Lecciones de perdón
Las revelaciones del informe de la Guardia Civil sobre los trapicheos penitenciarios de Marlaska con los presos de ETA puede escandalizarnos por la vileza de los detalles, pero no puede sorprender a nadie
La última estrella de la campaña para las elecciones de este domingo en Castilla y León ha sido Luis Briones, un candidato socialista por Burgos, que se ha colado como los ciclistas habilidosos en el sprint final. Su mérito: defender vehementemente que los españoles tenemos que aprender a perdonar a los verdugos de ETA. No son ellos quienes deben hacerse merecedores del perdón, sino nosotros los obligados a concederlo.
ETA dejó de asesinar en 2011 y desapareció definitivamente en 2018. Pero no fue por la magnanimidad de los criminales ni por su arrepentimiento; tampoco por esa negociación que llevó a cabo Zapatero rompiendo el consenso antiterrorista entre PSOE y PP. ETA desapareció porque fue vencida por el Estado. No lo hicieron por su voluntad sino obligados por la fortaleza de la ley, pero hasta eso se nos está olvidando.
Las revelaciones del informe de la Guardia Civil sobre los trapicheos penitenciarios de Grande Marlaska con los presos de ETA y los privilegios que estos están recibiendo, puede escandalizarnos por la vileza de los detalles, pero no puede sorprender a nadie. La labor de blanqueo de Bildu, que comenzó con Zapatero, ha sido tan sistemática y continuada como el goteo semanal de acercamiento de etarras al País Vasco y va a seguir en el futuro.
Sánchez necesitó de Bildu para llegar a Moncloa y lo necesita para mantenerse en ella, pero el arrebato del candidato Briones demuestra que es el socialismo español, en su conjunto ha deglutido todas sus reservas morales frente al partido de la ETA, hasta el punto de pretender imponernos a todos la misma dieta. Nos exigen que perdonemos a los asesinos para que a ellos no les resulte tan incómodo convertir a Bildu en un socio estratégico.
El perdón es el atributo de los fuertes y años después de haber vencido a ETA, la sociedad española bien podría perdonar a los terroristas. Las víctimas no serían un obstáculo para ese perdón porque han demostrado todo este tiempo que les sobra grandeza moral para ello. Pero no se puede liberar de su culpa a quien se enorgullece de sus crímenes. No somos nosotros quienes debemos aprender a perdonar, como nos exige de manera destemplada el candidato socialista. Son los verdugos los que tienen que aprender a pedir perdón y reconocer lo ilegítimo y cruel de su pasado terrorista. Y eso es lo que el PSOE ha renunciado a exigirles.
El fin de ETA, que debería tener la grandeza de una gran victoria de la democracia española, se nos está quedando en un mezquino cálculo de intereses y el mejor ejemplo es Grande Marlaska, que ha pasado de ser un juez irreprochable y admirado para convertirse en un político minúsculo y desacreditado. La sociedad española y las víctimas se merecían algo mejor que un gobierno dedicado a sacar a los presos de tapadillo y a implorar que no se organicen homenajes a asesinos. Aunque, bien pensado, no hay mayor «ongi etorri» que haber dado a los herederos de ETA la llave de la gobernabilidad de España.