven recuerdo una noche un local parecido en la universidad de la República de Montevideo que se llama el paraninfo, vi un señor que sacudió la historia de América y que fue presentando un montón de jóvenes fervorosos por alguien que después sería un ícono un mártir de la historia del pueblo chileno».

Los modelos del Che y Allende, soñadores, enamorados del cambio y de la revolución en Hispanoamérica en la segunda mitad del siglo XX, lo son para los jóvenes del siglo XXI

«Ese joven y muchos jóvenes eran los de mi tiempo; el personaje que se presentaba en el río de la plata era el Che Guevara, el que lo presentaba era Allende.» Los modelos del Che y Allende, soñadores, enamorados del cambio y de la revolución en Hispanoamérica en la segunda mitad del siglo XX, lo son para los jóvenes del siglo XXI.

José Mujica, con voz pausada, dice a los jóvenes: «Porque todos los días amanece no le damos valor al milagro de estar vivo al gigantesco y el único milagro arriba de la tierra es haber nacido».

Y, luego, fiel al nihilismo y materialismo que adquirió en su juventud, sostiene: «soy de los que pienso que venimos de la nada y vamos a la nada, la nada, y que la única aventura es este tiempo de amor de locura de injusticia de caer de levantarse de volver a empezar el trillo de la vida y les quiero transmitir que a pesar de todos los pesares la vida es el valor más esencial de la naturaleza humana.»

«Ayer lo decía y hay que recalcarlo no solo, conocimiento y razón, somos un programa construido por las leyes de la naturaleza, por el juego de la biología, somos un programa viviente de una computadora complicada, está allí en el andar del universo.»

El materialismo de Mujica deriva en que la persona (individuo) queda reducida a física, biología y a una especie de artefacto mecánico, azar y necesidad, diría Monod.

Para esa maravilla y milagro de la vida, Mujica recomienda la compasión, la empatía y la esperanza para darle un sentido y darle un rumbo; pero no hay posibilidad de aquello:

«Servir a la vida de la especie porque estamos programados para amar la vida como todas las cosas vivas, pero estamos esclavizados a morirnos y porque tenemos un amor gigantesco a la vida hemos inventado las y los sapiens cada disparate los monumentos más fantásticos de la cultura humana como queriendo prolongar la existencia. Inventamos religiones el más allá.»

Y lo hacemos «porque no podemos contestar algunas eternas preguntas ¿de dónde venimos? ¿A dónde vamos?». No, no hay respuesta posible, desde el materialismo nihilista y ateo que proclama Pepe.

Para José Mugica, el futuro no es algo que le deje indiferente por lo que se pregunta: ¿Cuál es la característica fundamental de nuestro tiempo? La respuesta no se deja esperar: «el advenimiento de la sociedad del conocimiento.» Y, son los jóvenes los protagonistas del tiempo del conocimiento y son las universidades las que deben, en cierto sentido, vivirlo: «Ahora bien, ese tiempo del conocimiento pasa por las universidades. Ustedes son los proletarios del futuro. ¿Por qué? Porque cada vez el avance científico y tecnológico va calificando cada vez más el trabajo y el trabajo es cada vez más intelectual y por eso el papel de la mujer es central y equiparable porque no hay diferencia de fuerza física el problema no está en la fuerza física en problema está acá.» Los jóvenes son los proletarios del futuro.

¿Se tendrán que unir tal como exhorta Marx, al término de El Capital?

Pero la libertad no podía estar ausente en la conversación de Mujica, quien toca el tema tangencialmente cuando intenta responder la cuestión que no tiene respuesta. ¿Para qué venimos a este mundo?: «¿Tiene, vuelvo a repetir esta vieja pregunta, tiene sentido la vida? Qué tiene que tener sentido la vida humana; bueno ustedes están en el tiempo de elegir camino, no se preocupen si no se plantean esta angustiosa pregunta hija de la trampa que nos metió la naturaleza.» Para el joven revolucionario y el ahora hombre viejo y añoso, la pregunta fundamental, no tiene verdaderamente sentido; no hay esperanza, no hay un fin último, porque al final no hay nada.

«La angustia de tener conciencia no se preocupa en que el mercado les va a arreglar todo si van a pasar la vida pagando cuenta y creyendo que compran la felicidad con cosas nuevas en cómodas cuotas mensuales hasta que lleguen unos viejos destruidos van a ser funcionales a los intereses».

En nuestro tiempo si son capaces de plantearse la angustia de la pregunta puede ser que encuentren dentro de ustedes alguna pasión que les de norte a su vida, la investigación, el arte, el deporte, qué sé yo. Pero tener una pasión para vivir, soportar la peripecia de la vida, pero tener un margen que elegimos nosotros, eso se llama libertad, porque lo elegiste tú.

Hasta ahí le puedo contestar sin contestar esta pregunta que me hicieron, porque no hay que contestar, hay que hacer pensar y soñar y tener amor y tener angustia y ganas de vivir. La libertad como pasión sin sentido, restringida a la elección, tiene un alcance muy pobre para la grandeza a la que está llamada la persona.

En suma, la visión del hombre que proclama el Gorgias moderno, José Mujica, resulta consistente con la visión socialista, materialista, nihilista y atea que posee y encarna. Un hombre que viene de la nada y a la nada se encamina; con una estructura mecánica de la existencia y sin un valor trascendente, en virtud de la visión inmanentista y atea de la vida y sociedad.

Quizás, más que el amor, sean la angustia y pesadez de la vida las características propias de los proletarios del futuro

Con un horizonte exclusivamente terreno que mantiene la misma inspiración y desazón de los revolucionarios de principios del siglo XX, solo que ahora los jóvenes serán los proletarios del futuro. Quizás, más que el amor, sean la angustia y pesadez de la vida las características propias de los proletarios del futuro seguidores de los ídolos de izquierda y de un mañana carente de esperanza.

Los ídolos de la izquierda solo pueden sembrar angustia y desesperanza; la esperanza y el amor no comparecen en el horizonte; no podrían si no hay un Dios en el que se puedan fundar y dar sentido a la vida y a la muerte.

  • Juan Carlos Aguilera P. es catedrático de Filosofía de la Universidad San Sebastián de Chile y fundador del Club Polites
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