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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Sin Trump ni Aznar, no hay guerra

A ver cómo gestiona esta crisis Pedro Sánchez, que tiene sentado en su Gobierno a personajes que escupen sobre nuestros valores y se abrazan a dictadores, lo mismo da que tomen vodka o mojitos en el Caribe

Actualizada 04:43

Pablo Echenique está preocupado por la paz. Llevaba semanas en silencio: ni la inflación ni la subida de la luz ni la pobreza energética ni el estacazo a los autónomos (su ex asistente puede dar buena fe de su preocupación por ese colectivo) había logrado sacarle de su mutismo. La pelea de Yolanda con Irene y su orfandad de Iglesias le tenían meditabundo. Hasta que ayer la invasión de Ucrania tocó a rebato. Cómo privarse de retuitear la última majadería de Belarra sobre lo malas que son las guerras o la andanada de Garzón contra la OTAN. Poco más ha podido hacer, porque en esta ocasión no había un Aznar o un Trump al que encalomarle el muerto, ni un «No a la guerra» de pancarta que portaran los sindicalistas junto a Bardem y Almodóvar, con otros faranduleros subvencionados. Esta vez el agresor es un sátrapa del gusto de Podemos y el Occidente agredido lo lidera un progre llamado Joe, cuya incompetencia jalea la izquierda hipócrita.

No esperen ustedes de Echenique una reflexión sobre la inanidad de Europa, convertida en un parque temático inerme donde compran bolsos de Vuitton las chinas y áticos de lujo los rusos. No aguarden que la izquierda española (y menos los separatistas amigos de Sánchez que son primos hermanos de la autocracia nacionalista que intenta anexionarse Ucrania) reclame más firmeza a la UE, cuya unidad en defensa es tan irrisoria como las explicaciones de Carromero sobre su inocencia en el espionaje a Ayuso.

A ver cómo gestiona esta crisis Pedro Sánchez, que tiene sentado en su Gobierno a personajes que escupen sobre nuestros valores y se abrazan a dictadores, lo mismo da que tomen vodka o mojitos en el Caribe. Ya tuvo una muestra más de la irresponsabilidad de sus socios cuando Margarita Robles respondió con rapidez y eficacia en la primera hora de este conflicto y ahora tendrá que hacerlo tras el envío de carros a Letonia, cazas a Bulgaria y tres buques de guerra al Mediterráneo oriental. Lo que viene a ser un aliado responsable de la OTAN. Está en juego la imagen internacional de nuestro país. Y Biden ha demostrado de largo no contar con la España de Sánchez.

Borrell dijo ayer que es el momento más oscuro desde la Segunda Guerra Mundial. Después de Yugoslavia, añadiría yo. Pero el propio mister pesc español debería también hacer autocrítica sobre por qué los europeos hemos vuelto a demostrar en Ucrania nuestra incapacidad endémica –endilgando nuestra seguridad a Washington–, para defender la independencia de un país ante la amenazante bota rusa y para preservar nuestros valores democráticos pisoteados por un autócrata llamado Vladimiro Putin, que ya ha metido su garra en procesos tan delicados para Occidente como las elecciones americanas o el golpe de Estado de los independentistas en Cataluña.

Un tutorial rápido para Echenique, Ione y Garzón: Putin, como sus homólogos de Cuba o Venezuela, tiene la suerte de no tener que rendir cuentas ante su opinión pública. Es lo que tienen los totalitarios nacionalistas que le cuentan a sus súbditos media docena de milongas y alimentan con orgullo patriotero y con victimismo a sus sociedades sojuzgadas, y listo. Por culpa de los echeniques de turno, y por extensión, por el cinismo de la izquierda caviar europea, aquí hemos creado una sociedad infantil y buenista harta de hamburguesas y alérgica a las responsabilidades de los adultos. Ya lo dijo el coronel encarnado por Jack Nicholson en Algunos hombres buenos: «Tú te acuestas bajo la manta de la libertad que yo te proporciono y luego cuestionas el modo en que te protejo».

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