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Agua de timónCarmen Martínez Castro

El PP de Congreso a Congreso

En aquel congreso de la sucesión de Rajoy hubo demasiado ajuste de cuentas para acertar con la decisión correcta

Actualizada 00:56

Resulta muy difícil sustraerse al impulso de echar a volar la imaginación por el hecho de que, después toda la crisis de estos días, Génova 13 siga siendo la sede del Partido Popular mientras los dirigentes que anunciaron a bombo y platillo su venta, estén viviendo sus últimas horas en el edificio. Uno se imagina la sede popular convertida en una especie de casa encantada donde cada elemento cobra vida propia con un objetivo común: sabotear cualquier intento de llevarse la actividad del Partido Popular fuera de sus paredes. Ana Martín ya nos ha contado en El Debate que Feijóo, como buen gallego, no cree en las meigas, pero, por si acaso, ha adelantado que no tiene intención alguna de seguir adelante con la idea de la mudanza.

Este episodio del cambio de la sede que nunca llegó a producirse es una atinada metáfora de lo que ha sido el liderazgo de Pablo Casado en estos años: no tuvo empacho en repudiar la historia de su partido y quiso sacar al PP de dónde estaba, pero no supo explicar a los suyos hacia dónde los quería llevar. Sin embargo, no sería justo convertir a Casado y su equipo en los únicos responsables de lo ocurrido. En realidad, es el fracaso de quienes le pusieron en un cargo que siempre le vino demasiado grande.

Aquellos resentidos contra el marianismo que le encumbraron como el líder del rearme ideológico de la derecha han sido los primeros y más feroces críticos con su anterior protegido; llevan meses atacándole y jaleando el crecimiento de Vox. Lo ocurrido esta semana también significa una severa derrota de los marianistas que, enzarzados en una delirante guerra civil, prefirieron entregar el partido a unos jóvenes sin experiencia que a quienes habían sido sus compañeros en la tarea de sacar a España de su peor crisis. Hoy resulta evidente que en aquel congreso de la sucesión de Rajoy hubo demasiado ajuste de cuentas para acertar con la decisión correcta.

Tres años después unos y otros han tenido que unirse para dar un volantazo en una deriva autodestructiva. No hubo más crueldad que la del cirujano cuando interviene para salvar la vida de un paciente. El PP ha demostrado ser todavía una organización con el nervio suficiente para rectificar los errores y ofrecer una respuesta rápida, ordenada y democrática a su crisis interna.

Pero es bueno aprender de los errores de hace tres años. El PP sólo será grande y solo podrá volver al gobierno si es capaz de presentarse ante la sociedad española como un gran contenedor donde pueden convivir sensibilidades muy distintas del centro derecha sin que cada mañana se acusen unas a otras de traición. Los españoles también esperan del Partido Popular buenos equipos, solvencia, eficacia, serenidad y aplomo. Esperan reencontrar al Partido Popular que les ha sabido gobernar con éxito en momentos decisivos de nuestra historia reciente. En apenas un mes habrá un nuevo congreso extraordinario, pero en vez de ajustes de cuentas, ahora es el momento de la unidad.

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