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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Reinosa

Los presidentes y ministros del Gobierno no saben agradecer las anchoas y los «sobaos» pasiegos que reciben de Revilla

Actualizada 01:36

Hace más de diez años, siguiendo las incidencias de un gran torneo de bolos montañeses, el Torneo de Campeones del Banco de Santander que en aquella edición se disputaba en Villacarriedo, la preciosa localidad pasiega de Manuela, el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla me vaticinó: «En dos años, la vía del AVE llegará a Reinosa». Ante mi expresión de sorpresa, marcó el número de teléfono de Pepiño Blanco, a la sazón ministro de Fomento del cochambroso Gobierno de Rodríguez Zapatero, el reputado empresario hispano-venezolano de la minería aurífera. Y habló con Pepiño, o al menos, simuló hablar con él. Se quejaba Revilla del retraso en cumplir con la promesa. No obstante, se me olvidó el asunto. Ahora, que vivo en Cantabria y todos los meses viajo en tren a Madrid, me acuerdo de aquella fantasmada. Subo al tren en Torrelavega, cuna de los antepasados del Fénix de los Ingenios, Félix Lope de la Vega Carpio, en Canarias, Lope de Vega. Curioso lo de estos madrileños hijos de La Montaña de Cantabria. Lope de Vega, Francisco de Quevedo –Vejorís, valle de Toranzo–, y Pedro Calderón de la Barca –altos del Besaya–. Desde Torrelavega a Reinosa, el tren Alvia, invierte casi una hora en cubrir 50 kilómetros. Y de Reinosa a Palencia, pasando por el Campóo castellano, Herrera del Pisuerga, Osorno, Frómista y al fin, Palencia, unos noventa minutos. En Palencia, cambio del ancho de la vía y de ahí a Madrid, por Valladolid y Segovia, apenas una hora y quince minutos, Pepiño Blanco se quedó en Palencia, Ana Pastor, ministra con Rajoy, se quedó en Palencia, Ábalos se quedó en Palencia, la tonta de turno de la actualidad sigue en Palencia, y cuando pierdan los socios de Revilla el poder del Gobierno de España, el próximo ministro no se moverá de Palencia. Los presidentes y ministros del Gobierno no saben agradecer las anchoas y los «sobaos» pasiegos que reciben de Revilla.

Sucede que La Montaña, Cantabria, de soltera Provincia de Santander, antaño mar de Castilla, es una región pacífica y serena, que jamás ha molestado, intrigado o traicionado su lealtad a España. Y a los montañeses les toman por el pito del sereno, porque saben en Madrid que con ellos no tendrán problemas. Cantabria no es un emporio industrial, pero sí uno de los destinos turísticos más frecuentados de España. No soy topógrafo, como mi gran amigo y colega Antonio Burgos, el gran barroco sevillano, que sirvió a España durante su Mili, como cabo topógrafo. Pero así como intuyo que la construcción de la vía de alta velocidad entre Reinosa a Santander resultaría costosísima por el desnivel desde Reinosa a la capital montañesa, desde Palencia a Reinosa es perfectamente asumible.

Sucede que la consecución de esa obra, fundamental para el desarrollo de Cantabria no es factible desde los platós de las cadenas de televisión y las tertulias innecesarias. Esas obras precisan de mucho trabajo para convencer y más trabajo aún para culminarlas. Las anchoas no sirven para ello.

Lo cierto es que el viaje a Madrid desde Santander en tren tiene el atractivo de compaginar el romanticismo ferroviario del siglo XIX con la velocidad del siglo XXI. Yo experimento ese cambio de siglos todos los meses, y resulta aleccionador. Se disfruta del paisaje de La Montaña durante mucho tiempo. En los prados verdes y rabiosos de Campóo se dibujan decenas de corzos, que no se asustan con el tren. Llevan más de cien años viendo pasar el tren a la misma velocidad y con parecida discreción. Y de Madrid hasta Palencia o de Palencia hasta Madrid, un suspiro. Los corzos no se ven y los kilómetros son tragados con avaricia por la modernidad ferroviaria.

Y así seguirá. No interesa invertir en Cantabria porque Cantabria no da problemas. Pero cada vez que tomo el tren en Torrelavega, y de ahí hasta Palencia, me acuerdo bastante de Revilla.

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