Las mentiras de la discordia
Todas estas mentiras se condensan en una. La izquierda es democrática y la derecha no
Más que de Ley de memoria histórica cabría hablar de Ley de mentira histórica. Y más que de Ley de memoria democrática habría que hablar de Ley de memoria totalitaria. El lema es «por la mentira hacia la discordia». Los buenos perdieron y ahora deben ganar. Otra vez la monserga de los «malos españoles». El PSOE y Podemos han pactado (el Gobierno pacta consigo mismo, es decir, autopacta) una derogación parcial de Ley de Amnistía de 1977. Acaso sea una cortina de humo para ocultar otras vergüenzas, pero la cortina es más grave que lo tapado, pues destruye la concordia y la libertad. No sé si ellos saben lo que significó esa ley. Puede que la maldad sea peor que la ignorancia culpable, pero es mala cosa ser gobernados por una de ellas, o por las dos. Representó el sello de la reconciliación entre los españoles que perdonaba los crímenes de ambos bandos, y fue la condición de la transición a la democracia, de la concordia y de la Constitución. Todo lo que unos ignorantes irresponsables se disponen a dinamitar. Quizá podrían leer, si es que saben y tienen tiempo, el discurso de Marcelino Camacho, tal vez taimado franquista, en las Cortes con ocasión del debate de la ley. Por cierto, el Partido Comunista votó a favor y Alianza Popular se abstuvo. El Gobierno actual, más a la derecha, «vota» ahora en contra.
Repasemos algunas mentiras que conducen a la discordia. Vamos a contar mentiras. Sólo ha habido etapas democráticas en la historia de España bajo la forma de Estado republicana. La Monarquía es antidemocrática. Estudiar un poco de historia es molesto y muy desaconsejable para la cómoda y falsa ideología. La Segunda República fue el paradigma de la democracia, sobre todo durante el estalinista Frente Popular que, además, alcanzó el poder falsificando las elecciones. Pero el pueblo puede cometer estos simpáticos pecadillos antidemocráticos. El problema, que omiten disciplinadamente, es que más de la mitad del tiempo de la República gobernó la derecha. Es decir, que fue una democracia interrumpida, a medias. La Guerra Civil no fue una tragedia que enfrentó a los españoles, agitada por sus grupos minoritarios más radicales, sino la lucha entre el pueblo y el fascismo. Ganó el fascismo; ahora debe ganar el pueblo. El asesinato de Calvo-Sotelo fue un acto de justicia popular y no un abyecto crimen de Estado. Así, Largo Caballero era un perfecto demócrata y Gil-Robles un redomado fascista.
Mintiendo mintiendo, llegamos así a la conclusión de que la democracia no llegó a España hasta 1982, cuando el PSOE obtiene el poder. Un PSOE que, aun no siendo bueno para la libertad y, más tarde, para la honradez, avergüenza al actual. Pero resulta que la transición fue promovida por los sectores reformistas del régimen de Franco, y las Cortes franquistas se disolvieron, abriendo el camino a la democracia. Es decir, lo mismo que suelen hacer las mascaradas parlamentarias de los regímenes comunistas. No sin cierta coherencia, los comunistas de ahora (por cierto, que rinden un involuntario tributo a la decencia cuando no se presentan como tales ni exhiben la hoz y el martillo, bien es verdad que son muy preferibles sus antecesores de 1977 que sí los exhibían) impugnan por franquista la Transición.
Todas estas mentiras se condensan en una. La izquierda es democrática y la derecha no. La Transición, y la Constitución que aprobó, no son democráticas porque fueron obra, si bien no exclusiva, de la derecha, es decir, del fascismo. Carrillo pactó con el fascismo. Al fin y al cabo, Stalin lo hizo con Hitler. Pero ya caminamos hacia la democracia, hacia Cuba y Venezuela. Pero tampoco hay que preocuparse demasiado. Si España ha de dejar de existir como nación (ahí entran ETA y el resto de los separatistas), poco importa que el régimen sea democrático o no. Lo curioso es cuánto hay que mentir para destruir la libertad y la concordia, y la unidad nacional. Son las mentiras de la discordia.