Francia, cebolla y huevo
Que los votos del socialismo francés se hayan quedado en el 1,9 por ciento del total de votos amenaza el porvenir del PSOE español. Significa hartura, decepción, desolación y aburrimiento
Los franceses, antes que militantes o simpatizantes de los partidos políticos, son franceses. Y en su conjunto, mucho más cultos que los españoles. En Francia, la mayoría de nuestros ministros se habrían conformado con alcanzar un puesto en la Junta Directiva de una asociación de amas de casa. Hace pocos años presidieron y gobernaron Francia los socialistas. En las elecciones celebradas anteayer, la candidata socialista Hidalgo no llegó al 2 por ciento de los votos. Fue apoyada con entusiasmo por Sánchez, y los socialistas franceses lo tuvieron en cuenta. Por fortuna, las elecciones francesas influyen en España, si bien los españoles, y sobre todo los españoles de las izquierdas, antes que militantes o simpatizantes de los partidos políticos, son antiespañoles. Ese detalle nos separa de Francia aún más que los Pirineos. Pero siempre quedan socialistas, los más leídos, que ante las catástrofes inminentes, se olvidan de su partido y votan a España.
O se abstienen.
El General De Gaulle, un gran francés, intentó conocer con mayor profundidad los ánimos y sentimientos de sus compatriotas mediante la gastronomía y producción quesera de su país. Llegó a una triste solución. Que es imposible gobernar con acierto en una nación con más de trescientas especialidades de quesos y cuatrocientas de salsas. En España, desde que los españoles trajimos a Europa las patatas, el único debate gastronómico vigente hasta la fecha es si la tortilla debe ser condimentada con o sin cebolla. Llevamos más de cinco siglos intentando ponernos de acuerdo al respecto. Incluso en la denominación. En España le decimos tortilla de patata, en el resto del mundo, tortilla española, en las tabernas batasunas tortilla estatal, y en las republicanas catalanas, tortilla del país vecino. España se divide en concebollistas y sincebollistas, y por fin, un ser superior, un jefe de cocina famoso por su buen gusto, Dabiz Muñoz, eminente ortógrafo, ha intentado poner fin a la polémica. «La tortilla de patata debe ser sin cebolla porque su dulzor no casa con el huevo». Inmediatamente, he encargado y disfrutado de una maravillosa tortilla de patata con cebolla, porque su dulzor casa perfectamente con mis huevos, escrito sea con la mayor distancia de la grosería. Este tipo se me ha antojado muy memo desde que se dio a conocer. Y pontificar del dulzor de la cebolla con los huevos de los amantes de la tortilla carece del ingenio antiquesero del General De Gaulle.
El socialismo en España, como poco, tiene que sentirse preocupado. Que los votos del socialismo francés se hayan quedado en el 1,9 por ciento del total de votos, amenaza el porvenir del PSOE español. Significa hartura, decepción, desolación y aburrimiento. No me atrevo a calcular hasta qué límite puede influir el desastroso resultado del socialismo francés en unas futuras elecciones en España, pero algo se notará. Sánchez tiene menos escrúpulos que nadie, y ha colocado a mucha gente en la administración del Estado. Pero patria y Estado son conceptos diferentes y en ocasiones, como la que España atraviesa, no coincidentes. España es la patria, la nación, y el Estado –en nuestro caso–, el mal administrador, el ladrón del dinero ganado honradamente con el trabajo, el derrochador del esfuerzo de los españoles en objetivos tan innecesarios como gamberros.
Si en Francia una ministra fuera agraciada con 20.000 millones de euros para organizar talleres de pajas femeninas, arde El Elíseo.
No se derrumbará como en Francia el socialismo, pero el descenso ya ha comenzado. Ignoro si Dabiz Muñoz cree que la mentira, la incompetencia y la desvergüenza administrativa son dulzores que no casan con su huevo. Su menú popular roza los 300 euros. Pero está claro que después de hablar con votantes socialistas, éstos también se declaran hasta los suyos –los huevos–, hartos de los fantoches, frescos, antiespañoles, cursis y majaderos que nos gobiernan. Creo que en Francia se ha iniciado la gran derrota del socialismo español. O antiespañol, que resulta más certero.