Pablo y los hijos de un dios menor
Ellos son el pueblo elegido y los demás, fascistas cuyos hijos deben sufrir los pecados de sus padres porque han nacido en el lado incorrecto de la vida
Pablo Iglesias e Irene Montero se han empeñado en crear el ambiente más idóneo para sus hijos. Un casoplón, lejos de la Vallecas proletaria, donde verlos crecer protegidos de la sevicia que ellos, sus padres, han inoculado en la política española. Los menores son sagrados. Por tanto, todo lo que pueda perturbarles, sobre todo si lo provocan terceros a los que no puede asistir justificación ninguna, debe ser perseguido y castigado, si penalmente así lo consideran los jueces. No sabemos si es el caso de lo que ahora dirime la justicia que, a instancias de sus padres, valora si un periodista en su legítimo derecho de investigar un asunto turbio pudo incurrir, con una mala praxis profesional, en delito de acoso a los dos bebés mayores de la pareja podemita. Hace unas horas, los compungidos padres acudían abrazados a declarar como testigos, en una puesta en escena sobreactuada de telenovela venezolana, propia de la factoría cínica de Podemos. Costaba casar esos rostros afligidos de padres indefensos con la cara de odio que ambos dedican el resto del tiempo a la mayor parte de los españoles.
Pero lo escandaloso del caso es que los padres de esos niños presuntamente acosados solo se acuerden de los derechos infantiles cuando truena sobre su dacha de Galapagar. A estos preocupados papás les importó un pepino el bebé de Begoña Villacís cuando estaba gestante, a la que despojaron de derechos básicos, como su propia integridad física dos días antes de dar a luz, para justificar un terrible escrache que sufrió en San Isidro. Tampoco parece que los loables derechos de los niños pesaran cuando Podemos y su cuadrilla hostigaron el hogar de Soraya Sáenz de Santamaría donde se hallaba su hijo, casi un bebé, o cuando repitieron hazaña ante la casa de Esteban González Pons. Eran para el ofendido padre de ahora, «violencia social que genera la crisis», cuando no «el jarabe democrático» que había que administrar a los políticos que no eran de izquierdas.
En la lógica totalitaria de Iglesias, una vez que se ha hurtado a esos padres «fachas» de su condición de ser humano con derechos, todo está permitido contra ellos y todo se le justifica a su verdugo, hasta acosar a sus críos, porque Podemos tiene el monopolio de la violencia legítima. Ellos son el pueblo elegido y los demás, fascistas cuyos hijos deben sufrir los pecados de sus padres porque han nacido en el lado incorrecto de la vida.
Los niños Iglesias-Montero, en el manual chavista de sus padres, deben aprender a emocionarse, ante un video en el que «la gente» apalee a policías, que también tienen prole. Asimismo, el buen hijo del dios Iglesias debe aplaudir la guillotina para el Rey y las ofensas contra las víctimas de ETA, con hijos huérfanos. Y de paso, alentar el acoso a otro chaval en Canet de Mar por hablar en el idioma de su país. Y si –no lo quiera Lenin– aparecen niñas prostituidas en Comunidades donde gobierna la izquierda, como la Valenciana o la Balear, pues mala suerte. Es lo que tiene ser hijo de un dios menor.