El pasado, pasado está
Aprender a cerrar las heridas del pasado
«Una persona psicológicamente sana aprende a vivir instalado en el presente, sabiendo cerrar las heridas del pasado y mirando hacia el futuro». Qué importancia tienen estas palabras, qué difícil resulta conseguirlo y cuánto sufrimiento ocasiona no poder lograrlo. Y es que quien vive mirando solo hacia el futuro genera ansiedad, mientras que el que vive en el pasado tiene depresión.
La capacidad de percepción de los seres humanos tiene una característica clave: tiende a capturar y conservar más lo negativo que lo positivo. Todos tenemos una voz interior que analiza lo que hacemos, cómo nos encontramos o incluso lo que pensamos que los otros creen de nosotros. Esa vocecilla le gusta boicotearnos con frases que suelen ser más destructivas que constructivas. Esto nos lleva a maximizar acontecimientos negativos de nuestro pasado.
Ello nos hace sufrir y nos lleva a darle vueltas como si de algún modo pudiéramos cambiar lo ocurrido, en la realidad o en nuestra cabeza. Y es claro que las personas que no saben cerrar las heridas del pasado, se convierten en personas negativas, resentidas, agrias, etc.
Una de las máximas de la vida no es vivir muchos años, sino vivir satisfactoriamente los años que nos toquen. Y parte de esa satisfacción se encuentra, en vivir en el presente, física y psicológicamente. De cuerpo y mente. Y para ello es bueno evitar asumir personalidades que tienden a maximizar el pasado.
Véanse los depresivos. Aquellos que viven instalados en el pasado, y cuyo denominador común es la culpa. La culpa por no haber hecho, por no haber conseguido, por haberse equivocado… Se detienen en el pasado y lo analizan a través de una lente siempre negativa, mientras que, por otro lado, su proyección hacia el futuro es casi inexistente. De modo que les es realmente complicado soñar con un futuro mejor, y ni que decir tiene alcanzar esos posibles sueños.
Por otro lado, se encuentran los neuróticos que viven heridos por el pasado, sin haberlo superado, y esto les lleva a vivir su presente y su futuro con rabia y enfado.
Otro tipo de personalidades son los nostálgicos (¿Cuánta nostalgia nos rodea últimamente...?) Estas personas opinan, por el contrario, que cualquier tiempo pasado fue mejor. Miran el presente y el futuro desde una perspectiva desalentadora, como si todo lo que aconteciese y estuviese por venir no pudiera cumplir nunca con ese mínimo listón del «glorioso» pasado.
Una cuarta variedad la constituyen las personas que sufren el Síndrome de Peter Pan. Estas se niegan a madurar y a crecer psicológicamente y prefieren quedarse en la época supuestamente dorada de la juventud, cuando todo era despreocupación y protección. «He elegido ser siempre niño y no quiere aprender cosas serias ni ser mayor», decía Peter Pan al Capitán Crochet. Los que lo padecen viven con intensidad el presente, no se percatan de que es necesario una evolución de su persona y evitan mirar al futuro por miedo a tener que tomar decisiones.
El pasado, que pasado está, no es más que un cajón de conocimientos y aprendizajes que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida, que deben servirnos para conseguir disfrutar del momento presente, pero con una proyección de futuro.
Y aunque, cada persona es un mundo, es vital saber perdonarnos y cerrar las heridas de nuestro pasado, con suavidad y comprensión. Y la mejor forma para hacerlo es aceptar lo (no) sucedido, sabiendo perdonar y perdonarnos.