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Desde la almenaAna Samboal

Diplomacia de precisión, versión Zapatero

Afortunadamente, en su carrera desbocada y ciega hacia las energías verdes, la vicepresidenta de Transición Ecológica –otra de las desaparecidas en este conflicto, como Pablo Iglesias– todavía no ha prohibido usar los mecheros, las cerillas, ni la cera de las abejas

Actualizada 03:48

Los mítines son escenarios peculiares para los ajenos a la vida de los partidos. Los oradores, que en los salones susurran, se dejan la garganta en estos escenarios ante las masas de afiliados y simpatizantes a los que hay que espolear para que salgan entregados a buscar votos a las calles. Cuando el que tiene el turno de palabra toca la tecla adecuada, que las más de las veces es un argumento más o menos simple contra el adversario político, adornado de adjetivos grandilocuentes y aliñado con buena dosis de demagogia, los que le escuchan se ponen en pie al unísono y aplauden, aplauden, aplauden… Y el político sonríe plácidamente…

Es lo que ocurrió el pasado fin de semana en un acto que habían organizado las ministras de Podemos. Son cinco, pero se han quedado en dos, Montero y Belarra. Yolanda parece más del PSOE que del partido de Pablo Iglesias y el resto son desconocidos hasta para los periodistas que trabajan la información del Gobierno. Habló primero la secretaria general y hasta en dos ocasiones afeó la conducta de los que denominó «partidos de la guerra». Le costó terminar la frase ante la duración de la ovación que arrancó a sus seguidores.

Después, turno a la responsable de Igualdad. Subió la voz, y censuró a los «partidos de la guerra». Pero, como el argumento ya estaba usado, los aplausos le supieron a poco y fue más lejos. Ella tiene la solución a esta guerra: la «diplomacia de precisión», la que, según Montero, ha desarrollado el presidente Zapatero. Dos días después, el martes, en la rueda de prensa posterior a la reunión del consejo de ministros, preguntaron a la ministra quiénes eran los partidos de la guerra. Hasta en dos ocasiones, la portavoz, Isabel Rodríguez, le impidió responder. Y, tragándose el orgullo y la dignidad, Irene Montero permaneció sentada en la mesa en silencio. Ella solo quiere formar parte del Gobierno.

Hasta aquí ha llegado Podemos. Entre Sánchez y Díaz, con la inestimable colaboración de los fundadores, han acabado con el partido. No así con la herencia de Zapatero, que, entregado a la «diplomacia de precisión», lleva años viviendo a costa de blanquear al criminal régimen venezolano a costa de la salud, el bienestar y hasta la vida de sus opositores. Es lo que parece que se apresura a hacer la Casa Blanca, ahora que, para arruinar a Putin, busca crudo en otros mercados. Las grandes multinacionales petroleras se harán de oro poniendo a punto una tecnología de extracción que, tras años de embargos y desgobierno, se ha quedado obsoleta. Si contratan como mediador al expresidente español, tendrán terreno ganado en la negociación de los contratos y él los bolsillos más llenos. La alternativa es contar con la inestimable experiencia de Barack Obama para sacar al mercado de nuevo el crudo iraní. Es el Eje del Mal de Bush al rescate de las democracias occidentales.

O eso o, como recomienda Borrell, apagamos la caldera y nos envolvemos en el edredón en el sofá para no pasar frío. Apagamos la tele para seguir reduciendo el gasto energético y, para leer, usamos velas. Afortunadamente, en su carrera desbocada y ciega hacia las energías verdes, la vicepresidenta de Transición Ecológica –otra de las desaparecidas en este conflicto, como Pablo Iglesias– todavía no ha prohibido usar los mecheros, las cerillas, ni la cera de las abejas.

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