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HorizonteRamón Pérez-Maura

La España de Luis Roldán

Cuando el Roldán supuestamente detenido en el aeropuerto de Bangkok se bajó del avión en el que volvía a casa, se subió al coche oficial y él mismo cerró la puerta, quedó claro que había pactado los términos de su entrega. Aquello no era una detención

Actualizada 04:29

Recuerdo bien el día del nombramiento de Luis Roldán como director general de la Guardia Civil. Una de las paradojas de la institución fundada por el duque de Ahumada es que es un cuerpo militar y hasta la llegada de Roldán había sido dirigido por militares. Roldán fue nombrado para el cargo el 31 de octubre de 1986 y en la época era delegado del Gobierno en Navarra, donde yo estudiaba por entonces mi carrera y su designación tuvo especial repercusión.

En su paso por la benemérita Roldán logró acumular una notable fortuna a base de esquilmar los fondos reservados y de sacar cuantiosas comisiones que cobraba a las constructoras adjudicatarias de las casas cuartel de la Guardia Civil. El suyo fue el perfecto ejemplo de un político corrupto que fue derribado por la prensa. Cuando Diario16 empezó a dar información de las sospechas que recaían sobre Roldán, Felipe González estaba pensando en él para sustituir a José Luis Corcuera como ministro del Interior. La creciente marea de datos contra Roldán hizo que se descartara su nombramiento y se eligiese para la cartera de Interior a Antonio Asunción que llegó al puesto el 23 de noviembre de 1993. Ante la creciente indignación por las informaciones que demostraban la corrupción que rodeaba al director general de la Guardia Civil, Roldán fue destituido diez días después. El Ministerio del Interior se hizo cargo de su vigilancia con poco éxito. Apenas cinco meses después Roldán huía de España y el ministro Asunción presentó la dimisión.

El daño que Roldán hizo a la imagen de la Guardia Civil es difícil de comprender para las nuevas generaciones, porque la benemérita era unánimemente considerada una institución ejemplar. Y nadie podía entender que desde su máximo escalafón se hubiera cometido un saqueo económico como el que perpetró Roldán.

Pero aquella España de Roldán era la España que manifestaba los problemas que puede generar una prolongación excesiva de un partido en el poder. Un tiempo en que pasó por prisión el gobernador del Banco de España, en el que estaban siendo investigados un ministro del Interior –José Barrionuevo– y un secretario de Estado –Rafael Vera– por crear una banda armada llamada GAL, una España en la que fue procesada la directora del Boletín Oficial del Estado por llevarse comisiones en la compra de papel y tantos otros casos de corrupción que empañaron la imagen triunfal de un Felipe González que había salido exultante del año 1992, el de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla. En la estela de ese éxito, González todavía había conseguido ganar las elecciones generales por última vez el 6 de junio de 1993. Pero la huida de España de Luis Roldán fue la gota que desbordó la paciencia popular. Que incluso se incrementó al volver Roldán a España. Cuando el Roldán supuestamente detenido en el aeropuerto de Bangkok se bajó del avión en el que volvía a casa, se subió al coche oficial y él mismo cerró la puerta, quedó claro que había pactado los términos de su entrega. Aquello no era una detención.

Un año más tarde, Felipe González perdía las elecciones tras trece años de poder.

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