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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Yolanda y el ofendidito

Fue descacharrante escuchar ayer a Rufián acusarla de estafa y a Yolanda quejarse de que él se ha dedicado al maquillaje y al humo antes que a apoyarla en su camino a la Moncloa

Actualizada 04:51

En el universo mental de Gabriel Rufián caben pocos apechusques: una república catalana xenófoba, media docena de restaurantes donde goza de las delicias gastronómicas del «fascismo» madrileño y la anomalía democrática de que su nimiedad haya aupado a presidente del Gobierno de la cuarta economía de la Eurozona a un candidato que lógicamente tenía que estar a la altura de su patrocinador.

La capacidad cognitiva de Rufián ha patinado definitivamente esta semana. Él, que ha hecho de su condición de charnego fetén su mayor activo para seguir mamando del presupuesto de los españoles, llora en el hombro de Oriol Junqueras por haber sido burlado a partes iguales por su amiga Yolanda Díaz y por el socialista al que colocó en la Moncloa para soltar golpistas de la cárcel y tragar todos los sapos inconstitucionales de Pere Aragonès. Rufián 'El Ofendidito' se lamenta, entre chuletón y chuletón en los alrededores del Congreso, de que la vicepresidenta del Gobierno le ha puenteado, sin éxito, con el jefe de la Generalitat para conseguir el apoyo a su reformita laboral.

Rufián y Díaz, a quienes unió su militante apoyo a la agresión de un grupo de supremacistas a la soberanía de los españoles, hiperventilaron ayer en el Congreso por no haber conseguido sumar sus imposturas para volver a engañar a los mismos a los que vendieron una reforma laboral promisoria que ha terminado siendo un suave limado de uñas. Su cinismo llega tan lejos que dicen defender los derechos obreros quienes han intentado quitar a los currantes catalanes su nación y el Estado de derecho que les pagará las pensiones.

Fue descacharrante ayer escuchar a Rufián acusarla de estafa y a Yolanda quejarse de que él se ha dedicado al maquillaje y al humo antes que a apoyarla en su camino a la Moncloa. Ella, la reina del maquíllate, maquíllate, que estaba a punto de mudar de Fashionaria a Pasionaria, chulísima de la muerte, para ventilarle a Sánchez el Gobierno, ya solo le queda pedir las sales al descubrir que el engrudo de cínicos y separatistas no fragua tan bien como pensaba.

Entre traidores anda el juego. A Rufián lo traiciona Díaz, que le dijo que la mayoría Frankenstein decidiría la reforma laboral; Díaz traiciona a Iglesias pactando con los empresarios; los sindicatos traicionan a Rufián, al que prometieron la derogación de la reforma de Rajoy; Sánchez traiciona a Díaz acordando con Arrimadas una ley descafeinada; Aragonès traiciona a Rufián dejándose querer por la vicepresidenta en veladas conspiratorias en Barcelona; y Pepe Álvarez traiciona a ERC, su partido-cuna desde donde fue impulsado a la Secretaría General de UGT. Y todos, Sánchez, Iglesias, Rufián, Díaz, Álvarez y Aragonès traicionan a los españoles.

Pero no pene, señor Sánchez, no hay problema. Usted nos venderá que es un líder transversal y ERC y Bildu ya le certificaron ayer que seguirán sosteniéndolo hasta la derrota final. Lo de la reforma laboral era una piedrecita en el camino: dónde van a ir Rufián y Otegi que más valgan.

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