Un héroe que es un suicida
Existe una oposición a Putin, pero como ocurría bajo el nazismo, son exterminados. Como ratas
Ustedes recordarán cuánto sorprendió a todos los españoles que el pasado sábado se aclamase al himno nacional en Barcelona, antes del partido de la selección contra Albania. Sin duda, las fuerzas separatistas se despistaron. Era un amistoso, contra Albania, eso interesa poco. En cuanto no hubo presión independentista, salió el normal sentir de los catalanes que aclamaron el himno nacional de España.
A la misma hora, en Copenhague, se estaba presentando el documental Navalny dirigido por el canadiense Daniel Roher, con varios productores y una productora asociada, Gloria de Habsburgo (de segundo apellido Thyssen-Bornemisza) y presentado por Christo Grozev, el actual jefe de la agencia de inteligencia privada Bellingcat. El documental, de 97 minutos de duración, podrá ser visto pronto en España en HBO Max y creo que explica muy bien porqué no vemos a nadie en Rusia oponerse a Putin y a su guerra.
Se narra el año y medio de vida del abogado Alexei Navalny que va desde agosto de 2020 hasta enero de 2021. Navalny se convirtió en un político opositor a Putin, lo que sin duda es uno de los trabajos más peligrosos del mundo. El 20 de agosto de 2020, Navalny colapsó mientras volaba en un avión de Tomsk a Moscú. Tras un aterrizaje de emergencia en Omsk fue hospitalizado y tras mucha oposición de las autoridades rusas fue trasladado a Berlín, donde se le trató. Pronto se descubrió en su flujo sanguíneo restos de Novichok, el agente nervioso con el que se asesinó a unos cuantos opositores a Putin. Putin no solo quería asesinar a Navalny, es que quería que se supiese que su asesinato tenía la misma firma que el de otras víctimas. Una firma que solo podía tener la rúbrica de Putin.
El equipo de Bellingcat, en un trabajo minucioso, fue identificando a los cuatro agentes rusos que fueron a Tomsk a envenenar a Navalny antes de tomar el vuelo a Moscú. Y la víctima decide llamarles directamente. A dos Navalny les dice sin más que es él y pregunta por qué le envenenaron. Ambos cuelgan. Al tercero y al cuarto les dice que es un funcionario de Moscú, haciendo una investigación de procedimientos de actuación y que está comprobando qué pauta se siguió en ese caso. El primero de los dos cuelga el teléfono. Pero al segundo, el científico Konstantin Kudryavstev, Navalny le dice que están investigando «por qué salió mal lo de Tomsk, por qué salió mal la operación Navalny.» Sorprendentemente, el científico responde que «no entiendo por qué salió mal. Lo hicimos como se había planeado y ensayado muchas veces… El aterrizaje de emergencia cambió las cosas y no en favor nuestro. Creo que si el vuelo hubiera durado un poco más, hubiera pasado lo contrario. Los médicos sobre el terreno actuaron de inmediato. Le inyectaron algún tipo de antídoto. Si hubieran estado en el aire más tiempo, las cosas hubieran salido según se planearon». Respecto a que pudieran identificar el Novichok, «Tuvieron que encontrar restos en la sangre en Alemania. El cuerpo lo limpiamos».
En cuanto se difundió que Navalny había sido envenenado y su fundación hizo un primer informe de prácticas corruptas de Putin, los medios oficiales empezaron arremeter contra él sin pausa. Navalny les puso muy nerviosos. El 17 de diciembre de 2020, en su rueda prensa anual con periodistas rusos y extranjeros, a Putin le preguntaron por el envenenamiento de Navalny, a lo que con su chulería habitual respondió que «si le hubiéramos querido envenenar, lo hubiéramos hecho». Así que en unas horas se subió a la red la entrevista con el científico Kudryavstev. En una hora tuvo un millón de visitas. En siete horas, 7,7 millones. Era el mayor golpe a Putin. Nunca más ha sido posible localizar a Konstantin Kudryavstev.
Con una heroicidad suicida, exactamente un mes después de la rueda de prensa de Putin, Navlny regresó a Rusia. Según su avión se acercaba al aeropuerto Vnukovo, se endurecía la represión de la policía a los miles de ciudadanos que le esperaban. Cuando el piloto ya había anunciado el inminente aterrizaje, tuvo que volver a tomar la palabra y decir que no se les permitía aterrizar en el aeropuerto de Vnukovo «por razones técnicas sobre el terreno». No podían controlar a la multitud. Se les desvió al aeropuerto Sheremetyevo, también en Moscú. En el mismo aeropuerto fue detenido. Demandó que su abogado pudiese acompañarle. Denegado.
Dos días después de ser detenido su equipo emitió El palacio de Putin: Historia de la mayor mordida del mundo. En una semana fue visto 100 millones de veces. Generó muchas protestas. Putin designó a la Fundación Anti Corrupción de Navalny como organización extremista. Como cabe imaginar, Navalny hoy sigue encarcelado. La semana pasada se le condenó a otros nueve años en una prisión de máxima seguridad. El mensaje que dejó grabado antes de ser detenido era: «Si me matan, no os rindáis. Si deciden matarme es porque somos extremadamente fuertes. Tenemos que emplear ese poder. Lo único que necesita el mal para triunfar es que la gente buena no haga nada.» Existe una oposición a Putin, pero como ocurría bajo el nazismo, son exterminados. Como ratas.
Después de esto, ¿puede sorprender a alguien que los negociadores ucranianos con los rusos y Abramovich sufrieran ayer síntomas de envenenamiento? El oligarca está intentando jugar a hombre de paz y eso no vale con Putin.