Madrid y la libertad
No se comprende que el mayor éxito electoral del PP sea discutido en el propio partido y se le pongan trabas a su protagonista para dirigirlo en la comunidad en la que gobierna
La ambición no es vicio ajeno a la política y, en muchas ocasiones, los peores enemigos se encuentran en el propio partido. Aun así, resulta incomprensible lo que está sucediendo en el PP de Madrid. Díaz Ayuso constituye el más relevante acontecimiento político español de los últimos años. Su éxito imprevisto parece sustentarse, ante todo, en la defensa de la libertad. Es cierto que en las democracias los ciudadanos suelen preferir la igualdad a la libertad. Por eso esta última se encuentra amenazada. Lo estamos viviendo ahora. Pero cuando ven que la libertad mengua e incluso parece que se la están arrebatando, terminan por defenderla. La defensa quijotesca de la libertad y la honra está muy arraigada entre los españoles. Al menos, lo estaba. Madrid es, probablemente, la comunidad más libre de España. A nadie se le obliga a pensar de un modo u otro, existe libertad de los padres para elegir la educación moral y religiosa y la presión fiscal es la más baja de España. Y se podrían añadir más hechos. La presidenta de la Comunidad ha exhibido una notable valentía y ha ganado abrumadoramente las elecciones sin contar con el apoyo total de su propio partido. Ha logrado formar un buen equipo de gobierno, posee un elevado nivel de credibilidad y es percibida como una persona normal, a la que cabría esperar encontrarla en el supermercado (haciendo la compra, no de visita electoral). Decía Ortega y Gasset, acaso con un punto de exageración, pero solo un punto, que la política es el imperio de la mentira. Mientras nos gobierna uno de los grandes emperadores, no parece que Ayuso viva sometida a tan generalizado vicio político. Aunque en honor a la verdad hay que reconocer que la mentira no se limita a la política, sino que tiende a enseñorearse de la sociedad toda.
No se comprende que el mayor éxito electoral del PP sea discutido en el propio partido y se le pongan trabas a su protagonista para dirigirlo en la comunidad en la que gobierna. Aunque solo fuera porque en tiempos de éxito no conviene hacer mudanza. En ocasiones, se diría que para entender algunas conductas de dirigentes del PP hubiera que recurrir al psicoanálisis y a la existencia de una poderosa pulsión de autodestrucción y muerte. Es curioso ese empeño fatal en convertir un gran éxito en un rotundo fracaso. Si de lo que se trata es de lograr que el neocomunismo populista que gobierna en España se mantenga en el poder durante décadas, la división interna del PP y la gresca permanente con Vox parecen la mejor terapia. Cuando el peor Gobierno de la actual democracia (con el permiso de Zapatero) se tambalea por sus propios errores y mentiras y su gestión marcha a la deriva, sale el PP, supongo que involuntariamente, en su ayuda. Vivimos una situación política de emergencia nacional. Nada de lo que hoy sucede se parece a lo que ocurría hace dos o tres décadas. El ocaso de la concordia y de la libertad es patente. Urge un cambio de gobierno. Si la oposición no actúa por patriotismo, al menos que lo haga por su propio interés. Madrid es hoy la mayor reserva de la libertad existente en España. En este sentido, si cae la comunidad madrileña, caería, al menos durante un tiempo, siempre demasiado largo, la libertad. Escribió Tocqueville que él siempre habría amado la libertad, pero que en los tiempos actuales (mediados del XIX) más bien tendía a adorarla.