Discreto y eficiente directivo del fútbol profesional

Al igual que Luis Rubiales, Luis Gil formaba parte de la categoría de futbolistas que, una vez colgadas las botas, prefirieron reciclarse en la burocracia balompédica en vez de en los banquillos, la representación de jugadores o el comentario televisivo o radiofónico. Sin embargo, a diferencia del controvertido expresidente de la Real Federación Española de Fútbol, Gil prefería la discreción en las estratégicas funciones que le incumbió desempeñar.

Desde 2017 combinaba, en el seno del organigrama de LaLiga y a las órdenes de su presidente, Javier Tebas, la Dirección de Competiciones con la de la Oficina del Jugador. Es decir, era el responsable de administrar un calendario futbolístico cada vez más complejo de la mejor forma posible para los intereses de los clubes profesionales en un universo lleno de egos y susceptibilidades y en el que abunda una susceptibilidad siempre a flor de piel. Que nadie cuestionase su labor ya era un éxito. En cuanto a su labor al frente de la Oficina del Jugador, consistía en asegurarse del bienestar de las estrellas del balón redondo y, llegado el caso, recoger sus quejas.

Ya disponía de experiencia en ambas actividades al aterrizar en LaLiga, pues entre 2010 y 2017 fue gerente de la Asociación de Futbolistas Españoles, el sindicato del sector. Ostentaba, además, el título de Especialista Universitario en Dirección y Gestión Económica-Financiera del Fútbol Profesional, obtenido en la Universidad de Huelva.

Mas antes de ser directivo, fue delantero, con 255 partidos oficiales en Primera División, Segunda División y en la extinta Segunda División B. En la «categoría de oro» del fútbol español, en la que llegó a jugar 22 veces, debutó con la camiseta del Real Mallorca –procedía del filial del bermellón–, coincidiendo con jugadores de la talla de Ernesto Valverde, hoy entrenador del Athletic. Gil también prestó sus servicios en el Sevilla, el Polideportivo Ejido, el Gimnàstic de Tarragona, el Tenerife o el Elche.