«Fake news» en un «diario de referencia»
No representaban lo que los españoles hicieron en Perú, sino aquello de lo que los españoles liberaron al Perú. La esclavitud no la llevó España. Era la que allí había
A lo largo de la última semana he seguido con cierta incredulidad cómo se ha convertido en un «escándalo» una boda celebrada el pasado sábado en Trujillo, Perú, y cómo al final se ha convertido en material denunciable en El País. Ver para creer. Dos jóvenes, un español y una peruana, se han casado en esa maravillosa ciudad fundada en 1534 en memoria de Francisco Pizarro. Hasta ahí, nada particular. La familia de la novia pudo permitirse invitar a amigos de medio mundo, especialmente de España, y darles una maravillosa celebración. Yo conozco bien al padre de la novia, Alfredo Barnechea, pero no soy un cercano amigo suyo, como demuestra el que no fuese invitado a la boda, en la que fueron testigos dos íntimos amigos míos, uno en el lado de la novia y otro en el del novio.
Perú vive un momento de hundimiento, con un presidente de ultraizquierda, Pedro Castillo, totalmente incapacitado para el cargo, y un jefe de Gobierno, Aníbal Torres, que loa a Adolfo Hitler por su capacidad para dotar a Alemania de infraestructuras. Sin comentarios.
Pero como en tantos países, los medios de comunicación carecen de los recursos necesarios para ser independientes y rápidamente se alzó la voz contra el dispendio de una celebración que en realidad ayudó a situar a la tercera ciudad del Perú en medios del mundo entero, como demuestra la cobertura de la revista ¡Hola! que apuesto a que nunca ha dado una cantidad de información similar sobre ningún matrimonio celebrado en Trujillo. Y no sé si en todo Perú tampoco.
Había que distraer la atención de la realidad que vive el Perú. Y empezaron por denunciar el derroche de dinero invertido en la celebración. Sin duda debió de ser mucho: varios días de fiestas y actos en diferentes puntos de la localidad. Mi pregunta es: cuando la ultraizquierda critica tanto el gasto que hacen «los ricos» en un lugar pobre ¿preferirían que esa inversión se llevase a otro lugar? Sí, inversión, porque allí se gastó muchísimo dinero que sin duda fue a parar a manos de peruanos que lo necesitaban. No hará falta que enumere todos los trabajadores que tienen que participar –y cobrar– por trabajar en una celebración así. Dado que la familia se estaba gastando su dinero legítimamente ganado ¿hubieran preferido que en lugar de gastar/invertir su dinero en Trujillo se hubieran ido a, digamos, La Romana en República Dominicana, Miami o La Mamounia en Marrakech? Sospecho que hubieran tenido un número de asistentes igual. Pero los trabajadores de Trujillo hubieran tenido cero ingresos. La habitual genialidad de esta izquierda tan preocupada por los suyos.
Cuando quedó claro que ese argumento no iba a ninguna parte, en los medios peruanos saltó la denuncia del esclavismo español por una escena organizada para los invitados en la que supuestamente se veía a esclavos amarrados al cuello por soldados españoles. Intolerable racismo –si fuera cierto–. Pero hay que cultivarse un poco antes de reproducir noticias, falsas noticias, así. El País publicaba el pasado jueves una nota titulada «Un espectáculo de esclavos ambienta la boda de un aristócrata español y la hija de un político peruano». Y se remitían –según decían– a que la crónica de «Trome, el tabloide popular más leído en el país andino que tituló en su web: '¡Boda de la nobleza! Hija de Alfredo Barnechea se casa con nieto de conde de España en Trujillo'». Ya se ve que para ese medio tan riguroso al que cita El País sin matices, ser nieto de un conde español es algo peligroso. Lo que da pistas sobre el rigor de todo lo demás.
Lo malo, para empezar a analizar el rigor periodístico, es que los esclavos –como sabe cualquiera– nada tienen que ver con la colonización española. Lo allí visto tenía que ver con la liberación que hicimos los españoles. Lo que allí se escenificó fue un baile de la cultura precolombina Moche, en una huaca -sepulcro- cercana a Trujillo. Aquello se puso en escena como parte de las tradiciones históricas de Trujillo. Es decir, no representaban lo que los españoles hicieron en Perú, sino aquello de lo que los españoles liberaron al Perú. La esclavitud no la llevó España. Era la que allí había. Quizá El País quiera dar la vuelta a la crónica de su corresponsal y denunciar ahora la esclavitud a la que se sometía al pueblo antes de que llegara España. Y agradecer a Alfredo Barnechea por recordar lo que pasaba en su patria antes de la llegada de los españoles.
Que El País y otros menos serios se dediquen a rebotar las fake news de esos medios populistas peruanos como si fueran la BBC –que tampoco sería extraño que recoja lo allí dicho– es verdaderamente deplorable. Que se dé por cierta una infamia contra el legado de España en América es más propio, sí, de la BBC. Una muestra de a dónde han caído algunos medios españoles.
Por cierto, Barnechea empezó en política con el entonces izquierdista APRA de Alan García y estuvo a punto de ser alcalde de Lima. Evolucionó y fue después candidato presidencial por la centroderechista Acción Popular. Y ha denunciado al actual gobierno y su golpismo en la calle. ¡Ah! Y trabajó varios años para el Grupo Prisa. Claro que, para otro Grupo Prisa.