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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Quieto todo el mundo

Aunque Batet dijo «el decreto queda aprobado», lo que en realidad se escuchó en el Congreso fue: «Quieto todo el mundo», entre aplausos de Sánchez que sonaron como balas de Tejero

Actualizada 17:29

Un grupo de políticos que no conoce a los ciudadanos, unido a otro de sindicalistas que no conoce a los trabajadores y a otro más de patronales que no conoce a los empresarios; acaba de impulsar una reforma laboral que será a la creación de empleo lo que una colonoscopia al sexo o un eructo al bel canto.

El engendrito, que es un trabajo de menores de edad para aprobar por los pelos la asignatura de Fondos Europeos con la complicidad de la necia Loli Von der Leches, pretende convertir los contratos temporales en indefinidos, pero los transformará en despidos.

Los comunistas no entienden que los derechos se refuerzan con la abundancia, y no por decreto, y en un país donde ser empresario es más peligroso que ser mujer en Kabul o gay en Teherán, el resultado práctico de las andanzas de Pedrito y Yoli será el incremento del paro, el cierre de más pymes y el reforzamiento de los sindicatos eso sí; salvo que todos ellos generen el único tipo de trabajo en el que han mostrado diligencia: el de liberados gandules; asesores innecesarios, empleados públicos artificiales, ministros inútiles y enchufados con el carné en la boca.

Al bochorno de lo aprobado le han sumado el escándalo de la manera de aprobarlo, con un tamayazo o chanelazo que deja en segundo plano la vergüenza ajena de la propia reforma laboral de Sordo y Álvarez, dos zánganos de la misma especie que todos esos Echeniques que prosperan en el país donde se persigue, a la vez, a tipos como Amancio Ortega o Juan Roig.

Es irrelevante, salvo a efectos jurídicos siempre con retardo, que el diputado popular votara por error, que el error viniera del sistema informático, que sea un cretino notable o incluso un tránsfuga remunerado.

Lo sustantivo es que, a sabiendas de ese problema y con tiempo de sobra para rectificarlo, Pedro Sánchez y Meritxell Batet decidieron utilizarlo para invertir el resultado democrático e imponer, con una trampa mayúscula, uno alternativo adaptado a sus intereses, completando la jugada con una extorsión mafiosa a UPN en Pamplona que no aceptaron, felizmente, dos diputados navarros decentes como Carlos García Adanero y Sergio Sayas, lo mejor del día.

A bordo de su auto loco, estos Bonnie and Clyde del Parlamento pincharon las ruedas de su rival; cogieron un atajo ilegal; atropellaron a dos señoras en el paso de cebra y llegaron así a la meta primeros.

Aunque al final de todo ello pareció escucharse, por boca de Batet, la frase: «El decreto ley queda aprobado», lo que en realidad atronó en ese hemiciclo invadido, como eco actualizado de una escena ocurrida hace ya 40 años, fue aquello de: «Quieto todo el mundo».

A Batet y a Sánchez les faltó disparar al techo, pero sus aplausos tras el Golpe sonaron igual que las balas de Tejero en 1981. Ya tenemos dos 23F para recordar.

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