Tezanos, Montero y Cervantes. Más sectarismo y menos cultura
Más dinero de nuestros impuestos para hacer política sectaria y partidista desde un organismo público y menos para difundir y apoyar la cultura hispánica y el uso del español por el mundo
Que Pedro Sánchez es el presidente de Gobierno con menos pudor y más desahogo de cuantos han pisado Moncloa no es un síntoma sino todo un diagnóstico. Pasará a la historia, entre otras cosas poco ejemplares, por haber contribuido al mayor deterioro de algunos organismos jurídicos y públicos como la Fiscalía General, la Abogacía del Estado, la RTVE de Rosa María Mateo o el Centro de Investigaciones Socialistas, antes Sociológicas, CIS, del reprobado y ahora imputado Jose Félix Tezanos, por poner unos ejemplos.
Paradójicamente, el mismo Sánchez que proclamó en la investidura que su Gobierno trabajaría por la libertad frente a la intrusión arbitraria de las instituciones públicas y en favor de la transparencia y la rendición de cuentas de su gestión, se ha convertido en paradigma de la arbitrariedad y la opacidad. Ese diagnóstico sobre Pedro Sánchez es perfectamente extensible a sus socios de coalición. Irene Montero proclamó en 2017 que contratar a los amigos para cargos públicos podría ser legal, pero era corrupción. Ella, por tanto, es una corrupta por haber fichado para su ministerio a tres amiguetes. Con el agravante de que Isabel Serra está condenada e inhabilitada por el Tribunal Supremo tras agredir, amenazar e injuriar con frases obscenas de grueso calado, a dos policías, mientras Carlos Sánchez Mato y Celia Mayer están imputados por delitos de prevaricación y malversación.
Irene Montero ha incumplido el código ético de Podemos y lejos de descomponerse o sonrojarse por las críticas a su corruptela, la justifica con el argumento de que los contratados son perseguidos políticos por defender la democracia. De un plumazo, la ministra de Igualdad recurre al mantra del victimismo con el que los populistas maquillan sus desmanes y de paso cuestiona una vez más la calidad e independencia de nuestra justicia. Esa manera de ejercer el poder, sustentada, a veces, en la hipócrita superioridad moral de la izquierda, nos lleva a pensar que sólo les falta hacer pis desde el trampolín y decirnos que llueve. Quienes decían que llegaban a la política para regenerarla y oxigenarla se han empeñado en viciarla y deteriorarla más con sus incoherencias, contradicciones, incumplimientos éticos y erráticas decisiones.
Irene Montero premia a los condenados e imputados conmilitones de Podemos y Pedro Sánchez al desvergonzado Tezanos con más dinero para el CIS. Más presupuesto con el que perpetrar nuevas encuestas que predispongan a los ciudadanos en favor del PSOE, aunque la realidad electoral sea distinta y distante de sus pronósticos, como evidenció el arrollador triunfo en las urnas de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Sánchez recompensa a Tezanos por sus favores al frente del desprestigiado CIS, mientras castiga al Instituto Cervantes. En definitiva, más dinero de nuestros impuestos para hacer política sectaria y partidista desde un organismo público y menos para difundir y apoyar la cultura hispánica y el uso del español por el mundo. Este contraste de decisiones junto al tijeretazo presupuestario del Cervantes nos revela que a Sánchez no le anima tanto el apoyo e impulso de nuestra cultura mediante cheques juveniles, sino comprarla con fines electorales.