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Desde la almenaAna Samboal

A perro flaco, todo son pulgas

Llegará el día, y no tardará mucho, en que nos dirán que somos más pobres, que estamos más endeudados y que debemos hacer más esfuerzos y sacrificios porque factores externos han debilitado hasta cotas inéditas nuestra economía

Actualizada 16:05

El mal estudiante –al que no debemos confundir con persona de bajo intelecto, porque, en muchas ocasiones, es más bien al contrario– puede superar un curso, incluso dos o tres, porque hay gente a la que la fortuna le sonríe, pero llega el día en que su falta de conocimientos básicos –trabajada a conciencia en tardes de vagancia e irresponsabilidad– le lleva a caer de bruces en el suspenso. Y de ese hoyo cuesta salir, si es que se sale. Es –me temo– lo que acabaremos por sufrir.

Llegó la crisis de 2008 y el irresponsable blanqueador de Nicolás Maduro, José Luís Rodríguez Zapatero, no sólo no la supo ver, sino que dilapidó el fruto del esfuerzo cosechado por los españoles durante décadas de duro trabajo en maquillar sus primeros efectos y en regalías más tarde a los alcaldes para intentar sostenerse en el poder.

Subido a la ola de la recuperación mundial del crecimiento y sostenido por las políticas del Banco Central Europeo que padecerán durante lustros las hormiguitas ahorradoras de la Unión, Mariano Rajoy hizo las reformas a las que le obligaba Bruselas para elevar el potencial de nuestra economía. Ganamos empleo, prometimos ajustar el régimen de la Seguridad Social a un modelo adecuado a nuestro nivel de rentas y con una subida brutal de impuestos que aún padecemos ajustamos el déficit, pero dejamos endeudados hasta las cejas a hijos y nietos.

Ahí aparece Pedro Sánchez, de la mano de Podemos, para desbaratar lo poco que se ha enderezado y cargarse lo que queda en pie. De atajar el coste de un sistema de pensiones técnicamente quebrado, hemos pasado a elevar su gasto en progresión geométrica. Antes que bajar los impuestos para favorecer la actividad económica, encuentran cualquier resquicio libre para subirlos. Y, que no falte, el gasto a manos llenas para mantener contenta a la clientela que garantizará el triunfo en las próximas elecciones.

Endeudados hasta límites insospechados, aparece el primer cisne negro: la covid. Dado el precario equilibrio de nuestras finanzas públicas, nos resignamos a un lustro perdido de crecimiento. Aparece el segundo cisne negro: los precios de la energía. La inflación se desboca, condenando al empobrecimiento a millones de familias. Pero Moncloa sigue hacia adelante, agarrándose como un náufrago al salvavidas de los fondos europeos. Y aparece el tercer cisne negro: la invasión de Ucrania. El presidente sube a la tribuna del Congreso y anuncia un pacto de rentas que ni siquiera está en su mano cerrar, porque son los sindicatos y empresarios los que deben negociar la próxima actualización de salarios.

Llegará el día, y no tardará mucho, en que nos dirán que somos más pobres, que estamos más endeudados y que debemos hacer más esfuerzos y sacrificios porque factores externos han debilitado hasta cotas inéditas nuestra economía. Y, aunque no les falte razón en lo de los factores externos, habrán de reconocer que, en tiempos de vacas gordas, han dilapidado nuestro potencial. Si a eso sumamos que, en el Gobierno de España, conviven personajes intelectualmente inanes que justifican a Vladimir Putin amparándose en el añejo «OTAN no, bases fuera» y todo lo arreglan cargando contra los ricos, acabamos con el crédito internacional que nos quedaba para demandar ayuda. Dice el refrán, que «a perro flaco, todos son pulgas». Pobres ciudadanos españoles, la que nos espera...

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