La Transición en versión riojana

La Transición española tuvo diversas manifestaciones locales, teniendo en la de La Rioja un papel destacado el ingeniero agrónomo Francisco Díaz Yubero: primer secretario general de la Unión de Centro Democrático (UCD) en aquella tierra, concejal del Ayuntamiento de Logroño durante la alcaldía –la primera de la era democrática– del ucedista Miguel Ángel Marín Castellanos, fue, sin embargo, durante la elaboración del Estatuto de Autonomía, cuando jugó un papel destacado.

Para entenderlo, conviene recordar las circunstancias específicas del proceso autonómico riojano: en un primer momento, desde ciertos ámbitos de Ucd se contemplaba una incorporación a Castilla y León, mientras que diversos sectores socialistas y comunistas apostaban por estrechar relaciones con Navarra y el País Vasco. Al final, 172 de los 174 municipios que componían la entonces provincia de Logroño se decantaron por un Estatuto propio.

El impulso definitivo se produjo en 1981, cuando los conocidos como los treintadosantes –es decir, los 24 diputados provinciales y los ocho parlamentarios nacionales–, configuraron un anteproyecto que sirvió de base al Estatuto sancionado por el Rey el 9 de junio de 1982. Díaz Yubero formó parte de aquella asamblea junto al ex fiscal general del Estado –nombrado por el Gobierno de Adolfo Suárez– José María Gil-Albert y quien fuera ministro de Obras Públicas de Felipe González, Javier Sáenz de Cosculluela.

Mas Díaz Yubero se dejó llevar por la incipiente tendencia de crear partidos de proyección estrictamente localista -una de las facetas discutibles del actual sistema político español, protagonizando, junto a Luis Javier Rodríguez Moroy, primee presidente de La Rioja, una escisión de UCD para crear, a continuación, el Partido Riojano Progresista. Bajo estas siglas concurrieron a las elecciones autonómicas de 1983, obteniendo ambos su escaño. Durante los cuatro años de legislatura, formó parte de siete comisiones.

Este mandato legislativo supuso el final de su carrera política. Inmediatamente retornó a su profesión de enólogo, combinando la práctica –prestó durante años sus servicios en las Bodegas Campoviejo– con la teoría: en 1997, leyó su tesis doctoral, titulada «Estabilización de los vinos frente a las precipitaciones de bitartrato potásico. Aplicación a los vinos de La Rioja», iniciando, de paso, una década como investigador.